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Historia de la radio

"Querida amiga, resignación"

Una exposición sobre Elena Francis analiza el modelo de mujer que preconizaba el consultorio sentimental más famoso de la dictadura

Una mujer enciende una radio de mueble.

"Estas líneas se las he puesto para que tenga resignación, pues el matrimonio es una cosa muy seria, siendo un lazo de unión tan grande que es imposible romperlo. Mucha resignación, querida. Rece y pídaselo a Dios, que él no la dejará de su mano". De esta forma le contestaba Elena Francis a una de las oyentes de su programa que le escribió para pedirle consejo ante las continuas infidelidades de su marido. "La desgracia de una mujer es otra mujer", le respondía a otra oyente, apesadumbrada por el mismo motivo. "El hombre es un niño grande al que se le engaña con facilidad", le advertía a una tercera.

El nombre de Elena Francis –un personaje ficticio que durante 34 años dio consejos a millones de oyentes a través de las ondas hercianas– no solo es historia de la radio, sino que también es el paradigma del modelo de sumisión que el franquismo diseñó para las españolas. Por eso, el Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) acoge la exposición "Elena Francis. Franquismo y subordinación de la mujer", una muestra que complementa el ciclo expositivo "Franquismo y resistencia".

Tal como señala el comisario y jefe de investigación del MuVIM, Marc Borràs, la muestra "quiere llamar la atención sobre el papel subordinado al que el régimen condenó a las mujeres, revirtiendo los avances legislativos conseguidos anteriormente –la ley del divorcio de 1932, el matrimonio civil, los derechos de sociedad conyugal, el derecho a voto– y limitando la situación jurídica de la mujer, sobre todo de la casada, que se vio en una posición totalmente supeditada al marido, convertido en su representante legal y al que tenía la obligación legal de obedecer".

"Flor amarga", "Una apenada de la vida", "Una esposa triste", "Una que de seguir así se pondrá enferma", "Una que se arrepiente de haber marchado de su casa", "Una solterona", "Una a la que le está vedada la felicidad"… Estos son algunos de los seudónimos usados como firma de sus cartas por las mujeres que escribían al consultorio de Elena Francis y que se recogen en la exposición, que se sostiene sobre todo en las transcripciones de las respuestas que la consejera les daba a sus oyentes: "Usted por encima de todo, hasta por encima del cuidado de la casa, se debe a su marido", le decía a una de sus corresponsales. "Le aconsejo que procure complacer a su esposo aun en los más pequeños detalles, no le lleve la contraria y haga lo que él desee", contestaba a otra.

"Esta exposición quiere recordar de dónde venimos, sobre todo las mujeres, ahora que también hay discursos regresivos a este respecto", explica Borràs. Tal como señala el comisario de la muestra, el consultorio de Elena Francis fue mucho más que un espacio que ofrecía "guía y consuelo" para "innumerables mujeres atormentadas por diversos problemas que, afortunadamente, ven resueltos gracias a las bondadosas indicaciones y acertados consejos que en él les proporciona Elena Francis", como se daba a conocer el programa.

"Acabó siendo una formidable máquina propagandística del franquismo. De sus principios doctrinales y sus fundamentos nacionalcatólicos, a los que debían amoldarse las mujeres españolas ‘de bien’". Un aparato propagandístico formidable porque hacía uso del medio de comunicación más masivo de la época: la radio", subraya Borràs.

Es sabido que Elena Francis nunca existió realmente, que fue una creación sobre todo de Àngela Castells, quien marcó el tono y las directrices ideológicas siempre en consonancia con los fundamentos de la Sección Femenina de la Falange y los principios religiosos de Acción Católica. Después de Castells vinieron otras mujeres guionistas hasta que, en los últimos 18 años de vida del programa, un hombre –Juan Soto Viñolo– fue el responsable de redactar los consejos y los reproches que la "querida señora" hacía a sus oyentes femeninas.

Además de las citas y consejos de Elena Francis, el MuVIM contextualiza la época y la idea a través de anuncios publicitarios que hoy resultan estremecedores. "Estas imágenes están para ilustrar esa idea de sumisión de la mujer que defendía Francis y que se mantiene hasta incluso la década de los ochenta. La publicidad de la época y sobre todo la de años posteriores sancionó este papel secundario de la mujer, que era concebida como un objeto, sobre todo del deseo masculino, más que como un sujeto de pleno derecho", concluye.

Es algo que dejaba meridianamente claro una guía publicada para el matrimonio de los años cuarenta que también se incluye en la exposición: "Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer; cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar".

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