El negocio de borrar y tapar tatuajes

Las nuevas tecnologías láser, menos dolorosas y más efectivas, llenan las clínicas de citas para la eliminación de marcas

Tania Dmitrochenko, dueña de Arte Salvaje, tatuando a un cliente.

Tania Dmitrochenko, dueña de Arte Salvaje, tatuando a un cliente. / Miguel Ángel Montesinos

Pablo Ramón Ochoa

Un guerrero heleno alcanzado por una flecha se desangra en el talón de Félix, un valenciano de 43 años. Obviamente la escena no ocurre de verdad, sino que es un dibujo sobre su piel. Félix, amante de la mitología griega, pensó que el destino había sido irónico con él: poco tiempo atrás, se había tatuado el nombre de su novia precisamente en el talón. Cuando rompieron y quiso olvidar su nombre fuera como fuera, pensó de forma inmediata en Aquiles. «Fue un proceso doloroso emocionalmente, el amor era mi punto débil y por eso decidí tapar el nombre con esa metáfora», cuenta Félix pasado el tiempo.

Borrarse tatuajes era un engorro hace unos años. Bien porque era necesario para presentarse a ciertas oposiciones, bien porque algunos empleadores no los toleraban, multitud de personas se sometían a las dolorosas sesiones que conlleva el borrado de tatuajes a láser. Pero los tiempos han cambiado y los avances han llegado de tres formas diferentes.

«Ahora viene muchísima más gente a tapárselo que a borrárselo», dice la tatuadora profesional Tania Dmitrochenko, dueña del estudio Arte Salvaje en València. Tania atiende a Levante-EMV justo después de retocar una tinta a un cliente. En el lenguaje de los tatuadores, cubrir un tatuaje se conoce con la expresión inglesa «cover up».

La evolución de ese mundillo ha llevado a los profesionales a tener que ser originales. «Antiguamente tapábamos un tatuaje con lo que fuera, encontrábamos un diseño más asequible, pero ahora se ha aplicado conocimiento de dibujo y pinturas. Muchas veces lo que se oculta son nombres, que no son simétricos, así que por ejemplo se pueden ofrecer bosques con árboles negros», comenta Tania.

El final del amor

La tatuadora revela en esa última frase el motivo principal que lleva a querer taparse un diseño: el final del amor. Exactamente lo que le pasó a Félix. El impulso del ser humano enamorado lleva a tomar decisiones que, por su exceso de romanticismo, terminan siendo un problema en el futuro. «Tengo un cliente que se ha tapado hasta cinco nombres de cinco novias», comenta Tania entre risas. La única duda es si ese cliente es el último romántico o un auténtico jeta. «El caso más común es querer ocultar los vínculos con otra persona, los nombres y las fechas en común se tatúan muchísimo. Yo, antes de empezar, le digo a la gente que no se los haga, pero no me hacen caso. Ha habido alguna persona que me ha dicho que se lo haga de tal manera que sea fácil tapárselo en el futuro », asevera.

El desamor es un motivo pero no el único. La moda le sigue de bastante cerca: los tatuajes tribales y las letras chinas que proliferaron en el mundo del ‘tattoo’ a principios de siglo han quedado desfasados.

Tania explica que recibe muchos clientes con viejos tribales obsoletos que transforma en flores, aprovechando su forma. Al haber mejorado las técnicas de colores, se las ingenia para transformar ese símbolo combativo en dibujos sosegados que incluyan tonos rosas, verdes o azules. «El arte ha cambiado tanto... La clave es que el nuevo tatuaje tiene que ser más bonito que el viejo».

El médico adjunto de Dermatología del Hospital La Fe Antonio Sahuquillo, que también trabaja en el ámbito privado en el borrado de ‘tattoos’, explica que «en las máquinas modernas hay mucho menos riesgo de quemaduras». «No tiene nada que ver las que teníamos hace diez años a ahora. Han evolucionado un montón y son altamente efectivas para eliminar la tinta y minimizar el riesgo de cicatrices», asevera Sahuquillo. El llamado láser de picosegundos se popularizó en 2019 y, además, es menos molesto -aunque la resistencia al dolor siempre es algo muy personal, dice-. «Con el número de sesiones adecuadas, en teoría se puede borrar el 100 %».

Según el doctor, «no hay evidencia científica de que sea peor borrarse el ‘tattoo’ que taparlo», aunque es una cuestión que es motivo de debate. Al borrar, explica Sahuquillo, lo que se hace es generar una cicatriz dérmica y en el mejor de los casos «hay que asumir algún riesgo de hiperpigmentación».

Félix se tatuó el nombre de su novia en el talón y, al romper, se lo tapó con el guerrero Aquiles. En casos como el de abajo la decisión es estética, al dejarle de gustar el diseño antiguo al tatuado.

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