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Fallas

"Alguien que viene de la guerra puede revivir un trauma con el sonido de un petardo"

Expertos aconsejan explicar a las personas refugiadas en qué consiste una mascletà e introducirles poco a poco en la fiesta

Una Mascletà, en imagen de archivo.

Mientras los refugiados ucranianos llegan a Valencia huyendo del terror, en la capital del Turia se respira ambiente de fiesta. Quienes han podido escapar de los bombardeos indiscriminados de Rusia se van a encontrar con petardos, tracas y mascletàs a cada esquina. Pequeñas explosiones al fin y al cabo. Las personas que migran tras haberlo perdido todo pueden haber creado un estrés postraumático en el camino a Valencia. Situaciones como una mascletà pueden hacerles revivir un bombardeo, recordarles su situación, su familia, sus casas.

Así lo explica Consuelo Tomás, psicóloga clínica que ha tratado a otras víctimas de conflictos y atentados terroristas que se han visto en la misma situación. "Alguien que viene de la guerra puede revivir un trauma con el sonido de un petardo", explica Tomás.

Para entender su situación hay que sentar antes algunas bases. "Nosotros hemos nacido en Valencia, donde a los niños cuando tienen un año y pico ya les damos bombetas para que jueguen. Los valencianos llevamos la pólvora dentro. Y sobre todo entendemos la fiesta", cuenta Tomás.

Esto, entender el significado de la fiesta, es la primera clave. "Cuando escuchamos una mascletà sabemos interpretar por la cadencia, los tiempos y el tremolar del final si nos ha gustado o no. Pero una persona de Ucrania no escucha nada de eso, no lo entiende. Para ellos es solo un ruido súper intenso del que pueden asustarse y con razón", asegura.

Su caso tiene que ver con el estrés postraumático, es decir, el miedo a repetir una situación extrema que ya se ha vivido (un bombardeo, en este caso). Una explosión fuerte puede hacerles revivir los dolores de la guerra. "Le vienen 'flashbacks'. Recuerdos del bombardeo. La situación se vuelve a vivir en el pensamiento y es extremadamente angustiante para ellos, se pueden sentir irritables, rabiosas y hasta desesperanzadas", explica Tomás. Además, matiza, las personas que vienen de una situación de este tipo suelen tener una carencia de emociones positivas en general.

"Cuando nosotros disfrutamos del tremolar de una mascletà, ellos pueden recordar cómo temblaba el refugio en medio de las bombas"

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Para Tomás, "exponer a esta gente a explosiones fuertes y que encima no entienden puede hacer que vuelvan a recordar todo y se vengan abajo. Es como si a un superviviente de un accidente aéreo lo llevamos a Manises a escuchar como despega un vuelo", comenta.

Además, como remarca, hay una gran diferencia cultural. "Las personas que vienen de Ucrania no están acostumbradas a este volumen de ruido. Nosotros escuchamos un petardo e interpretamos que no pasa nada, es un petardo. Pero una persona de fuera oye una explosión. Cuando nosotros disfrutamos del tremolar de una mascletà, ellos pueden recordar cómo temblaba el refugio en medio de las bombas", asegura.

Tomás dice que es importante diferenciar entre dos conceptos: la fobia y el estrés postraumático. La fobia es un miedo irracional a una situación que no se ha vivido o que no representa en realidad un peligro. "Hay algunas personas de aquí que le tienen fobia a los petardos y no lo pueden evitar", explica Tomás. El estrés postraumático, en cambio, sí que tiene que ver con una situación muy peligrosa que a alguna persona le ha tocado vivir. Esta segunda patología es la que suelen padecer las personas que huyen de conflictos.

Una vida hecha pedazos

Pero no podemos reducir una vida en unas pocas líneas. Ni reducir el problema a la pólvora. Tomás insiste en que las personas vean más allá y entiendan que "tienen la vida hecha pedazos. Los niños ya no pueden ir a clase, ni al cole, ni al parque, ni dormir tranquilos. Han estado expuestos a la separación de sus padres porque él se ha quedado en la guerra. Muchos se van quedar huérfanos... Los refugiados viven en una situación de dolor permanente cada día", lamenta.

Por eso, como explica Tomás, "no podemos exponerles a todo el primer día". Para las familias de acogida que estas semanas hayan recibido personas, recomienda "ir poco a poco". Primero, explicarles el sentido de la fiesta, que lo entiendan, luego "quizá podemos ponerles solo la imagen de la mascletà en la tele, al día siguiente con un poquito de volumen, y así poco a poco", explica.

"Exponer a esta gente a explosiones fuertes y que encima no entienden puede hacer que vuelvan a recordar todo y se vengan abajo"

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La infancia es quizá la parte más vulnerable en las guerras, y para ellos Consuelo recomienda "dotarles de muchísimo cariño y seguridad. Que aprendan el idioma, escolarización. Y sobre todo no infravalorar su miedo ni mentirles. Decirles que sus padres están en la guerra, pero que tienen amigos que les van a proteger. Y si tienen miedo que lo puedan exteriorizar, no negárselo", cuenta. En los niños, dice Tomás, el comportamiento puede ser que se comporten de una manera más infantil: "rabietas, que se chupen el dedo o hacerse pis en la cama", cuenta.

Obsesión con la guerra

Aunque la guerra no afecta igual a todo el mundo, también pueden haber personas impactadas por un conflicto bélico en Europa, incluso que se obsesionen con ello, se vuelvan fatalistas y esto les impida vivir de manera normal su vida. Tomás da varios consejos: el primero es evitar la sobreinformación; "está muy bien informarse y leer las noticias, pero tampoco es bueno estar todo el día metido en la pantalla sin parar de leer sobre el tema en los medios, que estos días se deshacen en noticias", cuenta.

Por otra parte pide a estas personas "no ponerse en el peor de los escenarios, y vivir el presente sin preocuparse de algo que no pueden controlar. Mantener la calma y distraerse con otras cosas".

Pese a todo, cuenta Tomás, "si la preocupación no se va y se empiezan a tener problemas de concentración, para irse a dormir a una buena hora o dificultades para tener un día a día normal, lo recomendable es buscar ayuda profesional", remarca.

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