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La lacra de la violencia machista

Mujeres paquistanís en Cataluña: "¿Quién se atreve a denunciar a sus padres?"

Las entidades especializadas critican la falta de apoyos con los que cuentan las mujeres que no quieren someterse a un matrimonio por obligación

El asesinato en Gujarab (Pakistán) de Aneesa (24 años ) y de Urooj (21 años), dos mujeres residentes en Terrassa (Vallès Occidental), ha conmocionado a la comunidad paquistaní y las entidades sociales que intentan acabar con esta lacra en Cataluña. La falta de sensibilización entre las comunidades y los pocos servicios dónde las mujeres puedan denunciar estos casos apunta como uno de los fatídicos fallos que ha provocado esta situación. "Que no lo veamos no significa que no ocurra: hace años que, como sociedad, damos la espalda a esta realidad", sostienen desde Valentes i Acompanyades, una de las pocas entidades que ayuda a las víctimas de esta lacra.

"Estamos profundamente afectados", señala Javed Ilyas, presidente de la Associació de Treballadors Paquistanesos de Catalunya. "Las mujeres que viven en Cataluña, especialmente las que tienen papeles, están muy expuestas a los matrimonios forzados. Viajar hasta España y conseguir los papeles cuesta 20.000 euros. Las familias buscan casarlas con las chicas que ya viven aquí y entonces luego viajan hasta España para ahorrarse este dinero", sostiene Ilyas. "La culpa aquí es de los padres, no tenían que haber permitido volver al Pakistán a separase... o sabían que el tema acabaría mal o les engañaron", prosigue. Ilyas señala que se trata de un problema endémico y crónico y que hacen falta más medios para combatirlo.

Falta de formación

"Hace tan solo cuatro o cinco años que en Catalunya se habla de los matrimonios forzados como un acto más de violencia machista", explica Ruth Rosique, miembro del equipo técnico de la asociación Valentes i Acompañandes. Es la primera entidad en abordar este tema y sólo este año ha atendido a 140 mujeres son obligadas a casarse a la fuerza en Catalunya. "La mayoría de las mujeres que atendemos provienen del áfrica subsahariana y Marruecos. De Pakistán apenas hace un año que empezamos a detectar casos: es una sociedad que le cuesta abrirse y hablar de este tema", señala Rosique. "Casos como éstos se pueden evitar... lo crucial aquí es que los amigos, los servicios sociales, alguien tenía que haberles dicho que volver al país de origen no era una buena idea. Nosotras lo hacemos a diario con las chicas que atendemos", subraya. "El problema es que los servicios sociales van colapsados, no tienen formación en este ámbito, y cuesta mucho detectar los casos a no ser que las chicas vengan y te lo cuenten directamente", prosigue.

La familia es sagrada

Uno de los principales problemas para poder atajar esta lacra es la dificultad de interponer una denuncia para que los Mossos investiguen el caso. "¿Quién se atreve a denunciar a sus padres? Para nosotros la familia es algo sagrado, es muy importante", añade Adeeba Asghar, miembro de la asociación de mujeres pakistanís Minhaj Ul Quraan. Una realidad que Rosique confirma. "Es más traumático para ellas y esto complica su recuperación psicológica". "Las pocas mujeres que osan a dar el paso lo pasan muy mal: es muy difícil ir en contra de la familia, muchas terminan en la calle, abandonadas... El riesgo es enorme", subraya Asghar, que insiste en que el Islam está completamente en contra de las bodas sin consentimiento de las dos partes.

"¿Las chicas iban a la escuela o algún curso de formación? ¿Hablaban el idioma? ¿Iban al médico de cabecera?", se pregunta Huma Jamshed, de la Asociació Cultural Educativa y Social Operativa de Dones Paquistaneses (ACESOP). "Insisto en esto porque muchas mujeres que son obligadas a casarse están completamente controladas por sus familiares y no les dejan relacionarse con la sociedad catalana y por esto no las detectamos", prosigue. Jamshed afirma que este año ha salvado a 70 mujeres pakistanís de posibles matrimonios forzados. "Pero hay muchas más que no detectamos, que no podemos frenar. Los maridos pueden hacer lo que quieran con ellas: matarlas, apalearlas, maltratarlas...", dice. "Este caso de Terrassa nos tiene que hacer abrir los ojos: aquí lo importante es que empoderemos a las mujeres paquistanís para que sepan que sus cuerpos son suyos, no de sus padres ni de sus hermanos". 

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