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Televisión

El camino es alienígena, conduce a Régulo-2

El ‘maharishi’ Edu Soto, en ‘El pueblo’. | TELE 5

Acaba de concluir la segunda temporada de El pueblo (Tele-5). Con más pena que gloria. Esta serie, despendolada, surrealista, agropecuaria, garbancera, y con golpes humorísticos a veces muy buenos, ha tenido una trayectoria decepcionante en audiencia. Comenzó en enero de 2020 con un estupendo 19,4% de cuota de pantalla y concitó la atención de 2,6 millones de fieles. Ahora ha terminado con apenas un 8%. Ha perdido en año y medio 1,7 millones de seguidores. No ha hecho tampoco grandes cosas la cadena para promocionar y apoyar la serie. Comprendamos la situación: en Tele-5 lo único que cuidan son las ratomaquias, las barbacoas de carne humana, y los realitys. Pero el último capítulo de El pueblo ha sido disfrutable al 100%. Se ha instalado en esa aldea, en un prado aledaño, una secta que comanda un maharishi, un iluminado, que dice que posee la luz y promete conducir a su rebaño hacia un lugar glorioso. ¡Ah! Nos es muy familiar este tema. El papel de maharishi lo interpreta admirablemente Edu Soto. Lo primero que hace es camelarse a las esposas de los humoristas Santi Millán y Carlos Areces, que viven en la aldea. Las interpretan las actrices Ingrid Rubio y María Hervás. Y también lo bordan. El iluminado se las lleva a su tienda y les dice: «Somos una experiencia alienígena. Somos el pueblo elegido por los Regulanos, que son extraterrestres. Empapaos de mi energía y veréis la luz del camino». Y claro, las va empapando a base de meterles mano, y al mismo tiempo les saca los pocos o muchos cuartos que tienen. Y acaba la historieta con el embaucador maharishi entre rejas.

Al margen de que hemos pasado un rato muy divertido, esa advertencia del iluminado, eso de que somos una experiencia alienígena, es una variante nueva en el mundo de los visionarios que pretenden conducir al pueblo. Hasta ahora siempre habíamos creído que, por ejemplo, cuando lleguemos a una Catalunya feliz, independiente y plena seremos la Dinamarca del Mediterráneo, según declaraciones de marzo de 2017. Pero ahora resulta que la felicidad es extraterrestre, y no está en Copenhague sino en Régulo-2. ¡Ah! Esto complica el relato enormemente. Un viaje espacial exige más fe, es evidente. Con razón, en un momento dado, Santi Millán y Carlos Areces, exclaman, asustados: «¡Toda religión es una secta que ha tenido éxito». Efectivamente, así se empieza.

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