SEXUALIDAD

Genealogía feminista para conocer la vida sexual de nuestras tatarabuelas

La historiadora Elena Lázaro Real ha ganado el Premio Celia Amorós con un ensayo que indaga en la sexualidad femenina española del siglo XIX

Retrato del pintor francés Jean-Léón Gérome (1824-1904) en el Museo Thyssen.

Retrato del pintor francés Jean-Léón Gérome (1824-1904) en el Museo Thyssen. / EFE

Violeta Molina Gallardo

Nuestras tatarabuelas del siglo XIX "eran más libres" en el sexo de lo que pensamos. La historia de la sexualidad está llena de mentiras y huérfana del relato femenino sobre el deseo y el placer de las mujeres. La historiadora Elena Lázaro Real acaba de ganar el Premio de Ensayo Feminista Celia Amorós con una investigación que busca arrojar luz sobre la "esfera más oculta" de la actividad humana.

La medicina, la Iglesia y las leyes decimonónicas eran responsables de un discurso "dominante", opresor y "absolutamente castrante" de la sexualidad femenina: la mujer era fisiológicamente incapaz de sentir deseo y si lo hacía, era una enferma y una pecadora. El control del cuerpo y el deseo femeninos eran una manera más de someterlas.

Sin embargo, Lázaro Real se preguntaba si en un momento histórico de cambio de régimen, con la emergencia y desarrollo de las ideas feministas, el feminismo no se ocupó del discurso de la sexualidad. Era un "reto" por cuanto el sexo ha permanecido siempre en la penumbra de la historia, mucho más el sexo de las mujeres.

"Quise rastrear en el pensamiento y la obra de las feministas españolas. (...) Mi idea era rastrear qué decían los discursos dominantes médico, religioso y del Código Penal, si fueron tan dominantes y condicionaron tanto la sexualidad femenina y si encontraron tanto discursos como prácticas que los contradijeran o combatieran", explica la historiadora y periodista a El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica.

Ni frígidas ni ángeles del hogar

No sólo de teoría vive la mujer. En el ensayo premiado por el Instituto de las Mujeres, y titulado 'Feminismos y sexo. Una mirada histórica al origen del pensamiento feminista español sobre el deseo sexual de las mujeres', Lázaro Real hace genealogía de las propuestas intelectuales y artísticas que reivindicaron la independencia sexual femenina, pero también trata de reconstruir cómo las mujeres de la época vivían el sexo: ¿estaban sometidas, únicamente lo entendían para procrear o transgredían esas normas morales y disfrutaban?

"¿Qué he encontrado? En cuanto a prácticas sexuales, que evidentemente las tatarabuelas se lo montaban igual que nosotras: como podían. Es mentira que las mujeres fueran como ese retrato que nos ha llegado, ángeles del hogar, frígidas cuyo único interés en el sexo era tener hijos. (...) En la práctica las mujeres eran más libres de lo que se nos ha podido hacer creer; otra cosa es que fueran conscientes y militaran en la conciencia de su derecho al deseo y al placer", subraya la investigadora.

La historiadora ha analizado casi 1.400 documentos para para intentar acceder a la intimidad de las mujeres decimonónicas. Son pocos los diarios y las cartas de mujeres sobre sexo, en comparación con la documentación que existe en otros países, pero el trabajo ha ahondado en fuentes históricas relevantísimas como son los sumarios de los juicios de delitos sexuales que recogen el testimonio directo de mujeres.

En ellos se encuentran relatos que muestran a las mujeres como sujetos sexuales activos: mujeres que se fugaban con sus novios, que se escapaban de casa para cometer adulterio, que mantenían relaciones sexuales antes del matrimonio...

¿Se ocupó el feminismo del placer y la autonomía de los cuerpos ya en el XIX? Hay que poner el foco en el momento histórico: se popularizan las ideologías, que llegan a las masas, y el feminismo se extiende entre ellas. Los mensajes emancipatorios se dirigen a las mujeres (primero en cuanto a los derechos a la educación y el trabajo, después relativos a los derechos políticos) en el contexto histórico de cambio hacia la modernidad.

"Cuando tratan de ser iguales políticamente, de no quedarse fuera del cambio, hay discursos que justifican biológicamente la inferioridad intelectual de las mujeres, que pretenden sacarlas de lo público. Pero no solamente de lo público, diciendo que no piensan bien, que no votan bien, también hay un discurso para controlarlas: se les dice qué tienen que hacer con sus cuerpos, en sus casa y en la cama: que es ponerse al servicio de la maternidad y la que no lo cumpliera era una enferma, una histérica y una ninfómana", sostiene Lázaro Real.

La fuerza de la ola feminista tuvo una reacción desde los púlpitos de las iglesias. La investigadora recuerda que la doctrina y la pastoral de la mujer se desarrollan a finales del siglo XIX "cuando el feminismo está triunfando".

Amor libre y sin culpa

Contra los discursos castrantes hubo mujeres que pensaron de otra manera, como Teresa Mañé, Concepción Gimeno, Emilia Pardo Bazán o Hildegart Rodríguez Carballeira. Pensadoras feministas con el mensaje de que el cuerpo es de una.

Mañé, anarquista, "introduce el discurso más potente sobre la libertad sexual" y aboga por el control de la natalidad y el amor libre e independiente alejado de la culpa.

Concepción Gimeno era católica y liberal y reivindica la castidad, "el derecho a no practicar sexo para no convertirte en una esclava de tu marido y tener cincuenta hijos": insta a practicar la abstinencia y la intelectualidad, a que lean más libros y tengan menos hijos. "Dejen de ser floreros para sus maridos, métanse menos en la cama".

Pardo Bazán aparece como una mujer sexualmente liberada, que se casó, se separó y se echó de amante a Benito Pérez Galdós, a quien escribió cartas confesándole que deseaba espachurrarlo, destaca la historiadora.

Lázaro Real cuenta que Hildegart Rodríguez Carballeira -niña precoz conocida por su asesinato trágico a manos de su madre- fue una "figura fundamental": sexóloga propagandista, teorizó y divulgó sobre educación sexual. Ya en los años 30 habla directamente de libertad sexual de las mujeres.

Un hombre aparece en el relato de la historiadora, Felipe Trigo, médico y novelista que defendió la superioridad sexual de las mujeres, dotadas con cuerpos más capacitados para sentir el placer. El relato de la inferioridad y pasividad sexual femeninas que ha llegado hasta nuestros días nace en el siglo XIX.

"Ahí se construye el discurso dominante de la sexualidad que nos hace a las mujeres unas frígidas y a los hombres, hiperactivos sexuales. Para vivir una sexualidad sana tenemos que entender esto también, porque este bombardeo es una mochila que arrastramos. Las mujeres hace doscientos años nos vienen hablando de esto sin ningún problema, otra cosa es que no hayamos conseguido que deje de ser el relato dominante", asevera. Falta pedagogía, falta educación sexual, pero el feminismo sigue al pie del cañón.

'Feminismos y sexo. Una mirada histórica al origen del pensamiento feminista español sobre el deseo sexual de las mujeres' se publicará el próximo otoño.