Entrevista

Eva Leitman-Bohrer: "Recordar los horrores de la ‘Shoá’ es hoy más necesario que nunca"

Judía, húngara y madrileña, su relato es tan desgarrador como imprescindible

Eva.

Eva.

José Domingo Méndez

"Ni protagonista ni víctima. Presénteme como transmisora de la Shoá (el Holocausto) a través de la historia de mi familia". Eso es lo que ha hecho, contar la experiencia, en Tenerife. Eva Leitman-Bohrer (Budapest, 1944). Judía, húngara y madrileña, su relato es tan desgarrador como imprescindible.

"Nací el 29 de junio de 1944 en Budapest. Un año y un día malísimo para nacer". La frase es suya. Explíquela.

Ese fue un día muy especial en la capital de Hungría. Los aliados bombardeaban duramente la ciudad, mientras los fascistas locales de la Cruz Flechada, y los alemanes nazis, que habían invadido el país en marzo, cazaban judíos. Por eso lo digo. Un día terrorífico. Nací en una clínica donde aceptaron a mi madre durante apenas una hora porque había que pagar y luego nos refugiamos en un sótano. Fui un autentico bebé milagro como dije durante la conmemoración de las víctimas del Holocausto, la Shoá para nosotros, en el Parlamento de Canarias. Mi madre tuvo que pasarlo muy mal para dar a luz. Lugo pensó que yo no viviría porque no podía alimentarme mucho al estar desnutrida. Yo nací también así y hasta los 10 años me trataron por raquitismo con inyecciones de vitamina B12. También pensó que me quedaría sorda por el ruido de las bombas.

Su conferencia en la Real Sociedad Económica de Amigos del País (RSEAP) de La Laguna dentro de las jornadas de memoria de la Shoá llevó por título Historia de mi familia en la Shoá. El título sugiere mucho.

Yo era un bebé y lo que cuento es ni más ni menos la historia de mi familia húngara-judía. Mis abuelos nacieron en un pueblo cercano al Lago Balaton a unos 200 kilómetros de la capital. Emigraron Budapest en 1918 para huir de un progromo –matanza multitudinaria de gente indefensa, especialmente judíos–. Mi abuelo tenía una empresa de camiones y le iba muy bien. Mi madre, Katy, tuvo una educación exquisita y se casó muy joven, a los 17 años, con Arthur Leitman, mi padre biológico que fue asesinado en las llamadas marchas de la muerte. Tuve un hermano ocho años mayor Tomy, que murió a los 23. Mi abuela, Rózsi, una mujer empoderada y emprendedora tuvo el valor de irse en 1939 a Tánger, zona internacional entonces donde se refugiaron muchos judíos de Europa central y con una comunidad hebrea importante, junto a una cuñada. Allí montó un restaurante, tal vez porque en la época lo que sabía hacer bien una mujer era cocinar. Nos reclamó a mi madre y a mí en 1947 y en 1954, cuando tenía diez años, dimos el salto a España, no sé bien por qué. Mi abuela montó en Madrid otro restaurante.

¿Que papel jugó en su vida el diplomático español Ángel Sanz Briz, el Ángel de Budapest?

Un papel clave porque gracias a él, que salvó más de 5.000 judíos, mi madre, Katy, y yo logramos escapar a España. Resultó fundamental un documento del Ministerio de Trabajo español que certificaba que mi abuela desarrollaba allí su labor. Eso nos permitió entrar en la casa protegida por Ángel Sanz. El correo funcionaba y después de nacer yo mi madre pasó por su casa, ya requisada por los nazis. El portero le entregó unas cartas de mi abuelo selladas aquí y le dijo que en la embajada estaban protegiendo a quien pudiera demostrar alguna relación con España. Sanz fue un héroe y luchamos por hacer realidad algún monumento público a su memoria.

"Aquí me he sentido arropada y me ha emocionado la acogida de gente desconocida"

Cuenta en un libro, ‘Los papeles secretos de Pape’, el increíble descubrimiento, hace cinco años, de los documentos de su padre adoptivo, Joseph Bohrer.

Fue una labor conjunta de investigación durante dos años y medio con Alexandra Ciniglio, periodista panameña y mi amiga. Mis padres no quisieron cargarnos con mochilas que pensaban que no nos correspondían y su intención era mirar hacia delante. Pero luego yo recogí esa mochila. En 2017, tras la muerte de mi padre adoptivo, al que considero simplemente mi padre, a los 98, encontré en una caja fuerte de la casa familiar una serie de archivos y documentos. Estuve apunto de tirarlos pero los conservé. Había sobres con el nombre de cada personas de la familia donde apuntaba minuciosamente datos sobre ella. Entre los papeles estaba el pasaporte de la Cruz Roja Internacional de mi abuela Rozsi, correspondencia e incluso un certificado de nacimiento de mi madre que revelaba que había sobrevivido al campo de concentración de Mauthausen, cosa que yo no sabía. Fue un trabajo riguroso e intenso guiadas por la voluntad de que se conociera toda la verdad. Así surgió Los papeles secretos de Pape, una historia del de sufrimiento y sobre la manera de salir adelante de una familia tras la Shoá que me gustaría que leyeran sobre todo los más jóvenes. Por eso quería que fuera sencillo y verdadero para que cualquier adolescente lo pudiera leer. No quiero ser víctima ni protagonizar nada. Solo una transmisora de la Shoá a través de la historia de mi familia que es una más entre los seis millones de víctimas judías.

¿Cómo fue su vida en aquella España de posguerra civil?

Yo sabía que era diferente a los demás niños. Éramos húngaros, pero no de la Hungría soviética de aquel momento. En aquella España franquista no me podía identificar con los otros. A mi hermano y a mí nos inscribieron en el Liceo Francés porque todos los colegios eran religiosos e impartían los preceptos del catolicismo.

Cada 27 de enero se conmemora la liberación en 1945 del campo de concentración y exterminio de Auschwitz. La Unesco rinde tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto y ratifica su compromiso contra el antisemitismo, el racismo y toda intolerancia violenta. ¿Sigue siendo necesaria hoy la memoria?

Hoy más que nunca porque aunque en Bachillerato los chicos la estudian las estadísticas demuestran que en Europa ellos, y también los adultos, desconocen en buena medida qué fue la Shoá. Cuando mueran los últimos supervivientes y queda poco por razones biológica solo permanecerá lo que hemos hecho como las películas, los monumentos, los libros y los actos. Nada puede representar lo que pasó pero lo intentan. A veces como con La lista de Schlinder con una repercusión brutal. Fue la maldad en estado puro y las ceremonias deben hacer reflexionar sobre la memoria.

"Trabajamos para rendir homenaje a la memoria de Sanz Briz, el Ángel de Budapest"

¿Hay todavía capacidad para perdonar tanto sufrimiento?.

Perdonar sí, tal vez, pero no olvidar. No sé donde está el equilibrio. Las jóvenes generaciones de alemanes no son culpables porque no se hereda la culpa pero he estado en Alemania y cuando he visto personas mayores no he podido evitar un escalofrío.

¿Le preocupa el rebrote del antisemitismo y el crecimiento en Europa de las ideas xenófobas y los discursos de odio?

Sí, claro que sí. Con respecto a los judíos y a otros colectivos. Soy patrona de la Fundación Violeta Friedman (víctima y superviviente) y eso nos lleva a hacer muchos actos contra el antisemitismo, la xenofobia o la intolerancia. Está un poco soterrado ese rebrote y en algunos medios muy específicos. Nunca he tenido ningún problema, no escondo mis orígenes y siempre he estado en primera línea. Por ejemplo, como presidenta durante muchos años del Consejo Español de Mujeres Israelitas. Ha existido y la extrema derecha es antisemita pero también la extrema izquierda. Los extremos son siempre intolerantes.

¿Habrá alguna vez solución al problema palestino?

Me considero apolítica en esto, pero no me gustan los extremos, repito. La Shoá es tanto de derechas como de izquierdas. Soy proisrealí y hay que estudiar Historia, currárselo muy bien, antes de tener una opinión formada, aunque las respeto todas.

¿Conocía Tenerife?

Había estado antes en Las Palmas, pero aquí no. Mi sensación ha sido captar una enorme simpatía. Me sentí maravillosamente acogida, con mucho cariño de las personas y de las instituciones, sobre todo del Parlamento canario. Espero que mantengan la iniciativa de recordar la Shoá. Me emocionó mucho la respuesta de gente a la que no conocía de nada.

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