Sanidad

Veintitrés minutos de brecha de género

Una investigación sobre la respuesta al infarto que requiere la atención más urgente revela que en los hombres es de 197 minutos frente a los 220 de las mujeres

Miembros del equipo de investigación en Cardiología del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur.

Miembros del equipo de investigación en Cardiología del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur. / FDV

Ana Blasco

Tanto por lo que ellas tardan en darse cuenta de que necesitan atención sanitaria y en recurrir a ella, como por lo que los profesionales se demoran en prestarles la que necesitan. El caso es que, en el tipo de infarto en el que la velocidad en la respuesta es más importante, la intervención en las mujeres se retrasa 23 minutos más que en los hombres: tres horas y cuarenta minutos (220) frente a tres horas y cuarto (197).

Es la conclusión de un estudio del grupo de Cardiología del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur (IISGS), que repasó los datos de los 2.668 infartos de miocardio con elevación del segmento ST –los que suceden por el taponamiento agudo de una arteria por un trombo– que se produjeron en el Chuvi de 2015 a 2020. Constataron que la red gallega ofrece una atención “de buena calidad” y la mayoría de los casos son atendidos en los tiempos recomendados, pero hay “margen de mejora para reducir la brecha de género aún existente”.

“Cada minuto cuenta en la atención a este infarto”, explica Pablo Juan Salvadores, investigador principal de este artículo en el que figuran también los doctores Andrés Íñiguez y Víctor Jiménez, y que parte del trabajo fin de grado de María Castro. Cuenta tanto para la supervivencia, como para su pronóstico posterior –cuanto más tiempo sin resolver, más tejido se necrosa–.

Los síntomas

La primera pérdida de tiempo para las mujeres se produce en el contacto con el sistema sanitario. Desde la aparición de los síntomas, los varones tardaron una hora y las féminas once minutos más. Ellas “malinterpretan” sus síntomas con mayor frecuencia porque son “más difusos”. Aunque el dolor torácico es la principal queja en ambos, destacan que en ellas hay que hacer caso a otras señales como la falta de aire, mareos, sudores o incluso síntomas gastrointestinales.

También hay que tener en cuenta que la edad media de ellas cuando sufren estos infartos es mayor –8 años más, hasta los 70– y que cubren de forma más habitual el rol de cuidadoras. “Tengo que ir a buscar a los nietos y ya vuelvo”, recuerdan en el Cunqueiro que llegaron a escuchar de una abuela que estaba sufriendo uno.

El segundo retraso es en el electrocardiograma diagnóstico: 9 minutos frente a 10. “Es fundamental la formación continua” de los sanitarios implicados, defienden. La tercera demora es desde este punto hasta la intervención: la mediana en hombres está en 123 minutos, pero con la mitad de ellas tardaron más de 131.

Los siguieron durante un año y vieron que las mujeres, además, evolucionaron peor. Aunque aquí entran en juego otras variables como la edad y patologías, sí se evidencia “una correlación entre el retraso del sistema de salud” y eventos clínicos adversos.

Concluyen que es necesaria más información de la población y formación de los profesionales sobre los síntomas y las vías de acceso. La mayoría acudió a su centro de salud cuando lo más rápido es contactar con emergencias sanitarias. “No podemos permitirnos estas demoras”, defienden.

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