Galicia

Una lata avisa a Narciso si el Miño amenaza su casa bajo la carretera N-120

Vive desde hace tres años junto al río, muy crecido tras tanta lluvia | “Me despierto mucho y estoy pendiente”, afirma | El mal tiempo complica su modo de vida: crear pompas de jabón

Desde el interior de su vivienda, Narciso Barreira muestra la lata que ha colgado para percibir la alerta si hay crecida.

Desde el interior de su vivienda, Narciso Barreira muestra la lata que ha colgado para percibir la alerta si hay crecida. / Fernando Casanova

Javier Fraiz | @javier_fraiz

El Miño parece el mar después de tanta lluvia, y el deshielo tras la nevada engordará los afluentes. El nivel del río superó el viernes los 7 metros y medio en Ourense, y en A Peroxa se activó el estado de emergencia del plan de inundaciones, debido a un riesgo alto de desbordamientos.

Por el aumento del caudal, cercano a los 2.500 metros cúbicos por segundo en algún momento de este viernes –la media de diciembre fue 347–, se intensificaba el rumor del agua en la desembocadura del Barbaña, bajo el Puente del Milenio. Con ese ruido blanco como paisaje sonoro vive Narciso Barreira, de 58 años, desde noviembre de 2019. Estos días de crecida está más pendiente de cómo respira el Miño, su entorno inmediato.

La primera crecida que hubo este año, la del 2 de enero, fue mayor”, asegura Narciso, mientras señala la altura que alcanzó entonces el río, cerca de una escalera –preparada por él mismo con adoquines– que lleva a su casa. “En 2020 estuvo más alto, se quedó a un metro ochenta. Lo del deshielo me hace desconfiar. Me da que va a ser una crecida...”, añade durante la charla.

Narciso, en el exterior de su vivienda, con el Miño cerca.

Narciso, en el exterior de su vivienda, con el Miño cerca. / F. Casanova

Una lata enganchada a un cable “es mi sistema de alarma”, relativiza. Si el agua alcanzara el nivel en el que cuelga el objeto, el ruido alertaría de la crecida, cree Narciso. En 2001, el Miño llegó a la cota en la que él tiene ahora su domicilio, donde ya está empadronado.

“Me despierto mucho por las noches, cada tres o cuatro horas, tengo el sueño muy sensible. Me levanto y veo cómo va el río”, cuenta este hombre de origen portugués, “feliz” en su infravivienda bajo la carretera nacional N-120 y el paseo de las Ninfas, en la que comparte la vida, desde abril de 2021, junto a su fiel perro Alien. “Es mi mejor amigo. Es cariñoso y buen guardián”, valora.

Narciso y su perro Alien, en el lugar donde viven.

Narciso y su perro Alien, en el lugar donde viven. / F. Casanova

El 2 de enero, la Policía Local se presentó en su vivienda para interesarse por él, debido al elevado caudal que llevaba el río, como estos días. “Les dije: no pasa nada, no se preocupen, que estoy prevenido”.

“Se vés por ben, meu amigo, entra xa, a casa é túa. Se vés por mal, mellor que quedes na rúa”, avisa un cartón manuscrito sobre la entrada de su casa, que cierra con un palé. Plantó unos arbustos perennes, con afán decorativo, y en una pequeña sección de un lateral ha cultivado hierbabuena, menta y rúcula.

Por las noches se refugia bajo las ropas y las mantas dentro de una minicueva en la pared del pilar de la carretera, y ahí mitiga el frío. Entre la nacional y el paseo hay un hueco pequeño por el que cae el agua abundantemente cuando llueve. Logra desalojarla con cubos hacia desagües naturales del terreno. Una fuga le permite disponer de agua para cocinar y lavar los platos.

Narciso y, detrás, el lugar donde vive bajo la carretera.

Narciso y, detrás, el lugar donde vive bajo la carretera. / F. Casanova

Tantas lluvias durante tanto tiempo –se avecinan unos días de tregua gracias al anticiclón– han dificultado su modo de vida: hacer pompas de jabón en la calle. “Ni un duro. Llueve y la gente no sale”.

¿Y el albergue municipal?: "La libertad no hay quien la pague"

El dinero que pudo ahorrar con el trabajo en verano le da, por ahora, para sus gastos y los de su perro porque, para alimentarse él, cuenta con el apoyo del comedor social de Cáritas. Cruz Roja también le ha prestado ayuda y acude periódicamente a su casa, para interesarse por su estado.

La opción del albergue municipal no es para Narciso, zanja él mismo. “Allí estás cuatro días. ¿Una vez pasan, qué? La libertad no hay quien la pague”.

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