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Salud

Cuando el miedo enferma

Se calcula que un 10% de la población padece alguna fobia

Reacción de un hombre ante algo que le da miedo.

El miedo es un mecanismo de defensa y, por tanto, una respuesta normal y adaptativa ante una situación u objeto que representa una amenaza real y objetiva. El sentimiento de miedo es el que hace que retiremos la mano de una llama, que no crucemos una calle cuando circulan coches o que mantengamos una distancia prudencial del borde de un acantilado, por ejemplo. El temor a un peligro real nos salva la vida. La fobia también es un miedo, pero un miedo irracional, progresivo y persistente hacia una situación, objeto o estímulo que provoca una reacción de ansiedad que es mucho más fuerte que la amenaza real.

El psicólogo Daniel Novoa advierte del fuerte impacto que la fobia puede tener en la vida normal de la persona, ya que la evitación del objeto que la motiva produce una afectación en la vida diaria de la persona y puede provocar un deterioro laboral, académico, social, familiar y personal. “Además afecta al bienestar del individuo de manera evidente”, sostiene el especialista vigués.

El grado de afectación dependerá de a qué le tenga pánico. Por ejemplo, una persona con miedo a las arañas (aracnofobia), una de las fobias más comunes, sentirá un miedo desproporcionado y una gran ansiedad cuando ve o cree que se va a tener que enfrentar a ese insecto. En consecuencia, evitará aquellas situaciones que puedan exponerla al objeto de su miedo.

Si el individuo no vive en plena naturaleza, probablemente pueda convivir con esta fobia sin demasiadas dificultades. El problema aparece cuando no puede evitarla, como por ejemplo, alguien que tiene pánico a volar (aerofobia) y que se ve obligado a coger un avión. En este caso, intentará buscar métodos alternativos de viaje y si no los encuentra, ante la perspectiva de tener que embarcarse, podría tener un ataque de pánico. Es más, sería capaz de no coger el avión, aunque eso supusiese perder el trabajo.

Las fobias están catalogadas dentro de la categoría de trastornos de ansiedad y se encuentran divididas en tres tipos distintos: agorafobia, fobia social y fobias específicas –que engloban cerca de 470 diferentes–. Aproximadamente un 10% de las personas tienen alguna fobia específica.

Sin embargo, no es uno de los problemas que más ven los psicólogos en consulta. “No son algo muy habitual, ya que las personas suelen aprender a convivir con ellas o las van superando de manera espontánea”, explica.

Las fobias más comunes

El trastorno fóbico que más trata en consulta es la fobia social –miedo intenso a una o más situaciones sociales–, que, según algunos estudios, afecta a cerca de un 6% de la población de los países desarrollados. También denominada trastorno de ansiedad social, es uno de los pánicos que mayor impacto tiene en la vida cotidiana de la persona. Otro terror especialmente perjudicial es la agorafobia, que se aplica a quienes sienten miedo en lugares abiertos y entre multitudes, o en situaciones de las que piensan que es difícil escapar. Esto les impide prácticamente salir de casa, por lo que los afectados terminan aislándose por completo de su entorno.

“Las fobias no son algo muy habitual, ya que las personas suelen aprender a convivir con ellas"

Daniel Novoa - Psicólogo

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Entre las fobias especíricas más comunes se encuentran también el terror a animales en general (zoofobia) o en particular –cinofobia (perros), murofobia o surifobia (ratas y ratones), entomofobia (insectos), ailurofobia (gatos), ofidiofobia (serpientes)–; a los espacios cerrados (claustrofobia), a las alturas (acrofobia); a la sangre (hematofobia); a las agujas (belonefobia); a las inyecciones (tripanofobia), a las tormentas (brontofobia) y a la muerte (tanatofobia).

La gran característica común de las fobias es el miedo “intenso y desproporcionado”, aunque este psicólogo añade que el sujeto también puede presentar agitación, angustia, malestar, nerviosismo, hipervigilancia, hiperventilación, pensamientos catastróficos, insomnio, ansiedad o bloqueo, entre otros síntomas.

Abordaje

El método más utilizado para tratar los pánicos específicos es la desensibilización sistemática (DS), una técnica desarrollada por Joseph Wolpe en 1958 que parte de la idea de que para superar un trastorno de ansiedad es necesario aprender a afrontar ese malestar, en vez de intentar bloquearlo o escapar de él. “Consiste en ordenar por niveles e ir exponiéndose. Hay que estar muy motivado, ya que la experiencia para nada es agradable. También existe la opción más arriesgada de exponerse al miedo en su nivel alto (inmersión), que funciona muy bien, pero es una experiencia compleja no apta para todos ni mucho menos”, explica.

Según el psicólogo, superar por completo la fobia es casi imposible, así que lo que se pretende con la DS es que la persona consiga habituarse a él, es decir, que pueda enfrentarse a la causa de la fobia con un nivel de nerviosismo aceptable.

Novoa no se atreve a afirmar si la actitud fóbica puede traspasarse de padres a hijos, aunque tenga como base el miedo, como sí sucede con los miedos no patológicos. “Hay un experimento fascinante donde los bebés caminan, o no, por un cristal en función de la cara que pone la madre. Si la madre está sonriendo sí se atreven a hacerlo, pero si pone cara de miedo se quedan justo antes de que empiece el cristal”, explica.

Novoa recuerda que el sentimiento de miedo aparece por primera vez a los seis meses de vida, y que los primeros miedos son adaptativos y van apareciendo en diferentes momentos vitales diferentes del niño. Solo cuando los miedos infantiles dejan de ser transitorios se puede hablar de fobias.

Para ayudar a los niños a enfrentarse con los miedos, Novoa apuesta por dejarlos que sean ellos quienes exploren su entorno. “Hacer pedagogía de la valentía y no protegerlos en exceso ayuda a afrontar miedos, y con experiencias gratificantes de valentía se puede ganar terreno al miedo. Eso sí, hay que saber en qué etapa evolutiva estamos para no sufrir innecesariamente”, matiza el especialista.

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