Hallazgo científico

La Península Ibérica fue el refugio de los últimos supervivientes de la Edad de Hielo

El estudio genético más grande hasta la fecha traza el mapa de las migraciones desde el Paleolítico Superior hasta el Neolítico

Reconstrucción de un cazador-recolector asociado a la cultura gravetiense.

Reconstrucción de un cazador-recolector asociado a la cultura gravetiense. / TOM BJOERKLUND

Valentina Raffio

Hace unos 20.000 años, mientras el mundo entero tiritaba bajo los efectos de una gran glaciación global, la Península Ibérica se convirtió en el refugio de los últimos supervivientes de la Edad del Hielo. El análisis genético más grande hasta la fecha de individuos que vivieron antes y después de este momento desvela cómo las poblaciones europeas de cazadores-recolectores fueron migrando durante el Neolítico y el Paleolítico para huir del frío extremo. Su estudio, publicado este miércoles en dos revistas de la familia 'Nature', supone una de las reconstrucciones más completas jamás hechas sobre los antiguos habitantes de Europa.

La investigación arranca con la historia de un individuo que vivió hace 23.000 años en la zona que ahora conocemos como cueva de Malalmuerzo de Granada. El análisis genómico de este especimen desvela, por ejemplo, que este antiguo poblador del sur de España portaba el legado genético de otras culturas europeas. Según explican los científicos que han liderado este análisis, esto apunta a una cierta conexión entre diferentes poblaciones que habitaron el continente europeo durante ese periodo. También sugiere que la Península Ibérica fue un punto clave en los movimientos migratorios, así como en las contracciones y expansiones que se produjeron antes y después de la última Edad de Hielo.

Un estudio paralelo, también publicado este miércoles, reconstruye la historia de un centenar de individuos que vivieron en diferentes puntos de Europa durante este periodo en el que gran parte del terreno estaba cubierto de hielo. Entre estos también se incluyen los antiguos habitantes de los yacimientos catalanes de Mollet y Reclau Viver (Girona). Los análisis sugieren una cierta conexión genética entre, por ejemplo, un individuo que vivió en Bélgica hace 35.000 años y otros que vivieron en la Península Ibérica y Francia. Esto evidencia, por un lado, las dinámicas de migraciones en ese periodo y, por otro lado, la continuidad genética entre las diferentes poblaciones europeas de la época.

La diáspora de los primeros humanos modernos

Para entender un poco más la importancia de estos hallazgos, demos un paso atrás y vayamos al principio de esta historia. Hace unos 100.000 años, el continente europeo estaba inmerso en una gran glaciación. Justo durante este periodo, los primeros humanos anatómicamente modernos llegaron por estos lares. Se trataba de grupos de cazadores-recolectores que, mientras vagaban por el territorio, desarrollaron sus propias prácticas culturales y artísticas. Estas poblaciones fueron migrando durante miles de años hasta que la glaciación convirtió el continente en una zona inhabitable. Cuando el clima se templó, hace unos 9.000 años, surgieron las primeras culturas que dependían de la agricultura.

Los estudios presentados reconstruyen la historia de los últimos supervivientes de la Edad de Hielo. "El periodo más frío de la Edad de Hielo se correlaciona con grandes desplazamientos y reemplazamientos de poblaciones en Europa central", destaca Vanessa Villalba-Mouco, autora de estos artículos e investigadora del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF) y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva. Según explica la investigadora, la Península Ibérica no solo fue el refugio en el que se ampararon los últimos supervivientes de la Edad de Hielo sino que, además, fueron el epicentro a partir del cual después se volvieron a expandir por Europa.

Un detalle curioso de todo este proceso de migraciones, también desvelado ahora, tiene que ver con la falta de conexión genética entre Europa y el Norte de África durante este periodo. Los análisis genéticos apuntan a que las poblaciones de cazadores-recolectores no cruzaron el estrecho de Gibraltar. Ni siquiera cuando la gran glaciación provocó un descenso del mar de 150 metros y, al menos teóricamente, cruzar el charco debía ser mucho más fácil. "Esto demuestra que el Estrecho de Gibraltar seguía siendo una barrera geográfica formidable para los movimientos de las poblaciones humanas", explica Carles Lalueza Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva y actual director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (MCNB).

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