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Educación

La adaptación en las guarderías: el más difícil todavía de la conciliación

Las madres trabajadoras y sin red familiar tienen que hacer lo imposible para superar la primera semana en la escuela infantil

Blanca juega con su hijo al salir de la escuela infantil, esta semana. Manu Mitru

Con una jornada de ocho horas, e incluso de menos, si se trabaja lejos de donde se vive, los horarios de las escuelas infantiles públicas -de 8 a 15.00, durante el mes de septiembre en las de Barcelona- son objetivamente insuficientes. Este lunes empezó el curso en los centros de 0 a 3 de la capital catalana y el estrés se leía en el rostro de cientos de madres en el bus o en el metro, haciendo malabares para compaginar el periodo de adaptación de los más pequeños -el lunes, una hora, por la mañana; el martes, dos, pero por la tarde- y las demasiado a menudo nada flexibles jornadas laborales. Que el sistema falla, que es incompatible trabajar y criar sin dejarse la salud mental en el intento, es una idea de consenso, pero ¿cómo solucionarlo? Y, lo más importante para el hoy de tantas familias, principalmente madres, quienes en la mayoría de casos acaban sosteniendo el peso de los cuidados, ¿cómo gestionarlo mientras se soluciona?

Blanca F., barcelonesa madre de un niño de 11 meses que esta semana está haciendo la adaptación, señala que su sensación es "de no ayuda". "A mí me han llegado a decir que mi niño será el último en salir de la guardería, que son muchas horas allí…", señala, molesta, por la sensación de sentirse juzgada. "En mi caso, me lo he podido montar para que haga a adaptación con la canguro, pero hay personas que no tienen esa opción", prosigue Blanca, quien cría a su hijo sola y no puede repartir esa responsabilidad con nadie.

Un bien común

Que la culpa no es de las madres que se ven obligadas a dejar a sus hijos desde muy pequeños muchas horas en la guardería es tamaña evidencia que sobraría decirla, pero nunca está de más recordárselo a una puérpera. Entonces, ¿de quién es? ¿Es de las escuelas infantiles públicas por tener un horario pensado para el bienestar de los niñosMireia M., madre de una niña en Infantil 2, tiene claro que la sociedad tiene una asignatura pendiente sobre cómo desde lo público se hace la cobertura a la conciliación. “Al final los niños y las niñas son un bien común”, asegura esta madre, quien pone sobre la mesa temas como los permisos de maternidad más largos o permisos retribuidos para momentos como la adaptación o las (comunes) enfermedades de los niños.   

"Sin red, búscate la vida"

Como Blanca, Carol G. también es cabeza de familia monomarental, en su caso sin abuelos, hermanos ni primos en la ciudad. "Somos mi hijo y yo, y yo trabajo de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Al final lo que te están pidiendo es que tires de tu entorno, se está dejando el peso de la conciliación en la red familiar. No hay un sistema en el que te puedas apoyar, tienes que tirar de tu propia red y, si no la tienes, buscarte la vida", se desahoga. En su caso, optó por llevar a su hijo, ahora de 11 meses, a una escuela infantil privada porque el horario de la pública se le hacía corto. "Te dicen que te pidas una excedencia, pero una madre sola no puede hacerlo. Además, tienes que ahorrar, porque no sabes lo que va a venir", prosigue la mujer, quien apunta que si tuviera una baja de un año podría ir ahorrando un poco no solo para canguros, sino para cualquier imprevisto", señala.

Agravio para las madres solas

En el caso de las madres monomarentales, estas sufren un agravio comparativo flagrante. Mientras con los nuevos permisos los hijos con dos progenitores pueden estar en casa hasta los ocho meses juntando los permisos de cada uno de los padres, los hijos de madres solas disponen solo de 16 semanas. "Estamos poniendo denuncias, y se van ganando, pero es muy lento. Yo ya sé que, aunque gane, para mí será tarde, pero lo hago por las que vengan detrás", señala.

Aunque es obvio que las madres solas se llevan la peor parte, las familias con dos progenitores con trabajos poco o nada flexibles, poco o muy precarios, también tienen que hacer lo imposible para "adaptarse a la adaptación". Una logística que, hay que decirlo más, recae en la mayoría de los casos en las madres: la carga mental.

Tirar de abuelos -quien los tiene- o de días de vacaciones -quien puede- son dos de las opciones más comunes, así como terminar el trabajo por las noches, cuando las criaturas ya duermen, en el caso de las profesionales liberales. Pero, más allá del consenso de que solucionar esta situación pasaría por una política valiente -¿dónde quedó la ley de familias que la ministra Ione Belarra anunció que se aprobaría este mes, y que debía dar respuesta a estas situaciones?- , ¿por qué es tan importante para los niños ese periodo de adaptación? ¿Por qué las escuelas públicas piden a las familias ese margen?

Periodo clave

La directora de la EMB Els Tres Tombs, Pilar V., explica que el proceso de adaptación es clave. "Hay muchos niños que pasan de un contexto familiar a conocer espacios nuevos, con nuevos adultos de referencia que comparten con otros niños... Ese cambio genera muchas emociones, sentimientos, malestar… y los niños necesitan hacer su proceso; hacerse con los espacios, poco a poco, progresivamente, cada niño a su ritmo", relata la educadora infantil, quien insiste también, en que desde la escuela infantil acompañan en ese proceso tanto a los niños y niñas como a sus familias. La separación con los hijos es difícil en lo logístico, pero en muchas ocasiones lo es igual o más en lo emocional

"La adaptación yo la viví por los dos lados. Ella hizo una adaptación, pero yo también, la dejaba ir después de 12 meses, 24 horas al día, siete días a la semana, juntas. Y para mí también fue más fácil al ver que ella estaba bien", recuerda por su parte Mireia M., quien la hizo conjuntamente con el padre. "Fue una adaptación repartida y sostenida en el tiempo", añade.

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