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Con ciencia | Olas

Predadores de los mollies. CURRENT BIOLOGY

El comportamiento de los animales que pertenecen a una especie gregaria ha supuesto un problema de altura a la biología evolutiva desde los tiempos en que Darwin no pudo explicar la conducta de los insectos sociales (abejas, hormigas, termitas...). El por qué del problema es fácil de resumir. La selección natural favorece el comportamiento en beneficio propio, con lo que la conducta encaminada a ayudar a otros miembros del grupo resulta opuesta a ese principio. Tales conductas gregarias pueden ser desde muy simples -alimentar a las crías en una colonia de hormigas- a muy complejas y, entre estas, los investigadores se han centrado en los últimos tiempos en los movimientos acompasados, casi de coreografía, de una bandada de pájaros o un cardumen de peces. Será raro quien no haya visto las aglomeraciones de estorninos, por ejemplo, que volando componen movimientos acompasados de una belleza extrema. Se trata de un mecanismo de defensa contra el ataque de un halcón, por ejemplo: al no disgregarse, al mantenerse unida pero con formas cambiantes la bandada -formas que dejan paso al vuelo del predador en ataque- son todos los pájaros amenazados los que salen ganando al perderse entre la multitud.

Uno de los estudios más recientes, aplicado en esta ocasión a la conducta gregaria en peces, es el publicado por Carolina Doran, investigadora del departamento de Biología y Ecología de Peces en el Leibniz-Institute of Freshwater Ecology and Inland Fisheries (Berlín, Alemania), y sus colaboradores en la revista Current Biology. Los autores describen el comportamiento de unos peces mejicanos, los mollies, Poecilia sulphuraria, cuando detectan la presencia de predadores como el martín pescador. Los peces generan olas en superficie al nadar cerca de ella y las olas asustan al predador. Ninguna fotografía puede dar fe notoria del fenómeno pero existen vídeos espectaculares.

Los autores indican una ventaja añadida para los peces -hasta centenares de miles- que se acercan a la superficie en un acto que podría parecer peligroso por ponerlos a la vista del ave rapaz: logran una mejor oxigenación. Como, por añadidura, los cálculos de Doran y colaboradores confirman que la producción de olas hace fracasar el ataque, está claro el balance positivo de la conducta grupal. Otra cosa es explicar cómo se activan los movimientos de cada pez en particular, quizá promovidos por la tendencia a imitar al compañero. Pero la dinámica de los vuelos y nados acompasados que componen esa especie de ballet de la naturaleza es más competencia de los físicos que de los biólogos. Los patrones componen un sistema dinámico que entra ya en la teoría de fractales.

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