Movimiento scout
El Agrupament Escolta i Guia Jaume I i Verge de Lluc celebra seis décadas de vida infundiendo amor y respeto a los jóvenes de Mallorca
«El escultismo es una escuela de vida», defiende Tomeu Suau, uno de sus impulsores en Mallorca
Redacción
El escultismo, el movimiento juvenil que fundó a principios del siglo XX Baden Powell, «es una escuela de vida», defiende Tomeu Suau, sacerdote vinculado a la Parroquia de la Encarnación, donde el pasado sábado se celebraron los 60 años del Agrupament Escolta i Guia Jaume I i Verge de Lluc, uno de los más antiguos de Mallorca.
La del sábado fue una jornada divertida, llena de juegos, buenas palabras, cena incluida y ballada, a cargo del grupo Roada. También hubo tiempo para el recuerdo y el reencuentro, con antiguos scouts. Tomeu Suau, uno de los impulsores del escultismo en Mallorca, no faltó a la cita. Cuando tenía 28 años, hoy tiene 84, descubrió el movimiento scout y advirtió que «era realmente interesante, pues plasmaba lo que significa la palabra educación, es decir, sacar de dentro, formar a un joven, desarrollando sus facultades, todas, las físicas, las intelectuales, las morales, las internas… Sacar todo lo que como persona humana llevamos dentro».
En aquel tiempo, a principios de los años 60, cuando no había «ni móviles, ni PlayStation ni televisión», Suau, recién salido del seminario, entró en la Parroquia de la Encarnación y se encontró con «un montón de jóvenes interesados en el escultismo», movimiento al que decidió apoyar, no sin esfuerzo, el suyo y el de los scouts. «Los campamentos de verano eran con tienda de campaña y mochila, no había albergues, ni GPS, como ahora. Había que pedir permiso a la finca para poder acampar, arreglárselas con el agua y mil cosas más. La naturaleza como marco para el juego y descubrir sus maravillas en todos los sentidos. Siempre he considerado el escultismo como complementario de la familia y la escuela», subraya.
La figura del monitor, del 'cap'
Uno de los pilares del escultismo, como proyecto educativo, siempre ha sido la figura del monitor, el cap. «Se estudiaban los objetivos, las necesidades de los chicos, qué juegos eran los apropiados para que adquieran valores… Se buscaba el desarrollo del esfuerzo, de la participación, la cooperación, la responsabilidad, el conocimiento», recuerda Suau, quien no olvida sus viajes por la ruta de los castillos cátaros del sur de Francia o su aventura con los scouts, durante 22 horas, en la Cova de sa Campana, practicando el rápel.
«El mundo escolta es otro mundo», afirma Isabel Molina Ferrer, cap d’agrupament junto a Marta Suau del AEiG Jaume I i Verge de Lluc. «El escultismo inculca el amor a nuestra tierra, defender la naturaleza, cuidarla, valorarla, entenderla, y también compromiso con el agrupamiento y con los demás, sobre todo la colaboración, la solidaridad y la empatía».
Isabel Molina asegura que el de los monitores «es un trabajo diario y voluntario», fruto del «amor al movimiento escolta y el amor a los niños. Sobre todo nos sentimos queridos por nuestros niños. Mis tres hijos, por ejemplo, son escoltas, y lo que dice su cap va a misa».
El escultismo continúa
No se acaba el camino. «Hemos cumplido 60 años y yo les deseo que sigan muchos más», comenta Tomeu Suau. «El escultismo ayuda a crecer, a caminar, sin imposiciones. No recuerdo ningún monitor que regañara a un chico, en todo caso se le ayuda a superarse, se le ofrece espacios de libertad para que uno pueda llegar a tomar decisiones personales».
«Nosotros vivimos el escultismo con cierta austeridad —continúa—, en aquellos tiempos no teníamos subvenciones, y había que arreglárselas para conseguir una mochila o una tienda de campaña. En una de aquellas salidas una niñita de ocho años recuerdo que nos dijo: doy gracias a Dios porque nuestra tienda no tiene ninguna arruga. Dijo lo que sentía. En aquella respuesta había descubierto el sentido de la belleza, una buena tienda, sin arrugas».
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