Toros
Las 24 horas frenéticas de Morante de la Puebla: del homenaje a Antoñete al adiós eterno en Las Ventas
El genio de La Puebla puso fin este 12 de octubre a casi tres décadas de carrera en una jornada inolvidable: oreja en el homenaje a Antoñete y puerta grande en Madrid antes de cortarse la coleta

Morante de la Puebla sale a hombros por la puerta grande este domingo en la plaza de Las Ventas. / EFE
Antonio Muñoz
Se va una leyenda del toreo. El mundo de la tauromaquia queda huérfano del arte del torero sevillano. Nadie imaginó que a las 19.34 horas de la tarde, Morante iba a pasar de figura del toreo a convertirse en leyenda del arte de Cúchares con un simple gesto: se cortó la coleta y decidió poner fin a su carrera.
Este 12 de octubre, día de la Hispanidad, quedará recordado en las páginas doradas de la tauromaquia. En apenas 24 horas, el genio sevillano vivió un sinfín de emociones desde el amanecer hasta el anochecer que queremos recordar.
Un festival histórico homenaje a Antoñete
A las 12.00 horas del mediodía, Morante llegaba al patio de cuadrillas de Las Ventas con un traje corto negro en una cita histórica para homenajear a Antoñete. Lo hizo acompañado de Curro Vázquez, Cesar Rincón, Frascuelo, Enrique Ponce, Hermoso de Mendoza y la novillera Olga Casado. Fue el artífice y el promotor de este festival que reunió a viejas glorias del toreo que no se dejaron nada en el tintero. Estuvo pendiente en todo momento que el festejo saliera bien y que fluyera todo a la perfección.
En su actuación no tuvo suerte con el novillo que eligió de Osborne, muy similar en todo a aquel toro "blanco" que Antoñete inmortalizó sobre la misma arena a mediados de los 60. Brindó al cielo al torero madrileño y dejó detalles sueltos llenos de clasicismo y torería, para dejar con la miel en los labios de cara a la tarde. Una oreja a su labor y el cariño de despedida por llevar a cabo el festival. Tocó ducharse y prepararse de cara a la tarde en el Hotel Wellington alrededor de las 15.00 horas del mediodía.

El diestro Morante de la Puebla participa en el festival benéfico pro monumento Antoñete. / Víctor Lerena / EFE
Una cogida que heló el corazón de Madrid
Unas horas más tarde. A las 17.35 horas, el sevillano entraba en la plaza con un terno de lila y oro, conocido en el argot taurino como "Chenel y oro", recordando al traje que inmortalizó al torero madrileño y con el que también se retiró décadas atrás.
No tuvo suerte en el primero de su lote. El cuarto toro de la tarde, de Garcigrande, era su última bala para despedirse al olimpo de los dioses del toreo. Morante lo recibió por tijerillas de rodillas y por chicuelinas, sin probaturas. En uno de los lances, el toro se le coló por el pitón izquierdo y lo prendió de forma espeluznante. El grito del público —más de 20.000 almas— estremeció la plaza. Cayó al suelo tras un violento golpe en la cabeza, inmóvil sobre el albero venteño. Marcó el momento de mayor dramatismo.
De la cogida a la gloria
Morante no quiso marcharse a la enfermería. La raza torera, el orgullo y la dignidad en su interior le obligó a volver al ruedo en su última tarde. Entre lágrimas y orgullo torero, decidió completar su última faena. Brindó el toro a Santiago Abascal, por la amistad que le une, y se entregó por completo: tandas por la derecha que hicieron rugir a los tendidos, un cambio de mano pleno de temple y una pureza final cargada de verdad y riesgo.
El toro de Garcigrande no facilitó las cosas, pero Morante lo toreó con alma, hasta dejar una estocada entera que puso en pie a Madrid. Pañuelos al viento, dos orejas con fuerza y una ovación que traspasó el tiempo.
El adiós del genio que paralizó Madrid
Con las dos orejas en la mano, el sevillano dio la vuelta al ruedo entre la emoción general. Ya lo tenía decidido. En el centro del redondel, rodeado del silencio reverente de los aficionados, Morante se llevó la mano a la cabeza y se cortó la coleta. Eran las 19:35 horas del 12 de octubre. La plaza se convirtió en un templo de lágrimas, silencio y respeto.
Los mensajes en redes sociales no pararon de cesar. Los aficionados se abrazaban en los tendidos. Se marchaba el torero más inspirador de los últimos tiempos, el artista que había devuelto el sabor clásico al toreo moderno. El genio que ha llevao más público joven a las plazas. A la vista está, todos esos jóvenes decidieron agradecérselo y se lo llevaron a hombros en una salida triunfal por la calle de Alcalá entre el júbilo y la tristeza de los aficionados, al grito de “¡José Antonio, Morante de la Puebla!” y "No te vayas". La decisión ya estaba tomada.
En la medianoche, para acabar este día histórico y poner el broche de oro, Morante salió al balcón del Wellington ataviado con una bata y con una copa de champán brindando a los presentes para poner fin a su histórica temporada llena de triunfos por todas las plazas. ¡Larga vida a Morante de la Puebla!
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