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Convención

Ibiza Tattoo Convention: Cómo convertir la piel en lienzo

El Palacio de Congresos de Santa Eulària reúne a 120 tatuadores durante el fin de semana

Las imágenes de la Ibiza Tattoo Convention. J.A.RIERA

Para poder tatuar en el escroto, necesitaron a tres personas. Solo era un smiley, el esquemático dibujo de un rostro sonriente, pero una superficie tan inestable requería ese despliegue para estirar la piel. "Uno levantaba, otro limpiaba y otro tatuaba", bromea Joan Ferrer.

Es la petición más extraña que han recibido "hasta el momento" en EZK8, la tienda de skateboard y estudio de tatuaje de la calle Extremadura de Vila. Este fin de semana se han trasladado con cuatro de sus tatuadores habituales al Palacio de Congresos de Santa Eulària para la III edición de la Ibiza Tattoo Convention. Además, en la zona exterior, Ferrer ha instalado un punto de venta de tablas y ropa. "El sitio es increíble, porque la parte de fuera se aprovecha para salir a descansar y tomar algo", destaca.

Tras dos convenciones en el Hard Rock Hotel, en 2018 y 2019, la organización del evento ha apostado este año por un espacio más amplio y con un programa de actividades abiertas al público general en el aparcamiento, mientras que la entrada para acceder a la zona de tatuajes cuesta diez euros.

Salto cualitativo

"El parón del covid nos ha ayudado mucho, porque, en vez de rendirnos, hemos querido ir a más y esta edición es mucho más ambiciosa", apunta Unai Berbel, uno de los miembros de la organización, Ibiza Culture. En colaboración con Fun and Trucks y el Ayuntamiento de Santa Eulària, durante todo el fin de semana se ofrecerán conciertos y actuaciones en el parquin, donde también se ha habilitado una zona infantil, barras y varios puestos de comida.

En total, participan 120 tatuadores, frente a los 90 de las dos convenciones anteriores. Entre la representación internacional, se encuentran participantes de México, Argentina, Estados Unidos, Inglaterra y, especialmente, Italia. "Pero los artistas locales no tienen nada que envidiar a los de fuera. Es impresionante que, siendo una isla, haya este nivel tan alto de tatuaje", valora Berbel.

Al final de cada una de las tres jornadas, se concederán premios a los dos mejores trabajos en los diferentes estilos de tatuaje, así como al mejor del día. Mañana domingo, además de estas mismas distinciones, se concederá también el más destacado de toda la convención.

Pese a todo el ajetreo que se percibe en la primera mañana de este certamen, en el que los miembros de la organización se multiplican para ultimar todos los preparativos, Berbel confía en que tendrá tiempo de decorarse el cuerpo de nuevo durante este fin de semana. "Siempre busco un hueco, porque los que somos adictos a la tinta pasamos envidia cuando vemos a los otros", confiesa.

Con 19 años, se animó con su primer tatuaje. "Empecé muy fuerte, sin pensar en el dolor, y me hice el pecho entero. No es para que nadie lo vea, sino que tiene un significado especial para mí. No solo es un arte decorativo, sino que va vinculado a tu personalidad, por eso mucha gente elige tatuajes que representan algo que les da fuerza. Yo respeto mucho si alguien se pone el símbolo de infinito, pero cuando ves millones de personas con un mismo tatuaje, pienso que no todos somos iguales y que es mejor algo que te diferencie", relata Berbel.

El pionero

Entre los tres miembros del jurado, destaca Mao, el primero que abrió un estudio de tatuaje en España. Él se crió en Morges, un pueblo junto a Lausana. Con sus amigos moteros recorrió ciudades como Ámsterdam, Rotterdam o Amberes a ver cómo se tatuaba. "Yo iba de paquete, porque aún no tenía moto".

Poco antes de los 18, vio ‘More’, la mítica película de Barbet Schoreder rodada en Ibiza. Decidió conocer la isla, aunque fuera haciendo autoestop desde Suiza hasta Alicante, donde tenía familia. Su tío, que trabajaba en una naviera, lo coló en la cabina del ferri y aquí se plantó.

En 1980, habilitó un espacio en un chalé de Cala Llonga para tatuar, aunque abrió el primer estudio propiamente dicho en 1982, junto a la base naval de Rota. Años después, se trasladó junto a otra base militar estadounidense, la de Cartagena.

"Los militares americanos pedían cosas muy básicas, como águilas o dragones. Pero, sobre todo, lo que más querían era lo que llamábamos americanadas: barcos de guerra, su bandera o una águila arrojando una bomba con un dibujo de ‘souvenir de los USA’", recuerda entre risas. "Me harté de lo militar y me mudé a Madrid".

Desde entonces, su estudio de Malasaña ha sido uno de los grandes referentes del tatuaje en España. No ha decorado nunca ningún escroto, pero sí una vagina. "Era una pareja que practicaba sadomasoquismo. Le puse unos anillos a la mujer [también se dedica al piercing] y un tatuaje como que pertenecía a ese hombre", detalla.

Durante años, Mao ha compatibilizado su sede en la Península con sus veranos en Ibiza, donde también abrió un estudio en la calle de la Virgen. Al igual que él, numerosos jóvenes tatuadores siguen acudiendo a Ibiza a hacer la temporada, como Natalia Zapata, de Nati Tattoos. Ahora aprovecha que aún no ha llegado su cliente, que se traslada expresamente desde Alicante, para acabar el diseño en una tableta.

La barcelonesa Carla Mas, de Unreflecting Mirror Tattoo, también pasa su primera temporada en la isla. Su catálogo sorprende por el uso del rojo y negro, con diseños orgánicos que juegan con la columna vertebral o las costillas.

"Mi estilo es industrial, un poco oscuro. La verdad es que cuesta un poco llegar a los turistas, pero la gente que de aquí que me va conociendo y ya va pidiendo cosas", apunta. De hecho, ya tiene cita reservada con tres clientes y dedicará la convención a tatuar una espalda, un brazo y una mano.

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