“Está demostrado que el estrés tiene una mayor prevalencia en las mujeres que en los hombres. Sin embargo, seguimos tratando a todos los pacientes de una forma muy similar. ¿Por qué?”. Quien lanza esta pregunta no es cualquiera sino el presidente del Instituto Weizmann de Israel, Alon Chen, que cuenta con 40 equipos de investigación para estudiar diferentes aspectos de la actividad del cerebro, un ordenador asombrosamente complejo que nos hace muy superiores al resto de los animales, pero cuyo funcionamiento global sigue siendo un enigma para los investigadores.

Chen, neurocientífico y uno de los mejores conocedores del estrés, ha impartido en la Fundación Ramón Areces la conferencia ‘Misterios de la mente humana: el futuro del cerebro y las ciencias neuronales’. Chen ha defendido la necesidad de seguir investigando para dar solución a tantas dolencias y patologías -aún sin solución- asociadas a este complejo órgano: desde las enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer, a la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), la ansiedad, la depresión, el autismo, la esquizofrenia o el propio estrés que se combate haciendo ejercicio físico. “En estos dos últimos años de pandemia nos hemos dado cuenta de lo importante que es la salud mentalmás aún tras revisar los últimos datos de suicidios y cómo ha afectado a toda la población, provocando síndromes postraumático”, ha subrayado.

“La complejidad del cerebro se traduce en que es un órgano que contiene entre 80.000 y 100.000 millones de células. Esas células, a su vez, tienen múltiples relaciones entre ellas. Una sola neurona de la capa externa del cerebro se comunica con otras 10.000 células. Por todo ello, su estudio no es solo responsabilidad de biólogos y médicos, sino de matemáticos, físicos y psicólogos”, ha explicado Alon Chen, al tiempo que ha lamentado que los tratamientos no hayan progresado todo lo deseable en los últimos 50 años.

El neurocientífico israelí ha destacado no obstante una línea de investigación que pone el foco en los factores ambientales como claves, junto a los aspectos genéticos para mitigar las dolencias asociadas al cerebro. “En estos momentos, estamos haciendo muchos esfuerzos para comprender estos mecanismos epigenéticos, para intentar desarrollar nuevas soluciones y dar con mejores tratamientos”. Y ha recordado el proceso que sigue un paciente con una depresión grave cuando llega a la clínica: Los psiquiatras le suelen prescribir un fármaco antidepresivo bastante similar al que había hace varias décadas que suele empezar a hacer efecto a los dos meses. Pero en ese tiempo, solo la mitad de los pacientes mejora. "Así que van de nuevo al médico y éste le cambia el tratamiento por otro fármaco similar. Y entonces hay que esperar otros dos meses. Si repetimos el proceso cada dos meses, tenemos al final muchísimos pacientes que no responden a ningún tratamiento", ha expuesto.

Por no hablar de las diferencias entre géneros. La prevalencia del estrés que puede derivar en una depresión es muy superior en las mujeres que en los hombres. Entonces, ¿por qué los tratamos igual?, se ha preguntado.

Chan ha querido reflexionar acerca de las mejores alternativas para combatir la ansiedad y el estrés, una enfermedad que cuando se hace crónica mata y está relacionada con más del 80 por ciento de las dolencias de hoy en día. El único método demostrado para tratar patologías relacionadas con el estrés es el deporte o el ejercicio físico o realizar actividades que nos hagan sentir bien, ya sea dar un paseo por la playa o cuidar del jardín, ha recetado el investigador.

Una alimentación saludable en la que no falte el chocolate con al menos un 70% de cacao, las ostras, los espárragos, las almendras, los pistachos y cualquier alimento que contenga oligoelementos y vitaminas esenciales para la regeneración celular es fundamental también para mitigar la angustia del estrés. Prohibidos los productos procesados.

Relaciones sociales

"Durante la pandemia, hemos visto también la importancia y necesidad de las relaciones sociales. La meditación también nos ayuda a desconectar. Estas soluciones no son suficientes para aquellas personas que están gravemente enfermas, pero sí sirven para una gran parte de la población, para quienes están aún en una situación moderada de estrés”, ha asegurado Chen.

El estrés, ha añadido, además se hereda y transmite desde el vientre materno. Lo que hagamos con nuestra vida, lo que la madre hace durante el embarazo e incluso lo que los padres hacen antes de la concepción influye sobre esa predisposición a padecer o no ansiedad o estrés.

“Si pensamos en una mujer embarazada que vive en una zona en guerra, ella estará preocupada todo el tiempo en cómo sobrevivirá ese bebé en el conflicto y se lo va transmitiendo. Si después finalmente el nacimiento se produce en una ciudad como Madrid, resultará que en esos nueve meses el bebé ha sido diseñado para estar atento, alerta a cualquier peligro. Y aquí en la escuela, igual se le diagnostica un déficit de atención porque no está preparado, porque no ha sido diseñado para estar ocho horas sentado", ha puesto como primer ejemplo antes de dar otro: "Otra mujer embarazada que reside en una zona de pobreza. Las señales que le transmitirá en el desarrollo al cerebro y al organismo del bebé serán que conserve la máxima energía. Si finalmente ese niño nace en California, verá que aunque se alimente igual que los demás niños de su clase, su organismo acumulará más nutrientes y podrá llegar a desarrollar trastornos alimenticios, obesidad o diabetes", ha concluido.