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Volcán La Palma

La biodiversidad de La Palma renace bajo las cenizas del volcán Tajogaite

La flora coloniza las profundidades del mar y del pinar, pero los animales son cautos ante el regreso | El ecosistema volverá a la normalidad en menos de un año

Las rocas basálticas que formaron la fajana son colonizadas por organismos bentónicos, como las algas. / I LOVE THE WORLD

La biodiversidad de La Palma está renaciendo bajo la cobertura de cenizas y lava que dejó el volcán a varios kilómetros a la redonda. Un espesor verde empieza a conquistar el pinar que se encuentra a unos 5 kilómetros de la hoya de Tajogaite, donde emergió el volcán. Al mismo tiempo, las lenguas de lava que se dispersaron por los 30 kilómetros de la costa oeste de La Palma se han petrificado y convertido en una extensión de rocas basálticas que ya han sido "completamente colonizadas" por distintos organismos.

La vida se abre paso y lo hace a una velocidad inimaginable hace tan solo un par de meses. "No me esperaba que lo hiciera tan rápido", admite el biólogo y delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Canarias, Manuel Nogales. Lo comenta mientras contempla, desde las cercanías del volcán, cómo el pinar ha vuelto a recuperar su característico verdor. 

Su sorpresa no extraña, pues hace apenas cinco meses toda la extensión de pinar del suroeste de La Palma se había teñido de amarillo. Sus acículas se habían doblegado a los gases tóxicos que el volcán expulsaba incesantemente junto al fuego y las cenizas. Los pinos se ahogaban, de forma literal, en una atmósfera viciada que no les permitía realizar correctamente la fotosíntesis. 

Aunque lo lleva en el recuerdo, lo que ve Nogales en los alrededores del volcán ya no se parece a aquella fotografía marchita. "En los pinos estamos contemplando la aparición de brotes apicales (en las ramitas) y axiales (en los troncos) de hasta 10 centímetros", explica el investigador, que destaca que en los suelos –sotobosque– han empezado a crecer pequeñas plantitas que corroboran la resiliencia del entorno. 

Las algas han hallado en las rocas basálticas marinas un lugar donde establecer su hogar

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En el entorno submarino la recuperación es aún mayor. Así lo confirmó hace unas semanas la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULGPC), que aseguró que, en los últimos trabajos de campo realizados, han notado "una rápida capacidad de recuperación" de los ecosistemas marinos que fueron afectados por el delta lávico. Las algas han sido las primeras en encontrar en las rocas basálticas un lugar agradable donde establecer un nuevo hogar. 

Al sumergirse en las profundidades de la costa, los investigadores ya no encuentran la roca negra generada por el rápido enfriamiento de la lava al chocar con el mar. «Ya no está», insiste el investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), Eugenio Fraile, que acudió a la zona a principios de año en el marco del proyecto oceanográfico Vulcana. Esto ha permitido que cada vez más organismos se acerquen al lugar, aunque lo hagan con pies de plomo. Y es que en la zona, como explica Fraile, "aún hay mucha turbidez"por los restos que han dejado los piroclastos que han emanado del volcán. 

El pinar del suroeste de La Palma recupera su verdor.

Una reserva de vida 

El lugar donde se creó esta nueva fajana se encuentra a pocos metros de una zona especial de conservación, la Franja Marina de Fuencaliente, por lo que hay grandes expectativas de recuperación. Los datos preliminares del estudio de la ULPGC ha censado 28 especies en el área afectada, "incluyendo algunas de alto interés pesquero tales como el mero, la cabrilla, y las viejas". Una circunstancia que también tiene relación con la ausencia de la pesca en la zona durante este tiempo. "La naturaleza es sabia", destaca Fraile, quien recuerda cómo el volcán submarino de El Hierro, Tagoro, ha llegado a generar un ecosistema propio mucho más productivo que el resto de océano que le rodea. "Los volcanes son vida", insiste. 

Las coladas y el cono volcánico se mantienen «intactos» debido a sus altas temperaturas

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La vida animal, sin embargo, está tardando un poco más en regresar a las zonas afectadas por el volcán en tierra. Los primeros días después de la erupción, casi toda la fauna se esfumó de las inmediaciones del volcán, sin embargo, unos pocos gatos, lagartos, perros y conejos decidieron quedarse para proteger su territorio. Unos meses después, la continua caída de cenizas y la falta de alimento provocó que el lugar se convirtiera en un desierto donde tan solo algunas aves, como los cuervos, se atrevían a cruzar la línea imaginaria en la que empezaba la zona de exclusión. Cuatro meses después también han sido las aves las primeras en aventurarse al recuperado pinar. "Hemos encontrado especies de pinzón vulgar en el 70% de las zonas de estudio", resalta Nogales. Al pinar también han regresado mosquiteros y mirlos, lo que, a ojos del investigador, es "una buena noticia", aunque "no han recuperado las densidades poblacionales con las que contaban previamente". 

La estampa actual invita al optimismo de los investigadores, hasta tal punto que ya algunos se lanzan a prever el momento en el que todo volverá a la normalidad. "A este paso, si todo sigue así, en cuatro o cinco meses nos costará ver los vestigios de los daños físicos de este volcán", resalta Nogales. 

Menos suerte están teniendo las coladas y los dos kilómetros y medio que rodean el cráter. Las coladas que se diseminaron sobre la ladera de Los Llanos de Aridane permanecen a unas temperaturas demasiado elevadas como para asentarse en ellas y lo mismo ocurre en el cono, que además, pasa los días desgasificando gases tóxicos. De modo, que ambos lugares permanecen intactos pese al paso del tiempo. Estos lugares inhóspitos solo han podido ser escrutados por algunos insectos voladores, como las arañas, que además resultan ser «grandes colonizadores». 

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