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El Raval

Narcopiso de alquiler: el calvario de un piso arrendado por una mafia en Barcelona

Vecinos y afectados relatan el engaño mediante una persona mayor para convertir un inmueble en sede delictiva

Las calles del Raval vuelven a sufrir el impacto cotidiano del narcotráfico. Ricard Cugat

Entre los callejones del Raval vuelve a renacer la misma sensación que hace 5 años. El miedo y el hartazgo por el uso de pisos del barrio para el narcotráfico regresan al barrio en paralelo al repunte del consumo en la calle a causa de las nuevas tácticas de los vendedores, que asedian la sala de venopunción Baluard, como ha avanzado EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica. Las mafias, debilitadas tras las tres grandes operaciones policiales contra los narcopisos (Operación Bacar en 2018, Operación Suricat en 2019 y Operación Coliseu en 2020), vuelven a irrumpir con fuerza en el Raval. El modus operandi principal es ocupar pisos vacíos de bancos y fondos de inversión, pero también han recurrido puntualmente a otros métodos cuando les ha interesado un piso concreto. Según ha podido constatar este diario, también han usado falsos arrendatarios para alquilar una vivienda y convertirla en sede delictiva

“El inquilino pagó los primeros cuatro meses en efectivo, pero ningún vecino le ha visto en la vivienda y desde ese primer pago no ha vuelto a pagar”, explica el propietario de un piso en el Raval víctima de este nuevo sistema. El afectado, que pide mantener el anonimato, relata el calvario que supone tener un narcopiso en su vivienda. Un uso que no presagió en absoluto cuando alquiló el piso este verano. Sostiene que una mafia que opera en el barrio falsifica documentación para presentar presuntos inquilinos ideales, principalmente de mediana edad y mayores, que ofrezcan una buena impresión y esquiven prejuicios.

Pero nada más lejos de la realidad. “Los vecinos me avisaron desde el primer día que me habían entrado ocupas en el piso. Yo me sorprendía y les decía que no, que el piso estaba alquilado a una persona mayor. Pero los vecinos nunca vieron a esa persona”, lamenta el propietario. “En lugar de la persona mayor, en el piso entraron un grupo de gente extranjera que comenzaron a captar clientes para consumir drogas y prostitución”, expone.

Ante las preguntas de quién está en el piso, qué se está haciendo allí y por qué no lo habita él, el falso inquilino comienza una retahíla de excusas que no cesa hasta la primera denuncia ante los Mossos d’Esquadra por actos vandálicos en la finca. Por ejemplo, la cerradura forzada de la puerta principal para que siempre quedé abierta o el destrozo de los interfonos. Ante la amenaza de la policía, el falso inquilino desaparece del mapa. Durante semanas no hay ningún tipo de comunicación con esa persona.

Solo se vuelve a saber de él cuando reclama una cantidad de dinero, cercana al pago avanzado que realizó al entrar al piso, para marcharse de la vivienda. Acto seguido, el falso inquilino vuelve a desaparecer y a quedar incomunicado. Aunque el propietario acepte el chantaje y acceda a pagar esa cantidad de dinero, continúa sin responder. Es la mafia quien decide, después de analizar la situación, si se acepta ese dinero o si por el contrario se pagan los meses impagados, anulando así la posibilidad de un posible desalojo y poder continuar con la actividad del narcopiso.

No es el único caso

Esta vivienda está actualmente bajo investigación por parte de los Mossos d'Esquadra. Fuentes policiales consultadas por este diario confirman que no se trata de una práctica aislada en el Raval, aunque la mayoritaria siguen siendo las ocupaciones porque hay centenares de pisos vacíos. Fuentes vecinales se atreven incluso a poner cifras sobre la mesa: “Antes habían varias mafias; actualmente, solo hay una que controla el tráfico en los narcopisos”, explica Acció Raval, una de las entidades más movilizadas contra la droga. Según ellos, esta mafia controla ahora unas 60 viviendas. “Solo 15 están activas, las otras 45 están preparadas para cuando alguna caiga”, puntualizan. De estas viviendas, 5 se habrían alquilado de manera legal mediante falsos inquilinos para usarlas luego como narcopisos.

Enfado vecinal

“En el Raval tenemos un problema real de seguridad”, admitió el teniente de alcalde de Barcelona, Albert Batlle, este mes. El vecindario del Raval salió a la calle hace tres semanas contra la degradación del barrio desde la pandemia. “La sensación de miedo ha crecido”, explica Andrea, quien lleva 13 años viviendo en el Raval. “Me enfado cada día. Mi libertad está siendo anulada”, manifiesta. En estos 13 años viviendo en el barrio, dice, jamás había visto tantas jeringuillas por el suelo: “La droga está en movimiento las 24 horas del día. ¿Por qué he de tener cuidado de ir con sandalias por si me clavo alguna jeringuilla?”. Carlos lleva toda su vida viviendo en el Raval. Su padre era un laborioso activista por el barrio. A él esa faceta no le llamaba la atención hasta hace tres años: “Me comencé a involucrar a través de las redes sociales... Desde el final de la pandemia, se ve una clara degradación en el Raval”. “No me voy a ir del Raval porque quiero al barrio; si me voy será por otros motivos, pero a mí nadie me va a echar del barrio”, defiende. Andrea, en cambio, reconoce que su sensación de inseguridad ha aumentado los últimos años: “Si me llamas dentro de 5 años y todo sigue igual, yo ya no estaré aquí”.

La solución a corto plazo del ayuntamiento es aumentar en un 20% el número de agentes de la Guardia Urbana en el barrio. Una solución que no es del agrado del vecindario ni de la plataforma Acció Raval: “Si creemos que la solución para el Raval es solo más seguridad, poca altura de miras se tiene. Ahora tenemos equilibrio. La policía que hay es suficiente y hacen bien su trabajo". Y añade que “el problema con las autoridades es que les sale más barato poner a más policías que ponerse a presionar a la Fiscalía y a señores de la vivienda que no están pendientes de sus pisos y los ocupa la mafia”.

Tanto Acció Raval, como vecinos y como el propietario del narcopiso de alquiler señalan desidia de las autoridades. Voinciden que hay que invertir más en el barrio y no solo en seguridad. En una reciente protesta vecinal en contra del repunte de consumo de drogas y de inseguridad, se podían leer decenas de carteles pronosticando la muerte del barrio. Su solución ante esta problemática es invertir en proyectos y comercios: “Es necesario revivir al Raval”.

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