Antonio M.R., de 49 años, agente de la Policía Local de Calvià en excedencia, salió a cazar el pasado 24 de noviembre por los alrededores de la urbanización Sol de Mallorca. Mientras deambulaba por el monte cayó en un pozo de unos treinta metros de profundidad. No pudo verlo. El agujero estaba abierto a ras de suelo y oculto por los arbustos. El hombre quedó en el fondo, con fracturas en brazos y piernas, en un lugar tan profundo que nadie le oía pedir ayuda. Tras pasar allí varios días se suicidó pegándose un tiro con su propia escopeta. Su cadáver no fue descubierto hasta el pasado martes por la noche, cuando uno de sus compañeros de la Policía Local encontró su coche aparcado en la urbanización. Se llevó a cabo una batida por la zona. Finalmente su cuerpo, ya muy descompuesto, fue localizado por el intenso olor que desprendía.

La hipótesis inicial de que el hombre se quitó la vida intencionadamente varios días después de sufrir el accidente fue confirmada ayer por los forenses que le practicaron la autopsia. Las investigaciones de Guardia Civil y Policía Local han permitido reconstruir de forma fehaciente los hechos que condujeron a la muerte del cazador.

El estado en el que estaba el cuerpo no permitió identificarlo plenamente, por lo que la Guardia Civil estaba pendiente de hacerlo a través de sus huellas. Sin embargo, tanto el coche hallado aparcado cerca como la escopeta que apareció en el pozo pertenecían a Antonio M.R., de 48 años y policía local de Calvià en excedencia. El hombre salió a cazar el pasado 24 de noviembre y no regresó.

Su desaparición, sin embargo, no fue denunciada ante la Guardia Civil hasta el pasado día 30. Durante los días siguientes, se realizaron varias búsquedas por la zona donde solía ir a cazar. Finalmente, sobre las siete y media de la tarde del martes, uno de sus compañeros de la Policía encontró su coche, aparcado en la urbanización Sol de Mallorca, cerca de la playa de El Mago. La búsqueda se intensificó por la zona, hasta que los miembros del grupo notaron un fuerte olor. Fue siguiendo este rastro como localizaron, en medio de una explanada cubierta de arbustos, la boca de un profundo pozo, abierta a ras de suelo, rectangular y de aproximadamente un metro y medio de ancho. Policías y guardias, alumbrando con las linternas, vieron que había algo en el fondo que podría ser un cuerpo.

Eran ya las diez de la noche cuando se movilizaron los miembros del Grupo de Rescate e Intervención de Montaña (GREIM) y del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil. Dos agentes, con equipos de oxígeno, se descolgaron a lo largo de unos treinta metros hasta el fondo y confirmaron que era el cadáver de una persona. El fallecido estaba sentado en el suelo y junto a él había una escopeta.

En condiciones muy complicadas por la falta de espacio en el fondo, el rescate se prolongó hasta la madrugada. La autopsia, realizada ayer al cadáver, confirmó las primeras hipótesis de los investigadores. El cazador había sobrevivido a la caída, aunque sufrió fortísimos golpes y fracturas en brazos y piernas. No fue hasta que llevaba unos días en el fondo cuando se quitó la vida disparándose un tiro con su escopeta.