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España vaciada

El oasis extremeño de la España vaciada: "Yo quiero vivir en mi pueblo"

Vivares es un ejemplo de cómo puede lucharse contra la despoblación con escasos recursos y muchas iniciativas. El consistorio fomenta la participación juvenil y da ayudas al retorno de vecinos emigrados

Jairo Pino, joven vecino y alcalde de Vivares. Samuel Sánchez

A apenas 15 minutos en coche de la localidad pacense de Don Benito y a diez de Miajadas (Cáceres) se encuentra Vivares, una pequeña localidad de apenas 700 habitantes que se consolida como un diminuto oasis dentro de la famosa España vaciada. En un contexto en el que muchos jóvenes se ven obligados a salir de sus pueblos de origen ante la falta de oportunidades, en esta entidad local menor de Don Benito apuestan de manera decidida por los jóvenes. Porque puedan elegir qué hacer: si ir a vivir a otro lugar o hacer vida en su pueblo. 

Vivares es un lugar tranquilo. En la plaza, junto a la iglesia, se encuentra un pequeño quiosco que ofrece café a los vecinos. Dos de ellos charlan junto al alcalde, Jairo Pino. Frente a ellos, un grupo de obreros se afanan por avanzar en la construcción de una pista multideportiva que esperan tener lista en unas semanas. El objetivo es ofrecer nuevas alternativas de ocio a los jóvenes de la localidad. 

Precisamente uno de esos jóvenes es el propio Jairo Pino, que hace varios años, tras estudiar Periodismo en Sevilla, sintió la "necesidad y las ganas" de volver a su pueblo. Este nieto de colonos, que desde los 14 años participa  en la vida política y asociativa de la localidad, decidió dar el paso para luchar por su pueblo de una manera "más potente". Decidió presentarse a la alcaldía. Él, gran conocedor de los problemas que hoy día atañe a hombres y mujeres de su misma edad (aún no llega a la treintena), se propuso desde el primer día ayudar a sus vecinos a poder apostar por una vida en su pueblo. Entre otras, una de las iniciativas que durante su legislatura ha puesto en marcha es dar ayudas directas al retorno de lo que ellos llaman "vivareños migrados", que no es otra cosa que destinar una cuantía económica de hasta 1.200 euros para volver a Vivares. Hasta ahora, señala, lo han hecho una decena de personas. 

Vuelta a casa 

Una de ellas es Diana Nogales, que atiende al teléfono al salir de su trabajo en unos invernaderos de Don Benito. Ella, junto  a su marido y dos hijos, decidieron en plena pandemia que lo mejor era pasar el confinamiento en casa de sus padres, en Vivares. Así pues, pusieron en venta su piso en Don Benito y se lanzaron a una nueva vida. "La tranquilidad con la que se vive en un pueblo no tiene nada que ver. Mis hijos están encantados", cuenta. Esta familia es solo un ejemplo de una apuesta decidida por vivir en un entorno rural al que no le falta de nada. Quizás en ello tengan que ver las iniciativas puestas en marcha por el consistorio que buscan el fomento de la actividad comercial y de ocio en la localidad. De hecho, Vivares cuenta con casi una treintena de empresas, la mayoría de ellas ligadas directa o indirectamente con la principal actividad económica de sus vecinos: la agricultura

Cristina, a la izquierda, y Sandra, a la derecha, tras el mostrador de su establecimiento.

Cristina, a la izquierda, y Sandra, a la derecha, tras el mostrador de su establecimiento. SAMUEL SÁNCHEZ

Cristina Menacho es una joven vivareña que estudió comercio y marketing y que regenta un pequeño ultramarinos desde hace poco más de un mes. "Antes había trabajado en ópticas y tiendas de ropa, pero con la llegada de la pandemia me quedé en paro", cuenta. Sin embargo, a pesar de tener algunas dudas, se lanzó de manera decidida a apostar por este negocio en su pueblo. "Estoy contenta porque he tenido un buen recibimiento por parte de la clientela", presume tras un mes al frente de este negocio heredado de un familiar. Pero quizás lo que le llevó a dar el paso de esta apuesta fue su pequeña. "Es un trabajo cómodo para mi porque me permite pasar más tiempo con mi hija", subraya. "Nunca pensé que iba a trabajar en mi pueblo, pero yo quiero vivir aquí", asevera. 

Sandra Tello, empleada de Cristina y otra joven de la localidad, reconoce en la misma línea que trabajar para sus vecinos y justo al lado de casa es un "privilegio" por todo lo que ello conlleva. "Ahorro combustible y tengo tiempo para mí, que es lo más importante", apunta. Ellos son solo algunos ejemplos de cómo desde los entornos rurales se puede luchar y combatir contra ese monstruo de la despoblación al que esta localidad ha decidido plantar cara.

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