El biólogo marino español, Enric Sala que quiere salvar los océanos

Enric Sala, que el miércoles recibió el Premio Nat 2022, ha contribuido a crear 26 de las mayores reservas marinas del planeta con su proyecto ‘Pristine Seas’, que le llevó hace 14 años a abandonar la docencia para dedicarse a tiempo completo a la defensa de la naturaleza

Alberto Martín de Vidales

Martin Luther King pronunció el 28 de agosto de 1963 en Washington la famosa frase «tengo un sueño…», que ha inspirado a lo largo de los años a muchas personas que han querido cambiar el mundo. Precisamente en cambiar el planeta pensó el biólogo marino catalán Enric Sala Gamito cuando en 2008 creó el proyecto ‘Pristine Seas’, dirigido a concienciar de la necesidad de proteger los mares y los océanos. Con el paso de los años, este proyecto, avalado por la National Geographic Society, ha logrado crear 26 reservas marinas con una superficie de más de 6,5 millones de kilómetros cuadrados, equivalente a 14 veces la superficie de España.

Sala, nacido en Girona en 1968, estudió la carrera de Biología Marina en la Universidad de Barcelona, se doctoró en la Universidad Aix-Marseille de Francia y posteriormente realizó dos años de investigación en La Jolla (California), donde obtuvo una plaza de profesor en la Institución Scripps de Oceanografía. En 2007 regresó por un tiempo a casa para trabajar en el Centro de Estudios Avanzados de Blanes, donde sólo estuvo unos meses, ya que en 2008 National Geographic le aprobó el proyecto ‘Pristine Seas’ y lo hizo explorador residente.

LA COSTA BRAVA EN EL CORAZÓN

Sala confiesa que su afición por el mar la ha tenido «desde pequeño, cuando veía los documentales de Jacques Cousteau y por la influencia de la Costa Brava», un espacio que le ha marcado y que 25 años después de irse a los Estados Unidos todavía echa de menos, de la misma forma que «la familia y los amigos», a los que visita siempre que puede. «Llevo Girona y a la Costa Brava en el corazón», afirma. Esta influencia del lugar en el que creció incluso llevó al biólogo marino a realizar en las Islas Medas su trabajo de campo de doctorado de la Universidad de Aix-Marseille, aprovechando que en esas fechas estuvo viviendo en L’Estartit.

En 1997 decidió trasladarse a La Jolla, donde durante varios años ejerció como profesor. Didáctico por naturaleza, Sala asegura que disfruta impartiendo conferencias, algo que hace a menudo, pero admite que, curiosamente, no le gustaba «demasiado» ser profesor, una actividad que señala que no cree que vuelva a desarrollar. Esto tiene mucho que ver con que Sala, tal y como él mismo ha explicado en varias ocasiones, dejó la docencia harto de estar explicando el obituario del mar para pasar a la acción con más de 30 expediciones, un cambio que ya tuvo lugar en el 2008 con el nacimiento de su gran proyecto, ‘Pristine Seas’, una idea que se le ocurrió en Blanes, donde junto a unos amigos biólogos pasó unos meses. Sala explica que allí tuvo tiempo para pensar y decidió impulsar un proyecto para «ayudar a proteger los lugares más salvajes del mar».

El propio Sala define ‘Pristine Seas’ como «un proyecto para ayudar a llegar al 30por ciento del mar global protegido en 2030, trabajando con comunidades locales, pueblos indígenas, socios locales y gobiernos», lamentando que «la mayor parte de la humanidad vive ignorando la importancia de los océanos para nuestra supervivencia». Actualmente ‘Pristine Seas’ se encuentra detrás del 80 por ciento de los océanos protegidos del planeta, por lo que el proyecto se ha convertido en uno de los mayores impulsores de la conservación de estos espacios en el mundo. En marzo de 2009 tuvo lugar la primera expedición de ‘Pristine Seas’, y 13 años después detrás de este proyecto hay un equipo de más de treinta personas —científicos, cineastas y expertos en diversos ámbitos— que viajan por todo el mundo para proteger a la naturaleza.

Por otra parte, Sala dirigió el importante estudio ‘Protección del océano global para la biodiversidad, los alimentos y el clima’, publicado en marzo de 2021 en la prestigiosa revista Nature. En este estudio un equipo internacional de 26 personas identificó las áreas oceánicas que en caso de estar protegidas permitirían resolver la crisis climática, alimentaria y biodiversidad en la que se encuentra el mundo actualmente. Con estas acciones se podría proteger a más del 80 por ciento de los hábitats de especies marinas en peligro de extinción y aumentarían las capturas de pesca en más de 8 millones de toneladas métricas, según los datos ofrecidos por la National Geographic Society.

Volviendo a su querida Costa Brava, el biólogo marino gerundense asegura que «cuando la gente va allí la mayoría sólo quiere agua limpia para bañarse y pescado y marisco para comer, pero no saben que la mayoría del pescado viene de fuera, ya que allí no queda suficiente», advirtiendo de que «el Mediterráneo es el mar más sobrepescado del planeta».

LA CIVILIZACIÓN, EN PELIGRO

Sala nunca rehuye decir las cosas por su nombre y advertir al ser humano de su dañina acción sobre su entorno, ya sea impartiendo conferencias, participando en documentales o en entrevistas en los medios: «Si seguimos destruyendo la naturaleza al ritmo actual, la civilización humana tal y como la conocemos va a desaparecer en este siglo». Como dice el dicho, se puede decir más alto, pero no más claro. Y Sala, que no entiende que no se hagan más cosas ante esta emergencia climática, ofrece datos concretos advirtiendo que «aunque lo sabemos, hoy protegemos sólo el 16 por ciento de la tierra y el 8 por ciento del mar, y en Cataluña sólo hay 2,5 kilómetros cuadrados protegidos de pesca, es incomprensible».

Y ofrece una reflexión: «Sabemos que más reservas marinas ayudarían a crear puestos de trabajo, traer turismo de mayor calidad y mayores ingresos económicos, pero para ello es necesario liderazgo político». Precisamente, Sala es un experto en generar ese liderazgo político imprescindible para el desarrollo de las reservas marinas, ya que ha convencido a numerosos mandatarios de la necesidad de proteger a los océanos. «A los líderes se les convence primero enamorándoles del mar, por lo que les llevamos a bucear con nosotros o dentro de un submarino, y si no pueden venir les mostramos vídeos», explica. De este modo, «primero llegamos al corazón y después a la cabeza», de la misma forma que «les hacemos entender la fragilidad del mar mostrándoles nuestros estudios científicos y económicos».

DI CAPRIO, «AMIGO Y SOCIO»

Pero con la contundencia de sus argumentos, Sala no sólo persuade a líderes mundiales, sino también a personas famosas y poderosas que con su influencia y empuje económico pueden ayudar mucho a conservar el planeta. Así ha sido con el actor estadounidense Leonardo di Caprio, con quien colaboró en un documental. Explica que «mi amigo y socio Leonardo di Caprio es un ambientalista apasionado y dedicado», y añade que «tuve la suerte de colaborar en su documental Before the Flood, que es un manifiesto extraordinario sobre la urgencia de actuar contra el calentamiento global».

La importante labor de Sala le ha llevado a recibir numerosos reconocimientos, entre ellos la Medalla Hubbard, el premio más prestigioso de National Geographic, o la Medalla Alberto I en Mónaco. En 2008, el Foro Económico Mundial de Davos lo incluyó entre los jóvenes líderes más influyentes del mundo. Los últimos galardones han llegado desde más cerca de casa, ya que en mayo el Ilustre Colegio de Procuradores de Girona le distinguió con el premio Procura, mientras que el pasado miércoles el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona le concedió el Premio Nat 2022. Sobre estos galardones, el biólogo marino gerundense asegura que «nuestro trabajo ha recibido unos cuantos reconocimientos que nos honran, pero al mismo tiempo nos empujan a hacer más; desgraciadamente no podemos dormirnos en los laureles».

Enric Sala ha publicado este año La naturaleza de la naturaleza, un libro que él mismo ha definido como «una carta de amor a nuestro planeta» y en el que nos recuerda por qué nuestra supervivencia depende de todas las especies. «Recomendaría a todo el mundo que escriba una carta de amor a nuestro planeta, que todo el mundo piense por qué deberíamos estar agradecidos», señala el científico gerundense. En esta obra, Sala también habla del covid, una enfermedad que, al ser preguntado, explica que «nos ha puesto en su sitio, pero parece que no hemos aprendido nada, y ya estamos actuando una vez más como si el mundo fuera inagotable».

Asimismo, añade que «la especie humana es quizás la más arrogante del planeta». Tan arrogante que, como recuerda Sala, «dedicamos un presupuesto mucho más alto a explorar el espacio que el mar de nuestro propio planeta». En todo caso, considera que «no debe detenerse la exploración espacial, sino dedicar mucho más dinero a la investigación marina».

Finalmente, después de haber participado en tantas expediciones, Enric Sala asegura que «la Tierra es un planeta pequeño pero relativamente grande para un ser humano». Y explica que «he visitado lugares extraordinarios, pero todavía me quedan unos cuantos en la lista», afirmación con la que deja claro que todavía le quedan muchas aventuras por vivir y mucha labor pedagógica por hacer para convencer al mundo de que hay que salvar a los océanos.

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