El rictus serio de Pedro no pasó inadvertido para Jaume Vadell, uno de sus vecinos más allegados de la urbanización que abarca el 32, 34, 36 y 38 de la calle Barranc, en Cas Català. "Estamos esperando al cartero. Creo que tiene malas noticias", acertó a decirle el lunes sin entrar en mayores detalles.

A excepción de esta circunstancia, nada hacía presagiar que Pedro y su mujer, Jovita, decidieran ayer poner fin a su vida al verse acosados por la orden de desahucio de la que había sido su vivienda desde hacía más de una veintena de años.

La trágica noticia del fallecimiento provocó una inmediata conmoción en la acomodada comunidad de la calle Barranc, en pleno Cas Català. Muchos vecinos se mostraban cariacontecidos al enterarse de lo ocurrido en la segunda planta, puerta primera, del número 36. "¡Qué putada!", exclamó Jaume Vadell nada más conocer la identidad de las dos víctimas mortales que se acababan de llevar los servicios funerarios. "¡Pero si era de mi edad!", prosiguió.

Las estrecheces económicas se habían hecho patentes al no poder hacer frente a los gastos de la comunidad. "Debían unos 6.000 euros porque las cosas no les iban bien, pero todos sabíamos que pagarían en cuanto pudieran", puntualizó una vecina.

"Creíamos que tenían problemas con el banco, como le pasa ahora mismo a la mayoría. Nada más", indicó esta mujer mientras trataba de asimilar la tragedia ocurrida. "Eran excelentes personas", apostilló.

Jaume Vadell apuntó el posible origen de la deuda acumulada de su vecino: el impago de sus proveedores. "Muchos de ellos se habían declarado insolventes y Pedro no podía cobrar el dinero. La deuda siempre va a más", recalcó.