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Educación

Los padres 'boomers' no entienden a los 'centennials': minidiccionario de urgencia para comunicarte con tus hijos

La Generación Z, sucesora de la Millenial, incorpora al argot juvenil un amplio vocabulario de nativos digitales muy influido por las redes sociales y las nuevas tecnologías

Los padres 'boomers' no entienden a los 'centennials': la guía definitiva para comunicarse con sus hijos.

El lenguaje juvenil siempre ha sido algo móvil, y ahora más que nunca en el imperio del móvil: cambiante, seductor por lo que tiene de transgresión locuaz e inofensiva frente las normas severas y encorsetadas. Al diccionario millennial (nacidos ente los años 1981 y 1993) le sucede el escrito o dicho por la Generación Z (nacidos entre los años 1994 y 2010), claramente influido por internet y su universo scroll de haters, followers y demás. Nativos digitales en su mayoría, las redes sociales son un campo sin puertas abierto a las nuevas tecnologías y a relaciones habituales con gentes de otras partes del mundo. Resultado: un vocabulario repleto de anglicismos y abreviaturas spanglish habituales del Whatsapp y similares. Ese mestizaje que fortalece una identidad o un sentido de pertenencia a un grupo social puede hacer que las generaciones anteriores (sobre todo los 'boomers' de la 'babyboom', quienes nacieron entre los años 50 y 60) se hagan la vista un lío.

La reciente polvareda que se levantó con un vídeo de la cantante Rosalía en el que adelantaba una estrofa de una canción usando palabras que para muchos resultaba indescifrables pone de relieve la existencia de una brecha de comunicación entre generaciones, e incluso, dentro de una misma generación: no todos los jóvenes comparten el mismo argot. Los videojuegos, por ejemplo, proporcionan su propio material.

Para no perderse, proponemos un minidiccionario de urgencia para padres, profesores y todo tipo de adultos que se pierdan oyendo hablar a los más jóvenes. Ojo: algunas palabras de este argot pueden haber dejado de ser “cool” cuando hayan terminado de leer, y otras pueden ser habituales entre ciertas comunidades y extrañas en otras. Para ir abriendo boca, algo sencillito, como de andar por casa: holi, guapi, loqui, besis, okis.

  • A machete: ir con todas las fuerzas, intensidad máxima.
  • Azul: Policía Nacional.
  • Bakano: muy, pero muy bueno.
  • Beef: riña agria entre dos personas.
  • Boomer: para referirse a cualquiera que saque unos cuantos años al adolescente que tiene delante. Un “ok, boomer” es la forma más desdeñosa que se puede soltar para zanjar debates.
  • Boquerón: dícese de quien no ha dado su primer beso en condiciones.
  • Bro: esta es fácil, diminutivo de brother (hermano).
  • Buen dato: en modo irónico para soltarle a alguien que nos importa un rábano.
  • Capitán Obvius: no, no es un superhéroe. Es alguien que dice cosas... obvias.
  • Carpeta: muy de realities shows. Un rollito de amor entre dos concursantes.
  • Cayetano/a: pijo/a.
  • Chill: sosiego, tanto como estado de ánimo como petición a quien nos estrese. Chilear.
  • Calle: todo un mundo y una descripción para quien tiene poca o mucha calle. Un aval de experiencia, vaya. “Te falta calle, padre”.
  • Carencias: etiqueta para quien ha llegado a su tope de habilidades y no da más de sí.
  • Crack: ya no vale para elogiar. Todo lo contrario.
  • Cringe: grima. Vergüenza ajena.
  • Crush: amor platónico.
  • ¡De locos!: cuando algo está muy, muy pero que muy bien.
  • ¡De una!: ¡por supuesto!
  • ¡Dilo, tata!: para animar a una amiga a soltarse la lengua.
  • En plan: no significa nada, un añadido más tipo “en plan vamos al cine”. O de fiestuki (con K).
  • Estás tú: no, no es para situar a alguien, sirve para dejar claro que no vas hacer lo que te han dicho: “Estás tú que voy a ordenar la habitación”. Lo llevas claro, vamos.
  • Esto es aceite de oliva: que está muy bueno.
  • Fail: fallo, error. Patinazo.
  • Flow bakano: un estilo para la calle que llama la atención.
  • Ghosting: hacer el vacío.
  • Hacendado estoy: Sospresa. Hace una referencia a una marca blanca de un súper.
  • Hasta nunki: despedida en plan borde.
  • Hype: el no va más, exitazo.
  • Insta: facilito, Instagram en diminutivo.
  • Jai: colocón habemus.
  • Jari: un clásico para demostrar que estás… chungo.
  • Lache: vergüenza ajena.
  • Latigazo de la indiferencia: para ligones fracasados a los que dan calabazas. Duele, ¿eh?
  • Loco: el “tío” de toda la vida.
  • LOL: Siglas de la expresión inglesa “Laughing out loud”, que podría traducirse al español como carcajeándose. Acrónimo muy frecuente para señalar que algo te hace gracia y no quiere escribir mucho.
  • Marcarse un triple: lo que hacen quienes se pavonean y sacan pecho. Que fardan. (¿Fardar está caduco?)
  • Malro / buenro: exacto, mal rollo o buen rollo sin malgastar saliva ni letras.
  • Meh: si algo te resbala o no te apetece nada, lo sueltas. La h se aspira. Practique, practique.
  • Me renta: vamos, que te gusta algo y además es una adquisición inteligente.
  • Mierder: palabras mayores para atacar a alguien. Suena fatal.
  • Mordor: un sitio que queda muyyyyy lejos, como en “El señor de los anillos”, allí donde se escondían orcos y seres humanos. Tolkien inspira mucho a muchos.
  • Morral: si eres un vago, aplícate el cuento.
  • Mórtimer: estar hecho polvo de cansancio.
  • Mucho texto: cuando alguien está hablando demasiado, o de más, se le hace saber, a ver si espabila.
  • Nextazo: mostrar el mal rollo por algo o alguien. E ignorarlo. Quita, quita.
  • Observer: esa persona silenciosa que lo vigila todo mientras todos hablan y hablan.
  • Okey, oki, okis, okeler: el OK de siempre (que procede del O Killed del ejército americano cuando no había bajas).
  • OMG: Siglas de “Oh my God”. Que sorpresa, ¿verdad?
  • Otaku: demasiado videojuego, demasiado anime, demasiado…
  • Paneo: de colegueo con los panas.
  • Parguela: alguien que se la pega intentando hacer algo.
  • Photobombear: Boicotear fotos ajenas saliendo sin permiso en ellas.
  • Pila: mucho. Muchísimo.
  • Pimpin: presumir de algo.
  • Poner los tochos: ser infiel.
  • Popu: o sea, popular.
  • Pro: para algo que mola pila. “Muy pro”.
  • Puto: como súper pero con énfasis, en plan “me putogusta esta peli”, “lo putoflipo”.
  • Random: algo imprevisto, un plan inesperado. Aleatorio. Procede de los reproductores de música. Tiene más usos.
  • Rata: si te lo llaman no lo consideres un piropo.
  • Retuit: yo también. Twitter al fondo.
  • Salseo: polémicas o controversias en las redes y en la vida. Cuanto más picante, mejor.
  • Sapo: un chivato, puag, puag.
  • Shippear: celestinear con dos personas a ver si…
  • Siete veinticuatro: (24 horas, siete días por semana). Sirve para los plastas y también para designar algo que se usa mucho.
  • Sinsajo: de la serie de libros “Los juegos del hambre” Sinsajo (el tercero) se toma para poner la etiqueta a alguien sosete, sin sal.
  • Son los padres: algo que es mentira. Como los (...) Magos.
  • Stalker: fisgar en las redes. Cotillear.
  • Suda: quitamos el “me la” y ya está. Economía de lenguaje.
  • To Gucci: no es palabra japonesa (toguchi), alude a la marca de moda. Vamos, que si alguien o algo es to Gucci es que está muy bien.
  • Tete: alternativa a bro. O tata entre chicas, aunque lo que más abunda es el tíaaaaa de siempre, eso sí entonado con gravedad.
  • Tío: se pone como sufijo en plan ceñudo, tipo mamatío, déjame; papatío, pasa de mí.
  • To: machetazo al “todo”.
  • Tocho: ya no descalifica un libro muy gordo. Es un elogio.
  • Trolear: lo que nació para el espacio digital ahora se ha extendido por todos lados para identificar a quien provoca, sabotea, incomoda, cabrea, toma el pelo... Vacila, vamos.
  • Trol de fango: descripción bastante borde de alguien poco agraciado físicamente.
  • Va lacasito, va doraemon, va tinkiwinki: borrachera a cuestas. Pero en fi(s)no.
  • ¿Vale?: la mejor forma de terminar cualquier frase. Decorativa.
  • Viciarse: o sea, dedicar al Minecraft o al Call of Duty horas y horas y horas…
  • Vida loka: fiestuki sin límites.
  • WTF: Siglas de “What the fuck”, una forma vulgar de mostrar asombro o perplejidad.

"Te quiero ride como a mi bike, hazme un tape..."

Buena la armó Rosalía apareciendo en Baqueira sentada en un telesilla cantando en la red TikTok una estrofa de una canción (“Hentai”) con esta letra: “Te quiero ride, como a mi bike. Hazme un tape, modo Spike. Yo la batí, hasta que se montó. Segundo chingarte, lo primero Dios”. Hentai, para los no iniciados, denomina una rama del manga de contenido sexual. Y se montó un buen lío entre quienes se pasean por TikTok, donde solo el 40 por ciento son mayores de 30 años y cerca de un tercio de usuarios son menores de 14. Códigos nuevos para nuevas vías de comunicarse. 

Pablo Martínez, filólogo: “La lengua se reduce a memes, con expresiones que nacen y se extienden por las redes”

Pablo Martínez, profesor del departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo, quita trascendencia al asunto de la jerga juvenil. “No tiene nada de nuevo, todas las generaciones tratan de marcar su territorio y de diferenciarse de las que las precedieron, y una de las maneras de hacerlo es con el lenguaje”, afirma. Se recuperan antiguas palabras, con nuevos significados, o se crean otras nuevas.

El problema, si es que lo hubiera, no es de los jóvenes, sino de los padres y los abuelos, puntualiza. “Ahora, lo que pasa es que los que ya tenemos unos años nos sorprendemos porque estamos en la posición en la que antes estuvieron nuestros padres, que nos oían hablar y tampoco entendían del todo lo que decíamos”, explica.

Quizás las innovaciones en el lenguaje sean más evidentes en la actualidad, reconoce, porque existen nuevos lugares de convivencia intergeneracional, como las redes sociales, en las que coincide gente de edades muy diversas.

Lo que sí ha cambiado es que, de unos años acá, los jóvenes han perdido el dominio de la variedad diafásica de la lengua y la capacidad de adaptar el lenguaje a la situación. “Tengo alumnos de 20 años que jamás han usado el usted”, pone como ejemplo y cuenta que no es raro que en los correos electrónicos dirigidos a los profesores los estudiantes se dirijan a ellos llamándolos “colega” o pidiéndoles, literalmente, que les “echen una mano”.

“Tengo alumnos de 20 años que jamás han usado el usted”, asegura el profesor

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Reconoce que hay cierto deterioro en la calidad de la comunicación por la repetición de muletillas vacías de significado, como el tan oído “en plan” y que el contagio de otras lenguas, básicamente del inglés, se extiende a todos los ámbitos. “Antes la influencia de otras lenguas tenía más relación con temas determinados, los galicismos que se introducían en la astronomía o las palabras italianas en la música”, indica.

Pablo Martínez advierte, además, “una democratización de materiales lingüísticos, que antes pasaban por muchos filtros antes de ser publicados”. Una novela, cuenta, pasaba por un editor, era corregida antes de su publicación y ahora mucha gente se autoedita, sin contrastar con nadie los textos. Una consecuencia es que se está confundiendo el lenguaje escrito, más correcto y formal, con la lengua oral, más relajada.

“Algunos escritores de éxito actuales apenas pasan de la oración simple”, indica Pablo Martínez, recordando una broma del Gran Wyoming sobre el futbolista Raúl, del que decía que era la primera persona que escribía un libro antes de haber leído uno. “Eso podríamos decirlo ahora de muchos autores y me temo que no sería una broma”, apostilla.

“La lengua se va reduciendo a memes, con muchas expresiones que nacen y se extienden por las redes sociales”, señala. Unas palabras sustituyen a otras: carroza por viejo, carroza por pureta, pureta por boomer... A veces las primeras vuelven con otro significado y en más de una ocasión lo que parece tan rompedor viene de muy atrás. “Dabuti”, que tanto se utilizaba hace unos años, es una expresión que aparece en las novelas de Benito Pérez Galdós. Luego, afirma el filólogo, está esa gente que confunde el léxico, algo que ocurre en cualquier franja de edad.

“Mientras la lengua funcione como una herramienta de comunicación, no hay por qué preocuparse”, concluye Pablo Martínez. Los padres que dicen no entender a sus hijos, opina, más bien se refieren a que “no captan el significado de las conversaciones que mantienen con sus amigos”, pero por ahora no existe ninguna barrera infranqueable para que unas generaciones y otras se entiendan entre sí.

El halago que no entiende una madre: “Vas Cayetana”

La gijonesa Cynthia Gordillo reconoce que el saludo de su hija de 12 años, Daniela Galfonso, es un tanto inquietante: “Hola mamá, vas muy ‘Cayetana’ hoy”. Luego ya le explicó la chica que “Cayetana” es ir “algo pija, pero se lo digo en plan bien”. Menos mal. Mejor que “M.D.L.R.”: “Es como choni, pero más tirado… chándal, riñonera”, apunta Galfonso. Viene del francés “Mec de la rue” (chico de la calle). A veces en esa casa, como en tantas otras, vendría de perlas el diccionario de la página anterior. Como cuando Daniela Galfonso le explica a su madre lo que es un “crush”: “Tener un ‘crush’ es que tienes una persona que te gusta mucho, pero que sabes que nunca estaréis juntos”. “Ah, un amor platónico”, responde Gordillo. Lo cierto es que, a pesar de algunos obstáculos de comunicación, las dos se llevan de maravilla y hacen todo lo posible por entenderse. “Intento no usar palabras raras con mi madre”, reconoce la chica. “Yo digo ‘mola’ cuando hablo con ella, pero eso ya no se dice así”. “Ay, no mamá, algo bueno es ‘facherito’”, corrige la joven. Y cuando algo sale mal, hay que ponerse al día, ya no se usa aquel “fail” de los Millennials tardíos. Economía del lenguaje, señoras y señores, que es el futuro: “Se dice solo ‘efe’ o ‘efe en el chat’… Ya me entiendes”. O no. 

“Saco las palabras de Youtube y las redes sociales”

E l mierense José Juan García, con dos hijos en edad adolescente, Lucas (12) y Nicolás (16), es consciente de que “vivimos en una sociedad globalizada, nuestros hijos tienen teléfonos que son ordenadores y crean nuevas formas de expresarse”. A pesar de entender el fondo, cuando escucha a sus hijos comunicarse con términos como “bro” o “flow”, no siempre consigue comprender su significado. “Me suena raro todo, sobre todo cuando hablan de videojuegos y esas cosas”, admite. El más joven, Lucas, es el que está más influenciado. “Saco las palabras de Youtube, de las redes sociales y también de los videojuegos”, explica. Pone un ejemplo, “bugueado”, una palabra que viene del inglés “bug” (error), y que dicen cuando al echar una partida en línea, el juego se queda congelado. Pero eso es solo una parte del variado vocabulario que maneja, donde mezcla el castellano (tanto el que se habla en España como el de Latinoamérica) y el inglés. A la hora de mensajearse por el móvil, y a pesar de no tener limitación de caracteres, “acortamos las palabras e, incluso, nos las inventamos”. Y aunque su caso parece generalizado entre los jóvenes, su hermano Nicolás está en el otro extremo: “En este caso soy un poco chapado a la antigua, si hasta prefiero escuchar música de los años 90”.

“A veces no sé si me habla de un sitio o de una de persona”

La otra cara de la moneda es la que se vive en casa de la familia avilesina de Iker Cagigal y Sonia Méndez. Sus hijos, Gaizka e Idaira, de 15 y 11 años, respectivamente, no suelen utilizar palabras que se escapen del diccionario convencional. “Habla como si hubiera nacido hace 20 o 30 años”, bromea Iker Cagigal sobre su hijo Gaizka, quien reconoce no entender en ocasiones hasta a sus propias amistades. “El otro día me tuvieron que explicar lo que significaba la palabra retuit”, reconoce el joven. En casa no hay ni “troleos” ni “baneos”, nada da “cringe” y se consume poco contenido en “streaming”. La apuesta pasa por un lenguaje más convencional, el de toda la vida. “Hay veces que le escuchas expresiones que dices: ¡ay madre, cuánto tiempo hacía que no oía eso!”, señala la madre de Gaizka, quien apunta que “desde pequeño siempre le dijeron que hablaba como si fuera un adulto”. Sin embargo, la más joven de la familia, Idaira, sí está más metida en redes sociales. “Hay veces que no sé si me habla de una calle, de un sitio o de una persona. Utiliza palabras que no entiendo”, bromea Sonia, su madre. “Al final me salen muchas cosas de todo tipo en TikTok y se me pegan las frases”, asegura la joven de la familia, que posiblemente en un futuro sea la nueva “admin”, la líder de la familia.

Te me chileas

Cuando mi hijo me soltó que su amigo David estaba mamadísimo pensé de todo. No tenían edad para estarlo y no me apetecía dar sermones. Pero es que David no iba trompa; el tío estaba fuerte, o sea, que estaba cachas. Me cuesta señalar el momento en que la distancia con los míos se hizo sideral, cuándo supe que íbamos en diferentes barcos. Suena obvio, pero es difícil de encajar en esta época de padres-colegas.

Si pierdo un poco los nervios, en el pasillo me encuentro a un chaval que me dice: “Eh, te me chileas”. ¿Cómo? Me está troleando, lo hacen todo el día; trolear, te vacilan, te toman el pelo. Pero soy duro de pelar, que me gano la vida hace pila con el idioma. Como no son muy mayores, todavía no les da cringe cuando me pongo a su altura lingüística. Veremos con el tiempo. Aún les puedo elegir ropa facha (nada que ver con lo nuestro, no), reírme de ellos, trolearles porque vician a la Play como niños rata o, y esto sí que es viejo ya, mandarles a la ducha y que no sean otakus.

Paso de videojuegos, me aburren, también sudo del Insta y del Twitch, pero el Face me parece de viejos; me he quitado el LinkedIn aunque leo el Twitter como si fuera una agencia de noticias. Me puto cansa esto de no ser viejo ni joven, ahora que “puto” resulta que es un adverbio, además de un adjetivo, como toda la p… vida.

Intento que este artículo esté cheto, que mole, aunque decir molar ya no mola; no es cheto decir molar. Lo que no sé es si está tan desfasado como para dar cringe. Preguntaré en casa.

Ellos tienen una jerga que toma prestado de cualquier sitio: videojuegos y youtubers son la nueva RAE. Si te dicen “efe” es que algo ha ido mal, “efe en el chat” significa lo mismo. Con un simple “uda” te cascan que pasan de tu idea y si les cuentas una historia irrelevante te dan en los morros con un “buena data”. Y todo así.

Sus códigos son un delirio. Hará un par de noches pregunté qué veía uno en el iPad: 150 youtubers se apostaban 150.000 euros (mil por cabeza) en una partida al Juego del Calamar en Minecraft. A Ibai ya lo había eliminado. WTF!

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