Irene Gutiérrez, tenacidad y fuerza al frente de Sumaq

La reconocida cocinera peruana cumple diez años en su restaurante de Santa Catalina, afrontando retos: «Desde que enfermé he aprendido a escuchar a los demás, a dar felicidad a los de mi entorno»

La chef peruana afincada en Mallorca desde hace 18 años Irene Gutiérrez.

La chef peruana afincada en Mallorca desde hace 18 años Irene Gutiérrez. / M.A.ADROVER

Miquel Àngel Adrover

En el transcurso de nuestra existencia, en ocasiones, el azar juega a favor y otras como infranqueable barrera. La vida de Irene Gutiérrez ha sido dura, muy dura, pero ella ha luchado sin descanso para franquear obstáculos y al tiempo aprovechar los instantes de bonanza para seguir avanzando con trabajo, esfuerzo y pasión. Todo ello unido a un gran talento y creatividad en los fogones.

Irene Gutiérrez Huamaní nació en Cuzco en una familia campesina, muy pobre. Con pocos años fue dada en adopción a una familia a cambio de la liberación de su abuelo, en prisión. La educaron a golpe de palizas, hasta que con catorce años logró escapar. Apareció en su vida Pilar Inurritegui, en los años 90 del siglo pasado, en cuya casa trabajó y aprendió a cocinar, al tiempo que la apoyaba económicamente para formarse en Cenfotur, referente centro formativo gastronómico en Lima. En aquellos años la cocina peruana era muy poco valorada, y cuenta que en la escuela la mayoría eran hijos de ricos. Irene Gutiérrez lo tenía claro: «quiero ganarme la vida cocinando», recuerda con cariño las palabras de un profesor animándola a ello. En la actualidad la cocina andina es un referente mundialmente reconocido. Una vez graduada abrió un pequeño negocio culinario en Cuzco. Es allí donde el azar le abriría otra puerta.

Irene Gutiérrez, tenacidad y fuerza al frente de Sumaq

Irene Gutiérrez con Roberto Pons, su socio y compañero, en el décimo aniversario de Sumaq / Miquel Àngel Adrover. palma

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Nadal Real y Marisol, de Lloret, conocidos restauradores mallorquines, en un viaje la conocieron de casualidad buscando probar auténtica cocina peruana. No dudaron en ofrecerle trabajo en Mallorca, prendados de la sopa criolla que les preparó. Tras dos años de interminable papeleo burocrático aterrizó en Mallorca. A sus treinta años nuevo giro radical: nuevo continente, nuevas gentes, cultura y costumbres que aprender. Comenzó a trabajar en los fogones de Llorac, cocina mallorquina tradicional. En poco tiempo dominaba desde un arroz brut hasta un frito mallorquín o unos sabrosos escaldums. Fueron siete años de trabajo intenso del que guarda grandísimos y emocionados recuerdos.

Llegó otro momento de cambio, al abrir su propio restaurante: Sumaq (en quechua significa, bueno, delicioso, rico), con Roberto Pons, su socio y compañero. Aquí recrea su particular visión de la cocina peruana, con significativa presencia de producto mediterráneo. Su filosofía de vida gira entorno al trabajo diario en cocina. Se considera dura y estricta, siempre en busca de la perfección.

Cuando el restaurante ya funciona el azar la prepara para su siguiente batalla, le diagnostican una dura enfermedad. Esclerosis sistémica, dolencia crónica y dolorosa que la obliga a fuertes tratamientos, autotransplante de médula y estancias hospitalarias prolongadas. Ahora convive con ella.

«Desde que enfermé he aprendido a escuchar a los demás, a dar placer a los de mi entorno, a entrar en sus vidas. Antes era exageradamente decidida, todo debía ser al momento, instantáneo. Estoy aprendiendo a pelear con rabia y con amor. En el hospital he sentido la bondad humana». Continúa con su lección de vida: «Todo lo bueno y lo malo que hacemos en la vida nos regresa tarde o temprano. De la tierra no nos vamos sin pagar las facturas, buenas o malas. Mi cocina es todo corazón».

Se cumplen diez años desde la apertura del restaurante, primero en Sant Magí y luego en su actual ubicación de la calle Cotoner, y 18 desde su llegada a la isla, se siente tan mallorquina como peruana, sin olvidar nunca sus raíces y lo bueno que le ha dado la vida.

'Danza con ángeles', una lección de vida

En 2022 publica un libro, de corte autobiográfico, en el que cuenta su recorrido vital, sus vivencias, de manera apasionada, desde sus inicios hasta estos días. 

Lo primero que sorprende es la dedicatoria: a las piedras del camino. Es la crónica de una mujer fuerte que ha superado circunstancias muy desfavorables, sabiendo aprovechar los periodos en que el viento soplaba a favor. En los momentos mas sombríos su energía vital la empuja a salir adelante. Cuenta su vida como una montaña rusa, con vaivenes hacia el cielo y bajadas al infierno. Repasa las personas que han importado en su existencia y como ha aprovechado las oportunidades que le han dado.

Destaca de manera especial la llegada a sus vida de Nadal Real, que la trajo a Mallorca y la de Roberto, compañero inseparable y socio fiel.

Al final del libro reproduce un artículo de Álvaro Delgado, donde cuenta de forma apasionada el recorrido vital de Irene. Una lección de vida que vale la pena leer.

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