Alimentación

Pobreza y obesidad infantil: "Las chuches son el único 'sí' que le puedo dar a mi hija"

Una madre y una abuela que apenas llegan a fin de mes explican cómo gestionan la alimentación diaria de sus familias

Nubia Santamaría, en la cocina de los talleres de alimentación saludable que organiza el Ayuntamiento de Barcelona.

Nubia Santamaría, en la cocina de los talleres de alimentación saludable que organiza el Ayuntamiento de Barcelona. / FERRAN NADEU

Elisenda Colell

La una es madre en solitario de una adolescente de 15 años. La otra, abuela de cuatro niños de entre 12 y 4 años. Se llaman Keby Goff Nubi Santamaría y ambas comparten la angustia de tener que llenar los platos de la comida a diario, sin saber cómo. Tratan de que sus hijos y nietos puedan comer tres veces al día, aunque reconocen que abusan de los hidratos y que la fruta es un lujo. "Comemos menos pero estamos más gordos -cuenta Santamaría-. Claro que la mala alimentación nos afecta a la salud". "Estoy tan harta de tener que negárselo todo que las chuches son lo único a lo que le puedo decir que sí", cuenta Goff. Juntas participan en los talleres de cocina comunitarios del proyecto Alimenta que impulsa el Ayuntamiento de Barcelona: una vez al mes cocinan con otros usuarios de servicios sociales y logran salvar un par de comidas al mes, aparte de las cestas de los comedores sociales que se les facilita.

"Para comer cada día haces maravillas y aprendes a economizar", se sincera Santamaría. Es colombiana, llegó a Cataluña poco antes de la pandemia y poco a poco ha ido trayendo a su familia, todos amenazados por las mafias de la droga. Ni ella ni sus hijos tienen permiso de trabajo, pero van trampeando con empleos en la economía informal: cuidando dependientes, en la construcción o la restauración. "Lo primero que pagamos es el alquiler y las facturas: después viene la comida", asegura Santamaría. Ella vive con sus hijos y nietos en dos habitaciones subarrendadas en L'Hospitalet de Llobregat que les cuestan 600 euros al mes.

Goff, por su parte, es madre en solitario, proviene de Honduras y busca trabajo como si fuera aire para respirar. Dan gracias que, al menos, en sus pisos no tienen que pagar un extra por ducharse o usar la cocina. "Hay familias que tienen un camping gas en la habitación para poder cocinar", cuenta Lidia González, directora de la asociación Itaca.

El "lujo" de la fruta

Para ellas, la dieta saludable suena a utopía. "Vamos a los servicios sociales una vez al mes para que nos den comida: pero no nos alcanza para todo el mes", reconoce Goff. Allí consiguen pasta, arroz, latas de tomate, atún y botes de lentejas. "Lo bueno que tiene es que dura más, te da mayor rendimiento y te llena más la barriga", explica Santamaría. En eso basan su alimentación. El pescado hace años que no lo ven. "A los niños les damos pollo y huevos, lo más barato", se resigna Santamaría. "La fruta y la verdura es un extra, cuando tenemos algo de dinero ahorrado compras lo más barato que encuentras", explica Goff.

"Mi hija se cansa de comer pasta y arroz todo el día, yo lo entiendo... pero no tengo otra opción", cuenta Goff con voz entrecortada. Está cansada de tener que decirle que no a su hija. "El otro día me dijo que quería hacer una extraescolar y le contesté que no podíamos pagarlo. Tampoco las excursiones del cole. Por eso, cuando me pide chuches o alguna bollería, le digo que sí, no es tan caro", prosigue. Es lo que se conoce como 'efecto compensatorio' del azúcar: un 'sí' para tratar de apaciguar tantos 'noes'. Santamaría asiente con lágrimas: ha pasado por lo mismo. "Alguna vez les compro sandía, que es su comida favorita, pero es un lujo", admite la abuela.

Diabetes y sobrepeso

Ambas sostienen que esta mala alimentación les está pasando factura. Goff, además, tiene diabetes. "¿Como quieres que cumpla con la dieta que me dice el médico?", se pregunta. "Como menos pero estoy más gorda, y los niños también han engordado... claro que es por la mala alimentación", admite Santamaría. "Tenemos varios usuarios con diabetes y muchos más con obesidad, especialmente mayores de 50 años", explica Araceli Carrillo, dinamizadora del proyecto Alimenta del Ayuntamiento de Barcelona, en el que participan las dos mujeres, 130 personas en toda la ciudad.

Una vez al mes asisten al centro cívico de Sant Martí para cocinar con personas en su misma situación y llevarse los 'tuppers' a casa. "Está muy bien hablar de alimentación saludable, pero a esta gente no les da, sobreviven de los bancos de alimentos, que no acostumbran a acceder a producto fresco. Aquí al menos les damos los ingredientes para que puedan cocinar algo saludable", dice Carrillo. Uno de los talleres estrella de estas cocinas, de hecho, son las recetas de menestras de verduras. "Son botes que reparte el banco de alimentos pero que la gente no sabe cocinar", explica Josep Antoni Arroyo, director operativo de la iniciativa. Las dos mujeres también agradecen el espacio. "Te distraen de tus problemas, haces amigas.... Hacen que tengas fuerzas de salir y no te encierres en tu cuarto llorando", agradece Goff.

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