El pasado martes la sección primera de la Audiencia Provincial se llenó de agentes de la Policía Local de Palma uniformados. Cuatro se sentaron en el banquillo de los acusados. Eso sí, se habían desprovisto de su arma reglamentaria. Los otros cuatro se sentaron detrás, con el público, en calidad de oyentes y portando las pistolas. Este hecho no agradó precisamente a la presidenta del tribunal. La magistrada Francisca Ramis ordenó que se despojaran de inmediato del armamento si querían permanecer en la sala para presenciar el juicio. Los agentes acataron el mandamiento de la juez y se desprendieron de las armas. Las pistolas quedaron bajo custodia de la Guardia Civil.

Aparcamiento policial

El aparcamiento de la Audiencia Provincial también atestiguaba la nutrida presencia de policías locales. Las plazas quedaron copadas por tres motocicletas y un coche patrulla oficiales de la Policía Local. Esta circunstancia llamó profundamente la atención, ya que no se sabe si alguno de los agentes presentes se encontraba de servicio. Cuatro estaban en el banquillo de los acusados para responder de sendos delitos de lesiones y de abuso de autoridad y los otros cuatro se limitaron a escuchar el desarrollo de la primera sesión del juicio a sus compañeros. La jornada se tornó especialmente aciaga para los agentes. Uno de los magistrados interrogó repetidamente a los acusados para saber si encontraban justificada la activación del Código Rojo para entrar en un restaurante de la plaza del Olivar a la hora de la comida para hacer una notificación y por qué esperaron si el desencadenante eran dos supuestos delitos graves ocurridos dos días antes. No halló respuesta.

Pleno al quince

Una pareja de motoristas de la Policía Local de Palma que patrullaba una tarde de la semana pasada por la calle Manacor se fijan en dos motoristas que van por delante de ellos por la misma vía. Se trata de dos jóvenes en sendos ciclomotores que circulan en paralelo, charlando animadamente. Una actitud en la conducción que no agrada en absoluto a los agentes, que se disponen a darles el alto. Pero la cosa empeora. Ajenos a que llevan a dos policías detrás, los motoristas se saltan un semáforo en rojo, luego un ceda el paso, y otro semáforo en rojo. Aquí ya no hay dudas. Los policías activan las sirenas de sus motos y les interceptan. Los motoristas son dos ciudadanos ecuatorianos de veinte años, que llevan motos idénticas -sendas Yamahas Jog-. Para continuar con las coincidencias, ninguno lleva seguro ni ha pasado la ITV. Uno de ellos no tiene permiso de conducir, mientras que el otro lo tiene retirado por orden judicial, ya que fue condenado por circular en estado ebrio. Este joven acabó detenido por un delito contra la seguridad del tráfico, pero antes los policías debieron de agotar los boletines de multas.