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Pederastia

Muere Arnaldo Farré, el pederasta "más bestia" de los Maristas de Sants

Desenmascarado por EL PERIÓDICO durante la investigación del caso Maristas, el exprofesor, que nunca llegó a ser juzgado, rehizo su vida en Castellón usando un nombre falso

J, víctima de abusos continuados, entrevista a su exprofesor Marista A.F.

Arnaldo Farré Bujardón (L' Hospitalet de Llobregat, 1948), profesor de primaria de los Maristas de Sants-Les Corts que abusó sexualmente de una cifra desconocida de alumnos, falleció el pasado 12 de agosto en el municipio de Sant Jordi, en la provincia de Castellón. Farré usaba un nombre falso desde 2016 y se ocultaba en una urbanización de esta población de su pasado: en febrero de ese año la investigación periodística del Caso Maristas destapó sus violaciones, localizó a cinco de sus víctimas, publicó su confesión y el exprofesor, ya jubilado, huyó de Cataluña.

Farré era un pederasta confeso muy a su pesar. Uno de sus alumnos, después de que este negara los hechos a este diario, acudió a su encuentro y, usando una cámara oculta, grabó a Farré admitiendo que lo violó durante seis años, en la década de los 80.

Intocable para la justicia a causa de la prescripción de las denuncias que pesaban contra él, Farré nunca fue investigado por los Mossos d'Esquadra ni tampoco juzgado. Y rehizo su vida al otro lado del río Ebro. En la urbanización del Panorámica club de golf, un puñado de casas rodeadas de cultivos que se proyectaron creyendo que el fracasado aeropuerto de Castellón de Carlos Fabra las llenaría de ricos, el antiguo profesor halló un lugar ideal para ocultar su condición de depredador de niños desenmascarado. Farré cambió de nombre y se ganó la confianza de la familia que vivía justo en la casa de al lado. Tras su defunción, esta familia ha descubierto quién era en realidad y ha contactado con EL PERIÓDICO para que las víctimas sepan que su maltratador ha muerto y para dar a conocer cómo fueron los últimos seis años de vida de 'Arnau'.

Ganas de agradar al nuevo vecindario

Cuando la familia estrenó la segunda residencia en el golf de Sant Jordi, en otoño de 2016, descubrió que la casa colindante había encontrado finalmente inquilino. A través de la valla que ejercía de separador de dos jardines paralelos, las conversaciones entre la familia y el vecino se sucedieron enseguida. Aquel hombre que rondaba los 70 años, que dijo que se llamaba Arnau, les cayó bien a todos. A los padres, a los hijos y a las novias de los hijos.

Arnau usaba gafas y en su vestuario abundaban las camisas, a menudo de cuadros, que lucía siempre desabrochadas. Vivía solo, y no salía nunca de casa. Si le invitaban a cenar, rechazaba amablemente. Si le animaban a sumarse a una celebración familiar, ponía cualquier excusa. A pesar de aquellas negativas, la relación entre Arnau y la familia fue cada vez más estrecha. "Era una bellísima persona. Tenía una copia de las llaves y, si necesitábamos que recogiera un paquete o que abriera al electricista, lo hacía encantado. O si se enteraba de que te hacía falta cualquier cosa, te la traía antes de que se la pidieras". Cuando el padre de esta familia sufrió una grave dolencia que le obligó a estar ingresado varios días, Arnau acompañó en coche a la madre cada día: de casa al hospital y del hospital a casa. 

Las ganas de agradar de Arnau lo convirtieron en un vecino querido también para otras familias de la misa calle. Compraba madalenas para el perro de una señora que siempre se detenía frente a su casa cuando lo sacaba a pasear. Rescató a un gatito y lo llevó al veterinario de la población. En los días de mucho calor, era habitual que Arnau, asomado desde su valla, ofrecía refrescos. Cada Halloween decoraba la casa con calabazas y en Navidad la llenaba de luces. En una calle donde abundaban los vecinos de fin de semana, él era el referente más estable para la comunidad.

Sin pasado

Arnau no hablaba de su familia. Si alguien preguntaba por su pasado, respondía con monosílabos. O mentía. Nunca dijo nada acerca de su trabajo de profesor en el colegio de los Maristas de Sants, en el que pasó casi toda su vida laboral. En cambio explicaba que había sido forestal y había alternado empleos de músico y de informático.

El viernes 12 de agosto, mientras Arnau se encontraban en compañía de un matrimonio de ancianos que de vez en cuando se acercaban a visitarlo –a ningún vecino le consta que recibiera visitas de nadie más–, la familia de al lado oyó un ruido en casa de Arnau, como si algo pesado acabara de desplomarse contra el suelo. Pero como Arnau estaba acompañado por el matrimonio de ancianos, no llamaron al timbre para comprobar si se encontraba bien. Transcurridos varios minutos, sin embargo, los ancianos pidieron auxilio a gritos. Los miembros de esta familia corrieron hacia el domicilio de Arnau y, al entrar, vieron su cuerpo tendido en el suelo, muerto. Llamaron a emergencias y comenzaron una reanimación que prosiguieron en balde los policías. Cuando llegaron los sanitarios, certificaron una defunción en la que la Guardia Civil no halló indicios de criminalidad.

Fue entonces cuando uno de los agentes se acercó a los vecinos y con el DNI del fallecido en la mano leyó en voz alta su nombre: "Arnaldo Farré". "Se llama Arnau, no Arnaldo", le corrigieron los vecinos. "Aquí pone Arnaldo", insistió el policía. 

Arnaldo Farré

Al meter el nombre de Arnaldo Farré en Google, la familia dio con las informaciones de EL PERIÓDICO, diario integrante del grupo Prensa Ibérica al igual que este medio, en las que puede visionarse el vídeo que un antiguo alumno le grabó con una cámara oculta. La parte superior del rostro de Farré está 'pixelado' en esa grabación, y aparece citado por sus iniciales 'A.F.', pero sus vecinos lo reconocieron sin dudar: Farré era Arnau. "Seguimos en estado de 'shock'", admiten a este diario, casi dos semanas después. La tristeza de perder a un amigo como Arnau dio paso violentamente a la indignación de haber sido engañados por Farré.

En la investigación de EL PERIÓDICO que reveló la pederastia oculta en varios colegios concertados del Institut dels Germans Maristes, los testimonios de las víctimas de Farré fueron los más duros del centenar que recogió este diario. Farré se ganó su confianza y la de sus familias, los encerró en aulas vacías y los violó, a algunos durante años. Según sus víctimas, era el pederasta "más bestia" del colegio de Sants. Tan difíciles de creer resultaban estas acusaciones que, hasta que este diario publicó la confesión arrancada a cámara oculta, directivos del colegio de Sants-Les Corts, e incluso miembros del Govern, deslizaron que los exalumnos exageraban. Tutor de quinto de EGB, Farré fue un profesor carismático, el que organizaba las colonias del colegio y el que montaba una obra de teatro a final de curso. El maestro que querías de tutor. El vecino que querías al lado de tu casa.

Pederastas sin cárcel

La investigación periodística de EL PERIÓDICO acabó haciendo aflorar 51 denuncias policiales contra 18 docentes (12 hermanos religiosos, cinco profesores seglares y un monitor de comedor) de los colegios de Sants-Les Corts, la Inmaculada y Anna Ravell (Barcelona), Champagnat (Badalona), Valldemia (Mataró) y Montserrat (Lleida) por hechos acaecidos entre 1962 y el 2018. Este diario, además, localizó a más víctimas que no presentaron denuncia de estos centros y de otros de Vic o Girona. En total, el trabajo de este diario dio voz a casi un centenar de afectados.

La prescripción de los delitos, bajo un régimen de caducidad demasiado restrictivo que actualmente ya ha sido ampliado, se alió con los pederastas. La inmensa mayoría de los profesores fueron denunciados años después de abusar de sus alumnos. Ello significó que solo Joaquim Benítez, el profesor de educación física que abusó del hijo de Manuel Barbero, el padre que inició la lucha contra la pederastia oculta en la orden, ha terminado siendo juzgado.

Benítez ha sido condenado a más de veinte años de cárcel pero todavía no ha ingresado en prisión. En otoño está previsto que el Tribunal Supremo acepte o desestime el último recurso que le quedaba antes de comenzar a cumplir una de las condenas más duras que se han dictado contra un docente en España.

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