Todo transcurría con calma en Son Banya hasta que un chapoteo alertó a la Policía. El único detenido en la Operación Musaraña trataba de huir a la carrera a través de un enorme charco. Varios agentes salieron tras él y lograron darle caza, no sin antes caer en el fangal.

El fugitivo, un hombre que trabajaba para el clan de La Paca, había sido arrestado en una de las viviendas inspeccionadas. Desde allí fue conducido a un furgón situado en la entrada de Son Banya. Pocos minutos después, el hombre pidió a los policías que lo custodiaban que le dejaran ir al baño. Los agentes decidieron llevarlo hasta su casa, en el mismo poblado, para que hiciera sus necesidades.

Pero el sospechoso, que en todo momento iba esposado, echó a correr tan pronto como salió del vehículo policial y se adentró en en un terreno inundado por las lluvias de los últimos días, donde el agua le llegaba casi hasta las rodillas. Rápidamente, tres agentes salieron tras él. El escurridizo detenido acabó perdiendo el equilibrio y cayó en aquel mar turbio. Los policías se echaron sobre él y lo inmovilizaron, para llevarlo de vuelta al furgón, completamente empapado y semidesnudo.

Fue el único incidente de una mañana que demostró que ya casi nada altera a los vecinos del poblado. Lejos han quedado ya los tiempos en los que cada intervención policial suponía un conato de revuelta.

El patriarca de Son Banya, conocido como El Pelón, siguió de cerca el operativo policial. Al igual que él, fue quizá el único vecino que mostró interés en saber qué ocurría en su territorio, mientras el resto de habitantes seguía con su rutina a las puertas de su vivienda o pululaba por las calles que la Policía no había tomado.

Solo algunos mostraron su disconformidad con los agentes, cuando estos les indicaban que para llegar a sus casas debían dar un rodeo. "No solo jodéis a los que venden droga, también a los que no", les espetó una mujer cargada con dos cestas repletas de barras de pan.