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Souvenirs | Regalos mallorquines fetén

Souvenirs | Regalos mallorquines fetén

Nueve capítulos de evocación superficial de seis decenios de souvenirs mallorquines conducen al turista a la pregunta clave: ¿Qué diablos me llevo como recuerdo de Mallorca?

Desatendiendo los consejos de los expertos en dialéctica, este artículo comienza yéndose por las ramas. Objetos que jamás hay que comprar como recuerdo de Mallorca. Un consejo general: renuncie a todo cuanto lleve un Made in China en el reverso. Así evitará caer en la baratija y la ordinariez. Le saldrá un poco más caro, pero quizás evitará que el regalo a su hermana, tía o cuñado viaje directamente al rincón del olvido.

La lista del no, nunca, jamás, comienza con el sombrero mexicano. Es una horterada de división de honor, de Superliga de Florentino Pérez, salvo que el comprador o el receptor del obsequio aspiren a ingresar en un mariachi con el que amenizar bodas en la Guadalajara centroamericana, no en la castellana. Olvídese también de las flamencas y los toros. Están de capa caída como regalo. Su reinado ha concluido. Después de décadas presidiendo la sala de estar sobre los televisores de media España y parte de Europa, han sido desbancados por la tecnología. Dos razones: los avances han reducido a unos pocos centímetros el ancho de los aparatos y, contrariamente a lo que opina la diputada del PP en Madrid Almudena Negro, el flamenco es patrimonio de la humanidad, pero su cuna está en Andalucía. Renuncie a las espadas toledanas, salvo que visite la ciudad de las tres culturas. Existe un 92% de posibilidades de que no quepa en ninguna de las paredes de su piso de 60 metros cuadrados.

Por descontado, evite regalar a la abuela una camiseta con la inscripción de triatlón tradicional de un cierto turismo que tiene su meca en Mallorca: «Drink, sleep and sex». Para su suegra seguramente encontrará algo mejor que la camiseta con posturas sexuales explícitas. A su cuñado le vale cualquiera de las dos.

Los ídolos y las máscaras africanas que encontrará en los mercadillos de la isla, nada tienen que ver con la cultura local desde hace unos tres mil años.

Hay que clausurar el verano y la sección en positivo. Después de los no recuerdos de Mallorca, aconsejemos los souvenirs con los que prolongará la sensación de vacaciones y, si se trata de un regalo, sorprenderá al beneficiario. Aténgase a un principio general: los elaborados con manos artesanas siempre serán más auténticos que aquellos que han sido fabricados de modo industrial, incluso si no se trata de piezas únicas.

Si su maleta está blindada y va a facturarla pese al atraco de la compañía aérea, llénela con líquidos. El palo o las hierbas dulces son tan exóticos como el tequila con lagarto o el bhang lassi indio, que incorpora cannabis en su composición. Si opta por unos buenos vinos, el turista alemán ahorrará al menos un 50% sobre el precio que encontrará en su país.

Souvenirs | Regalos mallorquines fetén

Una sobrasada del Colmado Colom o una ensaimada del Fornet de la Soca prolongarán el sabor de la isla durante días o semanas (abstenerse vegetarianos). Si se entusiasma con las piezas cerámicas, olvide los diseños de colores chillones con la catedral. Opte por la tradición con toques de modernidad que aún emana de la olleries de Pòrtol. Si está dispuesto a sufrir taquicardia cada vez que pasa un control de seguridad en el aeropuerto, se puede atrever con alguna pieza de vidrio de Gordiola, de Menestralia o, si apuesta por la innovación, adquiera alguna creación de Pere Ignasi en Consell.

Las tiendas de marroquinería, en las que paraban decenas de autocares cargados de turistas, andan de capa caída (aparte de que es dudoso que mucha de su oferta sea de origen local). Sin embargo, aún quedan algunas fábricas y artesanos que producen buen calzado mallorquín. El mismo que triunfaba en el mundo por su calidad antes de que el bajo precio se convirtiera en el único factor de compra y la producción se trasladara al norte de África o al lejano oriente.

El mejor recuerdo de un viaje es siempre lo que se ha vivido. Sin embargo, si necesita un souvenir que fortalezca la memoria, esfuércese un poco. Uno de los que guardo con orgullo –otros muchos han caído en el olvido poco tiempo después de aterrizar en Son Sant Joan–, es una máscara africana. La compramos en una tienda diminuta del puerto de Mombasa, en Kenia. Al preguntar a la dependienta qué ofrecían, nos hizo pasar a la trastienda. Allí, amontonadas, había cientos de máscaras, a cual más bella o enigmática. Tras un largo rato de selección elegimos una que firmarían muchos artistas contemporáneos. Hoy preside un lugar destacado en el hogar. Un pequeño esfuerzo siempre vale la pena.

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