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Un cuadro de Ibiza reúne a un nieto con su abuelo después de medio siglo

César González-Pola, un pintor asturiano, plasmó en un lienzo una marina de Portinatx en 1970. 50 años después, Alejandro González-Pola, su nieto, descubre que su hogar, en el que vive con su mujer y sus hijos, se ha fundado junto a ese mismo acantilado

El cuadro de la marina de César González-Pola. / DI

Todo sigue igual. Las mismas rocas, la misma agua cristalina, los mismos arbustos... César González-Pola, un reconocido pintor paisajista procedente de Asturias, llegó a Ibiza de vacaciones en 1970. Acompañado de sus inseparables pinceles y sus lienzos, y sin carnet de conducir, recorrió la isla en busca de inspiración, que halló entre las callejuelas de Dalt Vila y la subida al Puig de Misa, como reflejan algunas de sus obras. Entre ellas, una marina de rocas y aguas turquesas, testigo de un reencuentro familiar más allá del tiempo.

César González-Pola, pintando uno de sus cuadros. / DI

Corría el año 2002 cuando Alejandro González-Pola aterrizó en la isla. Orgulloso ovetense, se enamoró de una ibicenca residente en Portinatx con la que tuvo dos hijos. Tras casi dos décadas en Ibiza y con algún tiempo en casa debido a la cuarentena, decidió echar un vistazo a la vida y obra de su abuelo, César González-Pola, fallecido en 1989.

«Tengo cuadros suyos en casa y sabía que había pintado alguno en Ibiza, pero nunca los había visto en detalle», explica el nieto. «Encontré un cuadro de las calles de Dalt Vila y sa Penya y uno de Puig de Misa», recuerda. Sin embargo, el lienzo de una marina captó su atención. Enamorado del mar desde siempre y con gran curiosidad por conocer de qué zona de la isla se trataba, decidió preguntar en un grupo de Facebook de fotografías antiguas de Ibiza.

Alejandro González-Pola, uno de los nietos del pintor. / DI

Unidos por el tiempo

«Me paso el día haciendo fotos submarinas y practicando apnea. El acantilado del cuadro me resultó muy familiar y por eso pregunté», explica con una sonrisa. Tras infinidad de mensajes, su instructor de buceo, ‘Curro’, también de Portinatx, resolvió sus dudas. «Es la zona de detrás del chiringuito en la playa del Port. ¿Cómo no vas a saber dónde es si está justo detrás de donde te pasas todos los veranos?», le dijo.

Fotografía hecha por Alejandro Pola, 50 años después. | Alejandro González-Pola

Emocionado por la idea de que la marina pintada por su abuelo fuera el mismo lugar en el que había buceado tantas veces y que tenía tan cerca de su casa, decidió acercarse a comprobarlo. Y así era. «Ese día busqué el mismo encuadre de la pintura y traté de hacerle una foto, pero era un día gris y no se percibían los mismos colores, así que volví otro día», recuerda. Nostálgico, la imagen de su abuelo 50 años atrás le vino a la mente. Se lo imaginó recorriendo las carreteras de polvo de antaño, cuando la isla no era un hervidero de turistas, cargado con sus pinceles y pinturas en busca de un lugar tranquilo donde sentarse a pintar. «Ese lugar había estado tan cerca de mí todos estos 20 años...», comenta.

Padre de 11 hijos, César González-Pola tuvo una extensa familia con infinidad de nietos, entre ellos, Alejandro, que compartió numerosos instantes con su abuelo hasta los 13 años, cuando este falleció. «Tengo muchos recuerdos de él. Mi padre murió cuando yo era pequeño y siempre he estado muy unido a la familia González-Pola», relata el nieto del que fuera también delineante del Ayuntamiento de Oviedo y que pintó al óleo el escudo oficial de la ciudad. «Fue él quién eligió el tono de azul. Ahora ese azul se llama azul Oviedo y es un color muy característico de la ciudad», explica orgulloso.

El hogar de sus bisnietos

« ¿Quién le iba a decir a mi abuelo que, 30 años más tarde, uno de sus nietos aterrizaría en Ibiza y fundaría una familia con dos hijos a escasos metros de la marina que plasmó en aquel cuadro?», se pregunta emocionado mientras confiesa que le gustaría poder sentarse en una de esas rocas a explicarle esta hermosa casualidad que les ha unido tantos años después. «Me encantaría retroceder en el tiempo, ir a buscarle y sentarme junto a él en aquel lugar, con el lienzo delante, y explicarle la increíble casualidad que me emociona hoy. Es imposible, lo sé, pero, de alguna extraña forma, creo que cuando estoy allí puedo hacerlo», confiesa.

Desde entonces, González-Pola y sus hijos, de 13 y 10 años, acuden regularmente a la zona e imaginan a su abuelo y bisabuelo sentado junto al acantilado, mirando al mar que ahora tienen enfrente y sintiendo la brisa marina acariciar sus mejillas, en el mismo sitio, cinco décadas después.

El bisnieto del artista el sitio donde pintó el artista, al que acude regularmente con su padre. / DI

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