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Souvenirs

Llaveros con bicho

Llaveros con bicho

El llavero es un artefacto de pequeño tamaño que nos permite perder media docena de llaves a la vez en lugar de hacerlo de una en una. Sin embargo, coleccionistas de todo el mundo se empeñan en llenar las paredes de sus casas con miles, a veces decenas de miles, de piezas que reproducen la torre Eiffel, la foto de la Virgen del pueblo protegida en metacrilato o un balón de fútbol. Nada se escapa a la perspicacia de los diseñadores: santos, penes, escudos nacionales, botellas de licor, marcas de vehículos, monumentos, calaveras, piolines, latas de cerveza, bombillas, galletas, llamas, frutas, fotos familiares… Y así hasta el infinito inexplorado.

Llaveros con bicho por Joan Riera

Por supuesto, Mallorca no podía quedar al margen de este derroche de creatividad. El objetivo es que los turistas los regalen a familiares, amigos y conocidos cuyo nivel de compromiso no supera los tres euros de dispendio. Los hay con la silueta de la isla, con la catedral, con albarcas, con fotos de sa Calobra, con el escudo de Palma, con el del Real Club Deportivo Mallorca, con el escudo de Alaró, con la Verge de Lluc, con empresas de chapistería, carpintería o albañilería. De todo hay en la viña del señor.

Llaveros con bicho

Llaveros con bicho por Joan Riera

Pero, ¿cuál es el origen del llavero? Algunas fuentes aseguran que las primeras cerraduras, con sus correspondientes y rudimentarias llaves, se idearon en el antiguo Egipto. Un cordón alrededor del cuello para evitar perderlas, sería la protohistoria de este elemento destinado, ya en nuestros días, a desgarrar los bolsillos de los pantalones.

Llaveros con bicho por Joan Riera

Sin embargo, fueron los griegos, después y como casi siempre los romanos se limitaron a copiarles, quienes idearon el aro, llamado ojo, que permitía sostenerla con un dedo o pasar varias de ellas por un aro metálico. El tamaño no permitía ni llevar muchas ni juntarlas con un diminuto llavero. Por eso nacieron los serenos. Para que los ciudadanos no se vieran obligados a acudir a la ópera, al teatro o a la tertulia literaria con un kilito de hierro en el bolsillo.

Llaveros con bicho

Los materiales utilizados son el cuero, la madera, el plástico, el latón, el bronce o el oro rosado con incrustaciones de diamante. Se afirma que este último es el llavero más oneroso del mundo. Se entrega a cualquier comprador de un sofisticado vehículo superdeportivo Koenigsegg Regera, que se vende por el módico precio de dos millones de euros… Por supuesto, el complemento cuesta más que la mayoría de los turismos que circulan por nuestras carreteras.

Llaveros con bicho

Llaveros con bicho por Joan Riera

La sección de llaveros del Museo del Souvenir de Mallorca podría llenar media docena de salas. Pero una de mis mejores experiencias museísticas fue una visita al Rijkmuseum de Amsterdam. Como en aquella época se acometía una amplia reforma del edificio, se mostraba una selección de las mejores obras de la colección. Una concentración de pinturas de Pedro Pablo Rubens, Rembrant o Vermeer que se contemplaban sin necesidad de recorrer cientos de salas. Aun así, la visita duraba unas tres horas.

Llaveros con bicho

Llaveros con bicho por Joan Riera

La exposición debe mostrar las piezas más características de la producción mallorquina. Por supuesto, igual que algunos aman a Joan Miró y otros a Pablo Picasso, se puede discrepar. Sin embargo, la pieza más destacada de las salas de llaveros serán dos formados por una bola que contiene agua en su interior. En uno nada un delfín azul de plástico. Por el otro navega, o mejor dicho, se hunde irremediablemente un windsurfista sin esperanzas de ser rescatado por los servicios de emergencia.

Llaveros con bicho por Joan Riera

En China se han puesto de moda unos parecidos a los que acabamos de describir. Con una pequeña diferencia. En lugar de chorradas de plástico contienen animales vivos sumergidos en un líquido nutritivo y con una pequeña reserva de aire. Aseguran que pueden sobrevivir unos dos meses. La estupidez humana no conoce límites.

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