Salud mental
Suicidio por impulso, la tragedia menos pensada
Especialistas en psiquiatría alertan sobre este fenómeno complejo y al que resultan más vulnerables los adolescentes

Un joven muestra signos de ansiedad.
Rafa López
A veces el suicidio irrumpe de forma totalmente inesperada. Lo contaba en una reciente carta a la directora de 'El País' una madre cuyo hijo de 14 años se quitó la vida de forma abrupta. "La tarde anterior había venido su mejor amigo, jugamos al Monopoly y comimos pizza. Dani bromeaba y se reía. 24 horas más tarde la doctora del Samur nos comunicaba que había fallecido". La mujer, de Madrid, relata que el psiquiatra lo llamó suicidio "por impulso". "El médico de cabecera y las psicólogas, que tanto nos han ayudado, nos comentaron con gran preocupación que este tipo de suicidios está aumentando de manera alarmante. No hay indicios ni tristeza aparente", escribió.
Hoy, 13 de enero, se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, una enfermedad que asociamos al suicidio, pero que es solo uno de sus múltiples factores de riesgo. "Aunque en los manuales se diga que el 90 por ciento de las personas que se suicidan tienen una patología mental, no es así, eso está sobredimensionado", afirma Cristina Hermoso, psiquiatra de la Unidad de Prevención del Suicidio de Vigo. "Es un factor de riesgo para el suicidio tener una patología mental, aunque no es un factor obligatorio. Hay mucha gente con patología mental que no hace tentativas de suicidio. Entre las patologías mentales, lo más prevalente suelen ser los trastornos afectivos, sobre todo la depresión. Un 4% de la población tiene depresión", apunta esta especialista.
También solemos pensar que el suicidio es una conducta previamente meditada durante meses o años. No siempre es así. Un psiquiatra con varias décadas de experiencia que ejerce en Vigo explica que las tentativas de impulsión se refieren a un suicidio "no estructurado": no es el de una persona que está triste, que no ve sentido a la vida y que piensa que si muere acaba con todos sus problemas, y que va madurándolo hasta que intenta el acto suicida. "Son tentativas en cortocircuito, te viene a la mente y lo haces de una forma más o menos automática, como compulsiva, instintiva. Esto es cada vez más frecuente en adolescentes", afirma este especialista, que añade que a veces confluyen alcohol y psicofármacos, que "reblandecen las defensas" y llevan a actuar "sin ningún tipo de reflexión".
Fuentes consultadas por Faro de Vigo en el ámbito de la psiquiatría forense señalan que el sentimiento de culpa de los padres es generalizado en estos casos: se culpan por no haber sabido verlo venir. Pero no es tan sencillo como detectar un problema de salud por una fiebre. "Nadie se lo espera. A veces hay autolesiones previas o drogas, pero otras veces no. Es muy complejo. Las fobias de impulsión (miedo a hacer daño a los demás o a uno mismo, lo que lleva a evitar balcones u otros lugares elevados, por temor a lanzarse al vacío) pueden llegar a confundirse con un pensamiento suicida, pero no se puede generalizar: puedes tener muchas fobias y ningún pensamiento suicida. Puede haber varias comorbilidades, por múltiples causas, congénitas o adquiridas, que convergen hacia el suicidio. Puede ser una persona vulnerable, sensible a muchas cosas...", enumeran estas fuentes.
El caso de Dani, referido en 'El País', guarda similitudes con otro relatado por Faro de Vigo en septiembre pasado: Marián Pena y Benito Pinal perdieron a su hija menor, Uxía, por suicidio en 2022. También tenía 14 años. No padecía acoso escolar, al menos que supiesen sus padres, ni malos tratos. Tampoco sufría ansiedad ni depresión. "Era una niña feliz", afirmaba su madre, enfermera en el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. "Tu mundo se paraliza y te culpas de lo ocurrido, aunque con el tiempo aprendes a perdonarte", explicaba.
Los psiquiatras consultados coinciden en tres aspectos: el suicidio por impulsión existe; el suicidio entre adolescentes está aumentando y ambos fenómenos –que cuando coinciden producen un dolor indescriptible en las familias– son muy complejos, nunca hay una única causa.
No solo el sentido común nos dice que es contra natura, también los estudios: tener más de 45 años es el primer factor de riesgo del suicidio. Pero los adolescentes, incluso los niños, no son ajenos a esta lacra: "En la franja de 5-14 años el suicidio es la quinta causa de muerte. Además, hay que añadir que se están registrando suicidios a edades cada vez más tempranas", advertía ya hace una década el psiquiatra Miguel Mamajón Mateos en el libro 'Suicidios', un voluminoso manual de casi mil páginas auspiciado por la Fundación Salud Mental España.

Factores de riesgo asociados al suicidio. / H. Barreiro
La psiquiatra Cristina Hermoso, de la Unidad de Prevención del Suicidio de Vigo, recuerda que "desde 2018 hay una tendencia al alza del suicidio en todos los grupos etarios. También se ha visto un aumento en jóvenes, incluso menores de 15 años".
Esta especialista subraya que los jóvenes "están en un momento del ciclo de la vida que es complejo, sus personalidades se están formando, y no es que sea una generación de cristal, sino que ahora se enfrentan a más retos de los que hemos tenido nosotros o nuestros mayores". Entre ellos cita las dificultades de acceso al trabajo y a la vivienda y las redes sociales: amplían el alcance del acoso escolar y "venden un patrón de perfección física y de felicidad" difícil de alcanzar.
Desde el punto de vista fisiológico, la corteza prefrontal del cerebro –responsable de habilidades como planificar, establecer prioridades y tomar buenas decisiones– no se acaba de formar hasta los 25 años, por lo que los adolescentes "son más impulsivos y les cuesta más la resolución de problemas", apunta Hermoso.
Aunque no tengan finalidad suicida, con las autolesiones, que se han disparado en los últimos años, los adolescentes "pierden en parte el miedo a hacerse daño". El alcohol "hace perder la capacidad de control", y "el cannabis, muy extendido, es otro de los factores de riesgo que incrementan el riesgo suicida".
En definitiva, concluye Cristina Hermoso, "lo impulsivo va muy ligado a los jóvenes, tienen menos capacidad de reflexión. Pueden estar bien y al momento hacer la tentativa y que se les vaya de las manos. Y, si metemos tóxicos de por medio, el riesgo es muchísimo más alto".
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