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Adicciones

Adictos a las pantallas: "Un videojuego te puede llegar a esclavizar"

Los mecanismos de los juegos que se venden como gratuitos pero luego resultan ser 'pay to win' (pagar para ganar) pueden resultar adictivos para muchas personas | "Llegaba a gastarme 400 euros al mes y podía jugar 12 horas seguidas", cuenta una persona en terapia

Una joven jugando a un videojuego de PC.

"¿Sabes cuando alguien te recomienda que te hagas un horario? Con tus ratos para el gimnasio, de estudio, tus horas de descanso... Pues este era mi horario". Paco Martí (nombre ficticio) se saca el móvil del bolsillo y enseña un videojuego en la pantalla. Uno de esos en los que tienes que construir tu ciudad, conseguir recursos, unirte a un clan con más jugadores y atacar a otros. "He llegado a gastar 400 euros al mes y a jugar 12 horas al día". Hasta hace nada, aquel videojuego regía su vida.

Martí tiene 33 años y desde octubre va a terapia para superar su adicción. Prefiere mantenerse en el anonimato. El juego es 'gratis' tanto en ordenador como en el teléfono móvil. Pero como recuerda Paco, nada es gratis. En realidad, se trata de un videojuego 'pay to win' (pagar para ganar). Esto significa que llegados a un punto es imposible mejorar si no depositas dinero, por muchas horas que le eches delante de la pantalla. Si quieres ser más poderoso, te toca pagar.

Lo primero que te aparece nada más abrir la app, antes siquiera que la interfaz, es una oferta. 10,99 por un pack de recursos (oro y plata virtual) para mejorar tu ciudad. Cuando le das a la equis de la esquina accedes al juego, pero al lado hay un reloj con cuenta atrás que te marca las diferentes 'guerras' a las que jugar con tu clan, que pueden ser jugadores del otro lado del globo en tiempo real. "He llegado a poner alarmas de madrugada cada tres horas para levantarme y jugar estos eventos", explica Martí.

Pero esto son las consecuencias, la adicción cultivada en el tiempo. Paco explica que "te vas dando cuenta de que tienes una relación insana cuando dejas de quedar con tus amigos, empiezas a tener problemas en el trabajo, con tu familia, tu pareja... Cuando el dinero que te gastabas en una cena con colegas lo metes en el juego, o dejas de dedicarle las horas que necesita a la oposición para jugar al juego. Y un día te da un golpe de realidad. Un bajón y un sentimiento de fracaso". Huelga decir que los videojuegos por sí mismos no generan adicciones, pero hay que estar alerta ante ciertos mecanismos.

"He llegado a poner alarmas de madrugada cada tres horas para levantarme y jugar", explica Martí

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Julio Abad es psicólogo experto en ludopatía y adicciones no tóxicas de la fundación Patim. Explica que este tipo de adicciones están aumentando poco a poco. "Muchos videojuegos gratis están diseñados para que te quedes pegado a la pantalla. Las partidas interminables, interfaces atractivas... y si encima le añades incentivos como recompensas son incluso más adictivos", explica. Obviamente la carga adictiva no es, ni de lejos, tan grande como la de otro tipo de sustancias tóxicas como el alcohol u otras drogas. Pero hay varios aspectos que lo convierten en un peligro a tener en cuenta.

El perfil de la persona con problemas de adicción a los videojuegos no suele ser el del joven parricida de 15 años que estas semanas ha saltado a los medios de comunicación. De hecho anda lejos de eso, según Abad. En realidad son adultos jóvenes de más de 30, como Paco, los que desarrollan adicciones y acaban gastando de manera compulsiva.

La antesala de la ludopatía

A parte de la carga adictiva (que es baja) hay que tener en cuenta la personalidad y circunstancias del sujeto, y sobre todo lo normalizado que esté en el entorno. "Ese es el gran olvidado. Cuando el contexto normaliza una conducta es mucho más fácil caer en adicciones. Ocurre, por ejemplo, con el alcohol en España, cuyo consumo está súper normalizado. Está ocurriendo algo similar con los videojuegos y las pantallas en general. Tenemos acceso a internet y videojuegos ilimitado, las 24 horas al día en nuestro bolsillo, y a nadie le parece raro", cuenta.

El ejemplo que da Martí es muy ilustrativo. "A mi siempre me han gustado los videojuegos. Empecé jugando con mis amigos en los cibercafes. Allí ibas y jugabas un tiempo determinado, un par de horas como mucho, pasabas un buen rato y seguías con tu vida", explica. "Pero luego empecé a poder jugar en mi casa, y muchos días me he pasado jugando más de 8 horas seguidas sin levantarme. También a otros juegos que me quitaban de uno pero me enganchaba al otro".

Las circunstancias son otro factor. Martí cuenta que sentía una sensación de fracaso, con más de 30 años y viviendo con sus padres, sin poder encontrar un trabajo o acceder a una vivienda. "Me refugié en el juego", confiesa. Aunque reconoce a posteriori que ese refugio para evadirse podría haber sido el alcohol, el juego, o las drogas.

Como ocurre en otras sustancias, los videojuegos también generan comunidades de adictos. "Hace un tiempo rompí con mi clan. Pasa como con la gente que toma sustancias tóxicas, entre ellos se protegen y se autoconvencen de que no es malo, pero en el fondo saben que lo es. Pues ocurría igual", asegura.

"Llega un punto en el que te aíslas y lo mantienes a escondidas de tus amigos para que no se enteren. Lo ocultas. No les contaba que estaba jugando, me inventaba excusas antes de reconocer que estaba dedicando tiempo a un juego porque me avergonzaba. Me daba vergüenza que un juego de móvil me estuviera quitando el tiempo de cosas verdaderamente importantes", cuenta Martí.

"Llega un punto en el que te aíslas y lo mantienes a escondidas de tus amigos para que no se enteren. Lo ocultas", afirma Paco Martí

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La espiral llegó a un punto en que cumplía todos los requisitos de Abad para identificar cualquier adicción. "Uno es el síndrome de abstinencia: ansiedad, irritabilidad y sintomatología depresiva. El segundo es la tolerancia, como con otras sustancias la personas necesitan cada vez más. El tercero es la pérdida de control sobre tu vida, cuando te pones a jugar y desaparece todo hasta que afecta a tus relaciones, el trabajo, etc". Paco reconoce que cumplía todos los requisitos, hasta que un familiar consiguió que accediera a ir a terapia.

El peligro de las pantallas

Martí y Abad coinciden en dos cosas: la primera es que cada vez más personas están desarrollando estas adicciones, sobre todo jóvenes. La segunda es que hay que abrir el foco. "Yo he sido opositor y veo como mucha gente se tiene que bloquear el móvil, dárselo a su pareja, o hasta meterlo dentro de una caja fuerte para no usarlo. Lo meten y solo sabe la contraseña otra persona. Si te paras a pensarlo es muy fuerte. Es una falta de autocontrol bestial", cuenta.

Abad incide todavía más en este problema. "Estamos hablando de videojuegos, pero sería prudente que la gente mirara cuántas horas al día pasa en Instagram y otras redes sociales. La situación es mucho más compleja que simplemente los videojuegos", sentencia.

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