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Souvenirs | Ceniceros para canalizar la rabia

Ceniceros para canalizar la rabia

La transgresión es el doble salto mortal en asuntos de souvenirs. ¿Se puede vender en Palma un recuerdo con una idea que en nada se parece al original? Sí, se puede… dirían los de Podemos antes de tomar el poder. ¿Se puede ofender el buen gusto y la corrección política, ética y estética en un producto tan inocente? Sí se puede… la prueba radica en las toallas sexistas y las postales de penes y pechos descomunales con frases que sonrojarían a un actor porno. ¿Se puede insultar un destino turístico al que hemos viajado? Sí, se puede… Pretendemos demostrarlo con este estudio pseudocientífico. En el empeño pondremos idéntico rigor que la investigación que estableció que los agujeros negros reúnen todos los requisitos técnicos para ubicar el infierno. Sesudo estudio ganador de un Ignobel, los disparatados premios, parodia de los Nobel, que se entregan anualmente en la Universidad de Harvard.

Los ceniceros son una constante en el museo del souvenir. Los hay con el perfil de la isla, con dibujos de los destinos imprescindibles del interior y la costa; con sus gaviotas, pececillos y llaüts. Aunque los más comunes reproducen una fotografía de la isla.

Los recipientes para cenizas y colillas fueron negacionistas avanzados de los perjuicios del tabaquismo. ¿Existe algo más blanco que el recuerdo de un agradable viaje a Mallorca? No. Ergo, fumar no puede ser tan malo, afirmarán los defensores de la calada. Claro que la mayoría de los ceniceros son de los tiempos en que el Marlboro era cosa de vaqueros y el coñac Veterano, cosa de hombres.

La principal aportación científica del cenicero-souvenir es psicológica. Si has ido de viaje de estudios a la isla, has pillado la covid y te han confinado en un hotel, véngate. Aplasta durante cinco años los restos del porro sobre esta fotografía de las cuevas de Portocristo del fondo del cenicero. Si compraste un paquete turístico admirando las maravillosas vistas al mar del folleto y has acabado contemplando los contenedores de la basura, toma cumplida revancha. Fúmate un habano y aplasta con rabia los últimos dos centímetros sobre un Passeig Marítim que aún no ha sido canibalizado por miles de yates. Si fuiste a un chiringuito de la playa y te cobraron 35 euros por una Coca-Cola de veinte centilitros y una ensalada con cinco gramos de atún, libera tu rabia. Aplasta la colilla del pitillo sobre esta pareja vestida a lo… ¿Curro Jiménez? Tal vez. Sin embargo, no cabe la menor duda de que se trata de un recuerdo mallorquín, alrededor se ven el castillo de Bellver, s’Arenal y alguna de las cuevas de Portocristo.

Los psicólogos aconsejan liberar la rabia o la frustración con ejercicio, meditación, relajación muscular, respiración controlada o escuchando música tranquila. Quizás la propuesta de violencia controlada sobre los ceniceros no logre el respaldo de estos terapeutas de la mente. Sin embargo, si uno de ellos me aconsejó hace años que para relajarme me encerrara en una habitación y me dedicara a hacer añicos la vajilla vieja mientras chillaba, la propuesta de esta página acabará siendo aceptada por alguna de las corrientes de la psicología. La liberación ceniceril por unas insatisfactorias vacaciones mallorquinas será absoluta y terapéutica.

Se pueden encontrar ceniceros de cristal formados por un conjunto de carro tirado por mulo y la palabra Mallorca. Los hay en forma de molino sobre madera de olivo. Otro es una taza de retrete y al levantar la tapa aparece un pene erecto. Circula uno que reproduce el estadio de Son Moix con el escudo y el nombre del RCD Mallorca. Sin embargo, para la terapia revanchista que se propone en esta página, cualquier especialista aconsejará los que reproducen una imagen emblemática de la isla. Salvo para los balearicos. En este caso la primera opción es el cenicero de Son Moix.

En tiempos de lucha contra el tabaquismo es lícito pensar que el cenicero de recuerdo es una especie en peligro de extinción. Error. Están más de moda que nunca, solo que ahora son los ayuntamientos quienes los regalan en las playas para evitar que las colillas desplacen a la arena.

Tras este capítulo de interés público, el serial mantendrá su línea de divulgación científica. El próximo episodio entrará en el campo de la zoología.

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