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Con ciencia

Música

Es una hipótesis plausible, e incluso sensata, la de que una de las primeras manifestaciones de la mente moderna –entendiendo como tal la de los miembros de nuestra especie, Homo sapiens– fuese la música, antecediendo incluso rasgos tan conspicuos de la humanidad como es el lenguaje. Pero el problema para someter a prueba esa hipótesis es el de encontrar indicios de producciones musicales antiguas toda vez que, como es obvio, las melodías y las canciones no dejan huella en el registro fósil ni tampoco en el arqueológico. Pero sí que aparecen en este último unos objetos con forma de instrumento musical como son los hallados por los arqueólogos Nicholas Conard, Maria Malina y Susanne Münzel en los yacimientos auriñacienses de Hohle Fels (Alemania). Los autores describieron en un trabajo publicado en Nature en el año 2009 una flauta casi completa y fragmentos de otras tres descubiertos el año anterior en el horizonte Vb del yacimiento, con una edad atribuida de más de 35.000 años. De hecho, se han encontrado objetos a los que cabe atribuir la función de flautas primitivas de mayor edad aún, como el de la cueva eslovena de Divje Babe hallado en 1995 que alcanzaría diez mil años más cuando poco, pero con dudas acerca de su condición de instrumento que, de ser aceptada, llevaría hasta los neandertales el talento musical. Por el contrario, se aceptó de manera bastante generalizada la naturaleza de flauta de la hallada en Hohle Fels.

La clave de cualquier supuesto instrumento musical es, como no, su capacidad de producir sonidos armónicos. Y lo más sorprendente es, a mi juicio, que una vez obtenida la forma necesaria para generarlos ese resultado puede mantenerse a lo largo de mucho tiempo y en muy diversas localidades, sin cambios notables.

Muestra convincente de la persistencia de los instrumentos armónicos es el laúd de dos cuellos del siglo IV A.C. hallado en Dzhetyasar (sudoeste de Kazajistán). Gjermund Kolltveit, investigador independiente, ha publicado en la revista Antiquity un análisis de la reinterpretación de los hallazgos realizados en el yacimiento hecha por el arqueólogo kazajo Azilkhan Tazhekeev. Al decir de Kollveit, el laúd de Dzhetyasar apenas se distingue de los instrumentos semejantes hallados en Sutton Hoo (Londres, Reino Unido), que son de principios del siglo VII D.C. Existe una explicación simple para esa dispersión a través del espacio y el tiempo, habida cuenta de que Dzhetyasar se encuentra en la Ruta de la Seda. Un hecho puesto de manifiesto en el comentario al artículo de Kolltveit que fue incluido en la sección de investigaciones reseñables de la revista Nature. Pero también se impone el sentido común: si un instrumento es capaz de producir música armónica de gran calidad, ¿a santo de qué cambiarlo?

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