Ser un dejao tiene sus riesgos, y más si te dedicas a una actividad delictiva. La semana pasada, un motorista de la Policía Local de Palma que circula por la calle Teix, en La Soledad, repara en un Volkswagen Golf con un pinta en su interior que le despierta sospechas. Una llamada a su central le basta para confirmar que el vehículo tiene pendiente pasar la ITV, por lo que le intercepta para multarle. Cuando le pide los papeles al conductor empiezan los problemas. No lleva la documentación del coche encima. No, tampoco lleva el DNI ni el carné de conducir. El agente, ya bastante mosqueado con el pieza que tiene delante, se percata del peculiar aroma que desprende. El conductor no tiene reparos en admitir que sí, que se acaba de fumar un porrito mientras conducía. El multazo que le prepara va a ser de aúpa, pero la cosa va mas allá. Al revisar el coche, bajo un asiento infantil, encuentra dos bolsas de marihuana. Cada una lleva un tiquet que confirma que han sido pesadas en una báscula de precisión de una farmacia: 115 y 135 gramos. Si el amigo hubiera sido tan cuidadoso con su coche como con el pesaje de la yerba, probablemente no habría acabado en los calabozos de Sant Ferran.

Turistas con casco y coquilla

Otros que tienen sus riesgos son los turistas de zonas como Calvià o s´Arenal, copadas por bandas de prostitutas nigerianas. Hasta ahora estas mujeres empleaban una táctica bastante efectiva para desvalijar a sus víctimas, sobre todo hombres ebrios. Les agarraban fuertemente de los genitales hasta que se doblaban de dolor, y les arrebataban la cartera o el móvil. Pero el viernes hubo un caso peor. Un grupo de mujeres utilizó palos de madera y metal para darle una tunda a dos parejas de alemanes que intentaron resistirse al robo. Y alguno de los garrotes daba miedo. Al final los turistas tendrán que salir a la calle protegidos con casco y coquillas.