"Un euríbor imparable arrastra la cuota de la hipoteca"; "El FMI alerta de que 'lo peor está por llegar' y del empeoramiento de la crisis energética en Europa...", "El desempleo en España tiene nombre de mujer: la subida del paro del tercer trimestre es sólo femenina"...Son, tan sólo, algunos de los titulares de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, de los últimos días que reflejan la incertidumbre que envuelve el otoño de 2022. Desde mayo, la demanda de ayudas a entidades como Cruz Rojaha subido un 33%. Sobre todo para alimentos, vivienda y suministros. De precariedad, de la que llevan padeciendo desde hace mucho, saben un rato Ana, José y Meriem. Los tres, muy vapuleados por la vida. Los tres, intentando levantar cabeza. Lo cuentan, desde Almería, los dos primeros y desde Madrid, Meriem Roduan, madre de dos niños, con su marido sin poder trabajar por un accidente y, admite, en situación extrema.

Meriem es la única de las tres protagonistas de este reportaje que pide no ser fotografiada. Tiene sus motivos, dice. No quiere exponer su vulnerabilidad cuenta desde la sede de Cruz Roja en Madrid. Muy bajito, muy apagada. "¿Estás triste, Meriem?". "Mucho, muchísimo", responde sin apenas voz. Madre de dos niños -Saad, de 8, y Hanan, de 6- lleva desde 2016 sin trabajar. Desde que, con una vida estabilizada en España, a donde llegó muy chica, perdió su empleo -estaba de encargada en un restaurante del centro de la capital- porque tuvo que viajar a Rabat (Marruecos), de donde es, al enfermar su padre. Como la vida es puro trasiego, la vuelta no hizo más que complicarse.

Primero, nació su niña, con problemas de salud por culpa de unos riñones que fallaban. Meriem, 38 años, recuerda años y años de hospital. De ingresos y visitas. De controles. De casi perderla. De tener que dejar el trabajo para ocuparse de la pequeña. Hasta que la niña se estabilizó. "Ahora es una bicha", dice con una sonrisa muy tímida. Cuando la familia empezaba a remontar vuelto, vino lo de Smahi, su marido. Antes de la pandemia trabajó como conductor de Uber. Pero, como a todos, la crisis sanitaria le cambió la vida.

Smahi no trabaja. Meriem tampoco. Con dos niños, sobreviven con los 750 euros que le ingresan al marido de la mutua tras un accidente laboral.

Cuando Smahi se reenganchó al mercado laboral, se fue con unos compañeros a hacer una instalación de aire acondicionado y se cayó. De esto hace un año y todavía sufre las consecuencias. Conclusión: Smahi no trabaja. Meriem tampoco. Sobreviven con los 750 euros que le ingresan al marido de la mutua por su accidente. Pagan 350 de casa. Sacan para los recibos. Y ya. A veces, Meriem recibe ayuda de su madre, desde Marruecos. Porque no, dice, no llega para comer. Y eso le inquieta muchísimo. Y no por ella, por los niños. "Ellos no tienen la culpa. Yo, algo", confiesa entre lágrimas.

Familias en riesgo de exclusión

La de Meriem es una de las tantas historias que cada día conocen organizaciones como Cruz Roja, donde están intentando encontrarle un empleo. El aumento de precios en vivienda, gas, electricidad, alimentos y transporte, son algunos de los gastos imposibles de afrontar en los hogares más vulnerables, explica a este diario Toni Bruel, coordinador general de Cruz Roja. Si en la pandemia tuvieron que salir al rescate de numerosas familias, este otoño de 2022 la situación se ha vuelto insostenible en numerosas casas.

Con datos de la entidad, el 27,8% de la población se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión en España, según el índice AROPE -que contabiliza la población que se encuentra en riesgo de pobreza, con carencia material o con baja intensidad en el empleo- un porcentaje que aumenta hasta el 77,8% entre la población atendida por la organización humanitaria. Cruz Roja ha detectado un incremento de más de 100.000 demandas entre enero y agosto de este año y el anterior. Las solicitudes de ayuda ascienden actualmente a más de 436.000.

El incremento de más del 32% en ayudas se relaciona con las necesidades de 90.257 personas adicionales a las que la organización ya está atendiendo.

El incremento de más del 32% está relacionado con las necesidades de 90.257 personas adicionales a las que la organización ya está atendiendo. Además, prevé que esta curva siga aumentando y enumera: se estima que las causas que provocan el aumento de precios (como el desajuste entre demanda y oferta tras la reactivación de mercados tras el cierre por la pandemia, las disrupciones en las cadenas de suministros, los fenómenos meteorológicos extremos y el conflicto entre Rusia y Ucrania) mantengan también la tendencia al alza.

Reparto de comida en un mercado. C.R.

Este mismo mes de octubre la organización humanitaria daba a conocer los detalles de su plan 'Cruz Roja Reacciona", de respuesta ante la crisis que ha dejado la pandemia, el cambio climático y el conflicto en Ucrania. Se trata de responder -con un presupuesto inicial de 8 millones de euros- a las crecientes necesidades de la población, en un otoño lleno de incertidumbres. En una primera fase, pretende atender las necesidades de más de 100.000 personas (25.000 familias).

Cubrir las necesidades básicas

"La demanda está muy centrada ahora en necesidades básicas: suministros, alquileres y alimentos. Por eso lanzamos el plan Reacciona: para cubrir esas necesidades, atacar vulnerabilidad y evitar que la gente sea todavía más vulnerable", explica Toni Bruel. El coordinador de la entidad muestra especial inquietud por los nuevos perfiles. "Nos preocupan mucho las familias que, aunque tengan dos progenitores, viven con uno de ellos y no tienen ingresos. Porque a lo mejor un ex no pasa la pensión", detalla.

Las familias monomarentales y monoparentales son las más perjudicadas por la crisis (54,3%), seguidas de las personas que viven solas (34.6%). También, añade Bruel, han visto un crecimiento de pobreza entre los más jóvenes y entre mayores "que se apañaban con la pensión y ahora, con el coste energético, los alquileres, la carestía de alimentos...viven mucho peor". En cuanto al género, las mujeres sufren mayor exclusión social y pobreza que los hombres (un 2,2%), y se evidencia en todos los rangos de edad, aunque es en las mujeres mayores de 65 años donde la desigualdad llega hasta casi los 6 puntos porcentuales, seguidas de las de entre 45-64 años (3 puntos de mayor desigualdad entre las mujeres).

"Claro que hay ayudas y medios, pero las familias necesitan tiempo para acceder", señala Toni Bruel, coordinador general de Cruz Roja.

¿A pie de calle, qué horizonte cercano auguran entidades como Cruz Roja?. Toni Bruel responde: "No está bajando la demanda (de ayudas) y, además, por ahora, tenemos buen clima, es decir no está subiendo demasiado la factura de luz y gas y el IPC parece igual, pero hay indicadores claros de que no estamos en una mejora. Otra cosa, es intentar que las familias tengan tiempo a reaccionar. Claro que hay ayudas y medios, pero las familias necesitan tiempo para acceder", añade.

El pasado septiembre, el Gobierno aprobaba cambios en el Ingreso Mínimo Vital (IMV), la renta básica estatal que perciben actualmente 1,2 millones de personas en España. Las modificaciones mejoran la compatibilidad de esta prestación con un salario, para así incentivar que los receptores del IMV busquen trabajo y promocionen profesionalmente. Entraran en vigor a partir del 1 de enero del 2023 y de manera automática, es decir, sin que el beneficiario tenga que solicitar nada. 

Ana vuelve a la vida

"La gente cuando pasaba por mi lado ni me miraba. Y yo no escuchaba a nadie. Y llegó ella, y me habló mirándome a los ojos y eso nadie lo hacía. Yo pedía para comer, para poder sobrevivir", comenzará relatando Ana Martínez Expósito, 53 años, cuando reconstruye su historia. De un antes y un después. Otro más en su vida. De cómo trabajaba en unos almacenes de verduras y se quedó sin empleo. ¿Cómo está Ana?. "Estoy", responde. "Mejorcilla", añade. Lo cuenta desde la sede de Cruz Roja Almería. A su alrededor, se oyen risas. Hay veces, confiesa la mujer, que, desde Viator, donde vive, se coge el autobús para darse una vuelta por la sede local de la organización. Sólo para animarse un poco. O para que Verónica Carrillo, la técnica que se encarga de su caso, la escuche un rato.

Ana aguanta como puede desde hace años: siempre tuvo empleos eventuales. No sabe lo que es un contrato fijo.

Ana lleva trabajando desde los 16 años. En su CV suma: panadera, pastelera, cocinera...en el campo (la oliva), cuidando ancianos... Vive en una casa de alquiler en el municipio de Viator, con "su gran tesoro", su hijo, Ángel David, de 15 años. Aguanta como puede. Siempre tuvo empleos eventuales. No sabe lo que es un contrato fijo. Arrastra desde hace años graves problemas en la vista. Ve mal. "Tengo montada una feria en el ojo", explica con mucha gracia. Tiene desprendimiento del vítreo y es degenerativo. "Veo manchas; cuando el ojo se cansa, parece que estoy en un circuito", añade. Ahora lleva lentillas, para tener más campo de visión. Se las ha facilitado Cruz Roja.

Además, Ana tiene epilepsia. Pero, cuidado, que no quiere dar pena. Quiere trabajar, repite de forma insistente, para tener ingresos. "Para no sentirme una inútil. Para que mi hijo esté orgulloso de mí. No quiero vivir de limosnas, ni de ayudas, ni de ná. Si no veo, hago otra cosa", continúa. Habla de un verano, el pasado, en el que se le juntaron tres meses de alquiler. De cómo pasó por la puerta de un gran supermercado y vio a dos mujeres pidiendo. "Cogí un papel y puse: necesito comida por favor. Me fui a otro supermercado", explica. A los tres días, por allí pasó Verónica, la técnica de Cruz Roja y le preguntó si sólo pedía comida. "Pues vente mañana a tal hora a tal sitio que te voy a ayudar. Pensé que se le había ido la olla. Yo ya no confiaba en nadie. ¡Tantos fracasos me he llevado!"...exclama.

Y allí que se fue Ana. En busca de comida. Con la tarjeta para alimentos que le dieron en Cruz Roja, volvió a Viator con el carro lleno. "Mi hijo se volvía loco. Me venía para Almería y me quedaba dando dando vueltas y él pensaba que yo estaba trabajando. Con mi ticket cogía Nocilla o dos o tres bollillos", cuenta. '¡Jo, mami, qué trabajo tienes!', le decía su hijo. Ella que compraba al día, con una nevera muchas veces vacía. "Es un abuso. Te vas a comprar aceite de girasol y cuesta ¡5 euros!. ¡De girasol!. Me dice mi hijo: '¿Has comprado carne?'. Y qué le voy a comprar, ¿filetes?".

"Teníamos una media de 600 personas al año. Y ahora, 2.000. El perfil también ha cambiado mucho", explica Verónica Carrillo, técnica de Cruz Roja Almería.

Y cuenta Verónica Carrillo, 39 recién cumplidos, técnica en Cruz Roja Almería, como el de Ana es uno de los muchos casos que se encuentran a diario: "Está siendo bestial. Teníamos una media de 600 personas al año. Y ahora, 2.000. El perfil también ha cambiado mucho. Es gente muy normalizada, que llevan toda la vida trabajando pero que no han podido acumular riqueza y ahora, con estos altibajos, están expuestos. Es bastante alarmante".

José 'El Cabrero'

José Alonso Salazar llega a la entrevista (virtual como la de Ana) hecho un figura y con amplia sonrisa. Tiene 55 años y vive en "una casa móvil" instalada en un cortijo junto a la Universidad de Almería, donde hasta hace nada no tenía luz ni agua. Como a tantos, le vinieron mal dadas. En la Almería de los 70 del siglo pasado, con 8 años, se fue sólo al monte con 300 ovejas y cabras. "Aprobé quinto, pero ya no quise ir más a la escuela. No me gustaba. Trabajaba con mucha alegría, he sido muy feliz", cuenta. Su padre, pastor y agricultor, le enseñó un oficio que siempre le ha gustado mucho. Pero, confiesa, tras 45 años con el ganado, no ha estado asegurado nunca.

Verónica Carrillo, técnica de Cruz Roja Almería, con José Alonso. Cruz Roja

José, a quien siempre han apodado 'el Cabrero', lo perdió todo cuando la Junta de Andalucía le quitó su ganado. Una espina que todavía no se ha quitado. Explotó cuando sufrió un problema gordo de salud y vio como un sobrino joven se quitaba la vida. Cuando se acabó el ganado, llegó la chatarra. Así estuvo años. Buscándose la vida. Cruz Roja le ha ayudado en la tramitación del Ingreso Mínimo Vital, unos 530 euros, calcula Verónica. También a hacerse con lo básico. Incluso, a iluminar la cortijada. José dice que necesita poco. Que con ese dinero puede vivir. "No fumo, no bebo y tampoco salgo mucho por ahí", resume. Ahora con una sonrisa. Porque, antes, las pasó muy negras: "Estaba agobiado. Toda la vida trabajando y pasando penas y me vi sin nada", concluye el hombre.