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Crisis del coronavirus

¿Por qué Ómicron no será el último sobresalto del covid?

Los virus mutan al azar al replicarse y cada uno lo hace 100.000 veces: mientras no se extienda a todo el planeta la vacunación, seguirá el riesgo de aparición de nuevas variantes

La variante Ómicron.

Cada vez que un virus se copia, existe una posibilidad de que la replicación incluya algún error. Hay también una posibilidad de que alguno de esos errores se convierta en un cambio estable en el genoma del virus. Algunos de esos cambios estables, casualmente, supondrán una ventaja evolutiva y permitirán que el virus mejore su capacidad de transmisión, o que resulte más grave en sus efectos en la salud. Incluso, puede que alguno de esos errores casuales o la combinación de varios permita un cambio lo bastante relevante como para modificar la llamada “proteína Spike”, o espícula, precisamente las protuberancias del virus que le sirven para adherirse a los receptores celulares. Esta proteína es la llave que utiliza el virus para abrir un cerrojo (el receptor ACE2) de nuestras células. Precisamente las vacunas contra el coronavirus se fundamentan en “enseñar” a nuestro cuerpo a detectar esa llave del covid con antelación y evitar que se adentre en las células causando el contagio. Pero si el virus, a causa de esa larga cadena de mutaciones azarosas, da con una llave distinta que le permita inocular su código genético en nuestras células, la eficacia de las vacunas quedará mermada. Esa es a grandes rasgos la razón por la que en los centros de control de enfermedades del mundo saltan los avisos cada vez que se detecta que una mutación del virus comienza a tener éxito para transmitirse. Lo que no explica es las razones por las que los distintos países reaccionan de manera más o menos drástica.

La variante Ómicron del covid ha desatado la preocupación en Europa, y se suma a la ola de contagios que ha vuelto a producirse a las puertas de las fechas navideñas. Pero, ¿qué sabemos a ciencia cierta sobre ella? ¿Cuáles son las incertidumbres que motivan las alarmas? Y ¿por qué Ómicron no será, con gran seguridad, el último sobresalto?

Mutación, linaje, variante

Cada palabra tiene un significado distinto. Una mutación del virus es un cambio único del genoma. Suceden con mucha frecuencia, pero solo a veces ese cambio implica que el virus modifique algunas de sus características. Los virus que tienen variadas mutaciones y cuentan con un ancestro común constituyen un linaje. Con todas esas alteraciones, ocurre que algunos códigos genéticos del virus, con una o más mutaciones, empieza a despertar preocupación y adquieren relevancia como para pasar a considerarse variantes del virus. Las autoridades sanitarias califican estas variantes en función de su posible incidencia en la salud pública.

¿De dónde viene el nombre?

Inicialmente las variantes se denominaban en función del lugar donde fueron detectadas (recordarán la “variante india”, la “sudafricana” o la “brasileña”), pero en mayo de 2021 la OMS decidió utilizar el alfabeto griego para designarlas y así no estigmatizar a ningún país. De ese modo se fueron utilizando por orden las diferentes letras, pero se optó por saltar dos de ellas: Nu y Xi. La razón estriba en que Nu guardaba cierta similitud fonética con “new” (nuevo en inglés) y en que Xi es un apellido muy común en China. Siguiendo los manuales de buenas prácticas, que recomiendan evitar designar a enfermedades con nombres que puedan resultar ofensivos para algún colectivo, el Comité Internacional de Taxonomía de Virus pasó directamente a la letra Ómicron. En realidad, la forma científica para referirse a esta variante es B.1.1.529, designación que permite rastrear el linaje de este nuevo aspecto del virus.

Observar, interesarse, preocuparse

Las autoridades sanitarias clasifican cada variante en función del grado de preocupación que despierta. Si únicamente conviene tenerlas en cuenta, porque no varían de manera especial la capacidad del virus para ser dañino, se consideran “variantes bajo monitorización”. En Estados Unidos, en esta categoría están la Alpha, Beta, Gamma, Epsilon, Eta, Iota, Kappa, Mu, Lambda y Zeta. De la mayoría de ellas, salvo de las tres primeras, apenas hemos oído hablar tanto como de “Ómicron”, pero algunas estuvieron temporalmente consideradas “variantes de interés”, hasta que se pudo evaluar su verdadero impacto. Las “variantes de interés” son aquellas que despiertan la atención, que ofrecen indicios de que pueden ser más transmisibles y que, por tanto, requieren de un nivel de atención mayor. Actualmente en Europa permanecen todavía como “variantes de interés” las Mu y Lambda. El siguiente escalón es el de las “variantes de preocupación”. Son aquellas sobre las que ya existen indicios de una mayor transmisibilidad y sus modificaciones genéticas hacen esperar que tenga un impacto en la salud pública. Estados Unidos solo mantiene como “variantes de preocupación” las Delta y Ómicron. En la UE, en cambio, se consideran además las variantes Beta (sudafricana) y Gamma (brasileña).

¿De dónde salió Ómicron?

Es una de las incógnitas. Sus modificaciones genéticas parecen proceder de variantes anteriores a Delta, por lo que debió de haber una bifurcación de linajes no detectado. Hay varias sospechas: que el virus haya circulado entre personas ajenas a la variante Delta, que se generase en un enfermo crónico sumando mutación tras mutación, o que haya estado presente en animales hasta regresar de nuevo a los humanos.

¿Cuáles son las certezas sobre Ómicron?

La primera detección de esta variante del virus se produjo en Botsuana, el pasado 9 de noviembre de 2021, por la Red para la Vigilancia Genómica en Sudáfrica. Se comprobó que se producía un incremento de contagios en las zonas donde fue detectado, pero con unos bajos índices de vacunación. Pronto se constató que esta variante incluía mutaciones preocupantes. Incorpora un número elevado de ellas (más de medio centenar), de las cuales una treintena se refieren a la espícula del virus. Dado que la espícula es la llave que el virus utiliza para entrar en las células, tantas alteraciones pueden tener consecuencias en la transmisibilidad del virus, su capacidad para evadir el sistema inmunológico y la resistencia a las vacunas hasta ahora existentes. Aún serán necesarios unos cuantos días antes de que la comunidad científica pueda tener certezas, pero la advertencia lanzada ya ha sido suficiente para desatar la preocupación en algunos países que se han apresurado a impedir los desplazamientos al cono sur africano, pese a que ya tienen contagios en sus fronteras. Los últimos datos parecen considerar que la variante Ómicron tiene más capacidad para reinfectar a personas que superaron la enfermedad. Pero no hay certezas aún de que los síntomas sean más graves. El Centro Europeo para la Prevención de Enfermedades (ECDC en inglés) solo ha señalado incertidumbres, pero ha sido suficiente para que los países se pusiesen en guardia.

¿Y por qué saltan las alarmas?

El aviso del ECDC (del pasado 2 de diciembre) especifica concretamente que “las evidencias de los casos iniciales son limitadas”, pero “sugieren” que la variante Ómicron puede estar asociada a una mayor transmisibilidad que la variante Delta, “aunque aún se necesitan evidencias más robustas”. Dice además que hay “considerables incertidumbres” relativas a la efectividad de la vacuna, el riesgo de reinfecciones y otras propiedades. Con esas condiciones, establece como “alta” la probabilidad de que la variante se instale en Europa. También indica que permanece en “alta incertidumbre” la gravedad de la enfermedad en las infecciones por virus de la variante Ómicron y que hay seria preocupación sobre si pudiera reducir de manera significativa la efectividad de la vacuna. Dado que en muchos países europeos aún se afrontan los efectos de la variante Delta, el ECDC indica que el impacto de una propagación de Ómicron podría ser “muy elevado”. Por todo ello, “basándose en la información disponible actualmente y considerando el alto nivel de incertidumbre, el riesgo total para los países europeos se establece en alto o muy alto”, concluye el ECDC. Eso sí, se señala que por ahora no hay detectados casos graves o fallecimientos por Ómicron. Es decir, son las incógnitas las que ponen en guardia, no las evidencias.

¿Cuándo podremos tener más claridad?

Los científicos estiman que podrá haber más certezas en un plazo de dos semanas. La incertidumbre es una invitación a no levantar la guardia, a seguir manteniendo las pautas de protección y a ser cautelosos. Pero los países, en especial los que sufren el impacto de la última ola, se han apresurado a colocar cortafuegos. Hay indicios optimistas: los fabricantes de vacunas han señalado que, en el caso de que Ómicron pudiese superar las barreras de la actual inmunización, podrían alterar las futuras dosis para combatirla. También se cree que el tipo de mutaciones no tendría por qué afectar a tratamientos en fase de experimentación y que pretenden reducir hospitalizaciones y fallecimientos.

¿Por qué estamos expuestos a muchas más variantes futuras?

Recuerden que las mutaciones del virus son azarosas y suceden, es cierto que en un pequeñísimo porcentaje, cada vez que se replica. Pero un solo virus que infecta a un humano puede hacer del orden de 100.000 copias. Un artículo publicado el pasado mes de junio en la revista académica PNAS estimaba que en cada paciente infectado con covid, en el pico de la enfermedad, puede haber entre 1.000 y 100.000 millones de virus. Y se calcula que aproximadamente se produce una mutación cada 200.000 infecciones y que una de ellas se asienta en el mundo cada día. La suma de mutaciones en cada linaje sería de tres al mes, con lo que existe un riesgo cierto de que aparezcan nuevas variantes. Y ese riesgo se incrementa si la circulación del virus sigue siendo alta, con un elevado número de contagios. La vacuna es eficaz, pero el porcentaje de personas vacunadas es muy bajo en los países menos desarrollados. De ahí que la OMS avise de la importancia de extender esa campaña y recuerde que la batalla contra el virus es global; ningún país puede darse por seguro, aunque tenga una alta vacunación, mientras existan territorios en los que puedan generarse nuevas variantes que, a la postre, acabarán llegando tarde o temprano a cualquier otro rincón del planeta.

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