No dejaban nada al azar. La banda de atracadores desarticulada por la Guardia Civil, y rematada por la Policía Nacional, seleccionaba sus víctimas para tratar de obtener el máximo beneficio con el menor riesgo. Para ello contaba siempre con información privilegiada, suministrada directamente por alguno de los miembros del grupo. Y no tenían reparos en atacar varias veces el mismo objetivo. Lo hicieron en un domicilio de s´Arenal y en un chalé de Costa den Blanes. Y con Carrefour repitieron hasta en tres ocasiones.

Las investigaciones realizadas tras las primeras detenciones de los miembros de la banda permitieron luego determinar el origen de estas informaciones y el proceso de selección que realizaban los atracadores.

Una de las primeras víctimas fue una vecina de s´Arenal, que resultó ser la exsuegra de uno de los presuntos atracadores. Este hombre supuestamente apuntó la posibilidad de que en el domicilio pudieran guardar una importante cantidad de dinero. Dos años después, la banda asaltó el chalé de Son Gual propiedad de su marido y como allí no encontraron el botín que esperaban, volvieron al domicilio de s´Arenal en un nuevo intento de localizar la caja fuerte. No era extraño que la víctima se lamentase de que había sufrido dos atracos a mano armada en su domicilio en dos años.

Pero hay más. El detenido que presuntamente facilitó la información sobre la familia de su exmujer trabajaba como vigilante de seguridad. Había estado empleado por la compañía de seguridad que depende de Globalia, de donde supuestamente obtuvo los datos que les permitieron preparar el asalto a la casa de María José Hidalgo, directora general de Air Europa. Y posteriormente pasó a trabajar para la empresa de seguridad privada que trabaja para Carrefour. De ahí los repetidos asaltos que sufrieron los centros comerciales de esta marca en Palma.

La obsesión por la información fue patente en el secuestro de una encargada del restaurante McDonalds de Son Rapinya, en noviembre de 2012. Dos hombres abordaron a la víctima de madrugada, cuando regresaba a su domicilio tras su jornada laboral. La encañonaron con una pistola, la obligaron a subir de nuevo al vehículo y la hicieron volver al restaurante, ya cerrado. Una vez allí se encontraron con que la mujer no tenía la llave para entrar en el establecimiento. Le preguntaron cuánto tardaría en sonar la alama si rompían un cristal, y ella respondió que se activaría inmediatamente.

Ante ese imprevisto, los dos hombres empezaron a discutir entre ellos, en el interior del coche y en presencia de la víctima. Uno de ellos le recriminaba al otro que la información que le habían dado era mala. "Te han vendido, te han vendido muy mal", le repetía.

Finalmente desisten de intentar el robo. Amenazan a la víctima para que se vaya a su casa y que no avise a nadie, y le comentan: "Al que nos ha dado la información le vamos a pegar una paliza".