Detalles íntimos de las preferencias sexuales del acusado, que lo describen como un notorio "voyeur", ocuparon la segunda semana del segundo juicio que se lleva a cabo en la ciudad de Wuppertal contra el alemán Thorsten T., de 43 años, por el homicidio de la adolescente Steffi Rüggeberg, cuyo cadáver fue hallado en 2002 en una finca de Son Verí, en s´Arenal de Llucmajor.

Al igual que en el primer proceso, la sexualidad del acusado juega un papel primordial para la acusación. Thorsten T. fue condenado a ocho años de prisión en primera instancia por la muerte de la adolescente. El Tribunal Supremo alemán revocó la sentencia porque se había basado en la confesión hecha por el acusado a un policía infiltrado en la prisión.

Uno de los testigos citados esta semana, que compartió piso con el acusado antes de que este se mudase a la casa de la víctima, afirmó que Thorsten le hizo regalos a cambio de que le permitiese observar secretamente los juegos amorosos con su novia. "Nos espió de diez a quince veces", sostuvo el testigo, al tiempo que dijo no estar muy orgulloso de lo que hizo.

Otro testigo recordó que el acusado recibió una vez una paliza al ser descubierto cuando espiaba con un aparato de visión a una pareja haciendo el amor en la playa. Un tercero sostuvo que llevaba ropa interior de mujer en su mochila, así como un aparato de electroshock.

Mientras se aireaban estos detalles de su vida íntima, Thorsten T. hacía anotaciones y negaba a veces con la cabeza o comentaba con sus defensores.

Los testimonios no fueron escuchados por la madre de la víctima, Silvia Rüggeberg, que retiró la acusación particular alegando que no podría soportar otro juicio. Sin embargo, la mujer fue llamada a declarar y el viernes explicó que Thorsten siempre se había comportado como "un buen vecino, muy honesto". Durante la desaparición de Steffi, cuando aún se desconocía su destino, colaboró en la búsqueda repartiendo fotografías de la

muchacha. Cuando el 20 de septiembre de 2002 se descubrió el cadáver de la malograda, Thorsten se mostró sorprendido por la mala noticia. Poco después Thorsten se fue sin despedirse. En el juicio se le preguntó a Rüggeberg por qué no había mencionado al inquilino durante las primeras pesquisas. "No pensé nada malo, tenía la cabeza repleta de otras cosas", dijo en su declaración, ofrecida por momentos entre sollozos.

Amenazas a la adolescente

La mujer sostuvo no haberse percatado de nada especial en la relación entre su hija y Thorsten. Steffi, dijo, consideraba que el hombre era "gordo y además muy desaliñado". Steffi, así la describió su madre, era a sus 15 años una muchacha despreocupada, en plena pubertad, que "amaba las fiestas". Había llegado a la isla en el verano de 2002 para pasar unas semanas, aunque tenía intenciones de quedarse para ir a una escuela local. Antes había vivido con los abuelos, en la ciudad de Lüdenscheid, pero quería volver a vivir con su madre.

Una de las hipótesis que se barajaron esta semana fue la de la venganza como posible motivo. Un ex compañero de piso dijo que el acusado le pidió gotas para adormercer -en el cadáver se hallaron restos de cloroformo- alegando que quería vengarse con el comentario "y Steffi está bien arriba en la lista". Los fiscales creen que se sentía provocado por la chica, una "chiquilla rebelde" según declaró un ex novio de la madre.