El restaurante Can Torrat cumple 50 años

El origen del negocio fue la combinación de paseos a caballo con ‘torradas’

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B. Ramon

Raquel Galán

Raquel Galán

Los troncos de encina, olivo y almendro comienzan a prender sobre las once de la mañana y no dejan de hacerlo hasta pasada la medianoche, una tonelada diaria o incluso más durante el verano y la mitad en invierno. La parrilla de seis metros de longitud situada en el exterior de Can Torrat recibe unos 500 kilos de carne los días con mayor afluencia de clientes, mientras los 300 kilos de patatas de sa Pobla se fríen en la cocina con ajos y pimientos.

El popular restaurante de la Platja de Palma, en el camí de les Meravelles 25, cumple medio siglo con cifras de vértigo y manteniendo la esencia de sus inicios, cuando la primera generación de la familia Bauzá decidió enseñar a los turistas qué es una torrada mallorquina.

«Mi abuelo, Jaime Bauzá, tenía una caballeriza y ofrecía paseos por la playa. Como al final había más turistas que caballos, creaba grupos y mientras unos iban de excursión, los demás esperaban asando carne a la parrilla», relata la tercera generación al frente del pionero negocio, Lorena Bauzá, que cogió el relevo de su padre, Juan, tras jubilarse el pasado año y dejarle el caliu de la barbacoa y el secreto del éxito.

El restaurante nació en 1972 frente a las cuadras y una de sus señas de identidad desde entonces es que «la carne, que es fresca, se corta cuando los clientes solicitan lo que quieren, excepto el chuletón, que se corta por la mañana. Las piezas llegan enteras y aquí los carniceros se encargan de todo», explica sobre la labor de Joan, Manolo, Ramón y Tri en Can Torrat.

Can Torrat

Can Torrat

Tras realizar la selección, estos profesionales trasladan los platos demandados a la parrilla, donde comienza el trabajo de los cinco expertos: Mero, Agustín, Manuel, Fabio y Noe. «Su concentración es máxima para controlar el tiempo que necesita cada producto en las brasas y que todo cuadre para que la comanda de una mesa salga al mismo tiempo», tal como destaca la responsable. «No es igual hacer la carne con hueso que sin hueso. La primera tarda más y la otra solo necesita un par de minutos en la parrilla», señala.

Mero García, que estaba al frente del caliu durante el turno matinal, añade que «hay que tener presentes los cinco niveles de elaboración en función de los gustos del cliente: vuelta y vuelta, poco hecho, al punto, hecho y muy hecho», por lo que el proceso se complica aún más. Una ventaja de los clientes extranjeros es que «en una mesa, prácticamente todos quieren lo mismo, a diferencia del cliente de aquí». Lorena Bauzá desconoce el motivo, pero asegura que «con los cafés también ocurre».

Respecto al tiempo de la carne en la barbacoa, «la mayoría pide que esté al punto, tanto turistas como residentes»; y en cuanto a lo más demandado, coinciden en «entrecot y chuletas de cordero». Tras salir de la parrilla, hay que poner el aliño, otro «secreto» de la casa, bromea la responsable. Ella vivió su infancia correteando por el restaurante y empezó a trabajar de camarera a los 16 años los fines de semana mientras estudiaba; y ahora está a cargo de un negocio emblemático en Palma con una media de 40 empleados.

Can Torrat ha dejado de abrir las 24 horas, como hacía en los años 80, ya que de madrugada no había kebabs ni hamburgueserías y allí se reunían los trabajadores de la noche y quienes salían de fiesta. Buena parte de la clientela de antaño continúa siendo fiel y los nuevos buscan lo mismo que los de siempre: carne de calidad hecha a la parrilla.