José R.R., acusado de asesinar a su sobrino político de tres tiros con su escopeta de caza tras una discusión por la herencia familiar en su finca en Sant Josep de sa Talaia, en Eivissa, el pasado 26 de mayo de 2014, aseguró ayer en la primera sesión del juicio con jurado popular en la Audiencia de Palma que le disparó porque pensaba que el joven le iba a agredir. "Vino hacia mí y entonces le disparé. Era mi vida o la suya. Me dio miedo. Luego, disparé dos o tres veces, no sé. No sé lo que me pasó. No lo recuerdo. A partir del primer tiro, perdí la cabeza", explicó el hombre, de 65 años, entre sollozos. La fiscalía solicita para él una condena de 18 años de cárcel por asesinato, mientras que la acusación particular reclama 27 años y medio de prisión.

El abogado defensor pide la absolución al alegar que actuó en legítima defensa. Ayer el imputado se mostró titubeante. Con la voz temblorosa e incluso en ocasiones llorando, admitió haber matado a su sobrino político, Gerardus Johaness Buijs, holandés de 33 años, cuando este se presentó con su furgoneta en los alrededores de su casa, una finca rústica ubicada en el camino de Rafal Trobat. "Estaba parado al lado de la furgoneta. Me estaba esperando. Él estaba mal, estaba alterado. Fui a casa de un vecino para intentar avisar a la Guardia Civil. Luego, fui al almacén a por la escopeta. Fui andando hacia él y le dije que se marchara, que me dejara tranquilo. Le pedí que se marchara de mi casa", insistió JoséR.R.

"Él nunca hizo nada para marcharse. Ni se escondió detrás del vehículo. Nunca, nunca dio un paso atrás. Cuando cogí la escopeta, pensé que se iba a marchar pero no se fue. Él solo me dijo 'tenemos que hablar'. Intentó venir hacia mí para atacarme. Era un señor muy corpulento, de unos dos metros de altura. Por la complexión física que él tenía y que no se iba de allí, yo pensé 'este me mata'", subrayó el acusado.

El presunto asesino reconoció que el primer tiro se lo pegó de frente, pero luego no recordaba los otros dos disparos, uno por la espalda y el último de gracia, a quemarropa en la sien. "Fue todo tan rápido. No tuve tiempo. Fue cuestión de segundos. Pensé 'tú o yo'. La escopeta es de tres disparos", aclaró el sospechoso, quien admitió también que la víctima no iba armada.

Se entrega en el cuartel

Tras perpetrar el crimen, José R.R., actualmente en prisión, se dirigió a casa de un vecino y le confesó lo ocurrido. "Me dijo que dejara la escopeta. La dejé y me llevó a la Guardia Civil. Yo no sabía si él había muerto. No tuve intención de matarle", destacó el hombre ante la sala, pese a que momentos antes había reconocido que le tiroteó.

Un agente desmontó su versión al recordar que el sospechoso le indicó que creía que el joven había fallecido porque lo había rematado.

El encausado también relató un primer encontronazo con la víctima esa misma tarde cuando él iba en coche y Gerardus le esperaba de pie en el camino. Según su versión, le cogió del brazo y le dijo: "Si mañana por la mañana no vienes a renunciar a tus bienes, a tu legítima, te voy a matar". El sospechoso trató de escapar, pero su sobrino político le persiguió hasta su domicilio.

José R.R. ayer manifestó que la víctima llevaba en su furgoneta una barra de hierro, lo que le causó miedo. Sin embargo, un guardia civil detalló que la barra estaba en un asiento del vehículo y que no tenía restos de sangre, por lo que no tuvo nada que ver con los hechos. La mujer del fallecido también descartó que llevara un hierro en la furgoneta y precisó que se trataba de material de obra. La viuda ayer rompió a llorar y se derrumbó en mitad de la sesión del juicio. La mujer salió de la sala gritando: "Asesino, asesino, animal".

El forense, en la prueba pericial, explicó que el primer disparo que afectó al abdomen del joven fue superficial, mientras que el segundo tiro por la espalda ya fue mortal porque le alcanzó un pulmón y produjo una gran hemorragia interna. Cuando agonizaba, el tercer disparo en la sien a quemarropa acabó por rematarlo.