El bolso se ha convertido en un altar portátil: algunas fotos de Jorge niño, Jorge en los circuitos, un rosario que perteneció a su bisabuela y algunos otros objetos para tenerlo cerca día y noche. En la muñeca lleva un reloj de él y en el cuello, la cabeza de un perro bóxer, como Dallas, el de Jorge, la raza fetiche de ambos, uno de esos pequeños puentes emocionales que nada fue capaz de romper. ¿Quién sabe si ahora Jorge estará pensando en Dallas? Elena Lis es estos días sobre todo la hermana de Jorge, la hermana de «un negacionista en la UCI».

Así es desde que publicó un artículo con este título en este diario y se decidió a dar la cara en televisiones y radios de España para contar el caso y ayudar a la vacunación general. Porque sabe que Jorge haría lo mismo, si pudiera, porque él nunca ha tenido pánico de sus errores. Uno de sus últimos wasaps la animó a lanzarse: «Tengo miedo Elena de que por haber sido un cafre ahora no podamos frenar esto. Esta semana ha sido de golpe una de mis mayores lecciones de vida. Pasar mucho tiempo en Twitter, etcétera, me había radicalizado al extremo. Ojalá me hubiese vacunado». Después vino su particular sexta ola. De apoyo y cariño. Pero también de odio. También.

«No me arrepiento. Lo volvería a hacer. El verdadero valiente es él, es quien está dando la cara. Yo soy solo su portavoz. Es cierto que a veces siento que he colocado a mi hermano en el disparadero. Debo de ser muy ingenua, pero no imaginé hasta qué punto la gente puede ser cruel. Me he querido mantener alejada de las redes, pero aún así me han llegado algunos mensajes».

Elena es la que habla. Y la que intenta evitar que Jorge se convierta en icono de nada o en una caricatura vacía. La mejor manera es imaginar un ser postrado desde hace más de 25 días en una cama de cuidados intensivos del hospital La Fe de València, en coma inducido y conectado a una máquina que oxigena su sangre fuera de su cuerpo para intentar que los pulmones se recuperen con menos esfuerzo. Por ahora, hay pocos avances. Días de vaso medio lleno y días de medio vacío. La llamada de los médicos es la que rige la rutina de las horas. Cada día, desde hace un mes.

«Mi hermano está pagando caro su error, pero fue humilde para reconocerlo»

«Jorge no era un referente del negacionismo, sí un seguidor de alguno de esos gurús que se dedican a propagar que detrás de todo esto de la pandemia hay un gran montaje internacional con poderosos intereses económicos». Y por eso decidió no vacunarse e intentó que sus más cercanos tampoco lo hicieran, como ella explicó en su primer artículo.

¿Cómo llegó Jorge a esas redes? «No lo sé. Él ha vivido bastantes años en Estados Unidos y fue partidario de Donald Trump y todo ese mundo político ha sido también defensor después de las teorías negacionistas. Al final, unas influencias te llevan a otras y unos canales de Youtube a otros. Eso intento pensar», explica ella. «También desconfiaba mucho de la industria farmacéutica, después de haber vivido un infierno por un medicamento, el fentanilo, que le creó una terrible adicción».

Una vida ligada a las motos

Pero la historia de Jorge sería injusta si se redujera a eso. Ha sido subcampeón de España de motociclismo muy joven, luego intentó la aventura del Campeonato de Europa con un equipo potente, pero también con demasiadas caídas y daños perdurables. Las motos han sido el elemento más constante en su vida. El factor de más alegrías. Y también de grandes tristezas. Fue mánager de Bernat Martínez, el responsable de conducirlo a la aventura del campeonato norteamericano de motociclismo, el primer valenciano que lo hacía. Años después, desligadas sus andaduras profesionales, Bernat moriría en un accidente en el circuito de Laguna Seca. Jorge estaba allí para ayudar a su amigo y su familia.

Ahora disfrutaba de asesorar al piloto sudafricano Steven Odendaal, uno de los punteros en la competición de Supersport del campeonato de Superbikes con varias victorias este año. Steven se acordó en la última prueba de su mánager: «Get well soon Jorge» (Recupérate pronto, Jorge), decía el cartel que enseñó antes de la carrera.

Una vida liga a las motos

Jorge es también el emprendedor que se embarcó en crear una editorial de audiolibros cuando la palabra podcast ni se utilizaba, el que vio hundirse aquella nave demasiado temprano y el que buscó un modo de intentar encontrarse a sí mismo y a los demás como coach.

Jorge es también el que cayó en el pozo de los opiáceos pero encontró la fuerza para vencer al fentanilo. El fin de semana que se contagió de covid celebraba sus ocho años de desintoxicación.

«Jorge utilizó esa experiencia para ayudar a otros. Por eso sé que si sale de esta intentará echar una mano a los que caen en esos submundos de internet de las tesis conspiratorias y el negacionismo. Sobre todo porque, a diferencia de otros temas donde las discusiones se quedan en la teoría, en este caso puede costar vidas».

La otra pandemia, la del odio

Algunos mensajes recibidos de ese otro lado de la frontera asustan. Repletos de insultos y de odio. Un montaje, dicen. Otro héroe inventado, se mofaba alguno. Ya le gustaría a Jorge, sonríe Elena. Es difícil una respuesta a los exabruptos anónimos (y no tanto) llenos de ira y ruido. «Esta pandemia no nos puede dejar un mundo con más odio. No nos lo merecemos y no lo merece Jorge», dice ella.

En uno de sus últimos vídeos en su canal de Youtube, Jorge ya advertía sobre la «pandemia de odio» por la polarización respecto a la covid y otros asuntos e invitaba a encontrar puntos en común.

Elena cree que eran de esperar respuestas de algunos negacionistas radicales que quitan veracidad a la historia y les acusan de ser un montaje «del sistema». Alguno ha llegado a decir que detrás está el CNI. «Es tan patético que me da risa -responde ella-. Lo único que tengo en común con esas personas es que de verdad me encantaría que esta historia fuera falsa, pero lo que más me duele son algunos mensajes del lado contrario, textos del tipo ‘se lo merece’ o ‘uno menos’. Si alguien conoce el caso de mi hermano y lo que le despierta son deseos de linchamiento, esa persona está contaminada por un virus aún más peligroso que la covid».

«Mi hermano está pagando muy caro su error y fue lo suficientemente valiente y humilde como para reconocerlo», continúa Elena. «Los que le insultan, ¿nunca se han equivocado? Se supone que este virus nos iba a hacer mejores y yo veo una sociedad que recuerda a aquella que jaleaba a los emperadores para que los leones acabaran con los esclavos. En el Evangelio, cuando llevan a una mujer supuestamente adultera a Jesús para que la castigue, él dice la famosa frase ‘quien esté libre de pecado que tire la primera piedra’. Me da la sensación de que hoy aquella mujer sería apedreada porque nadie reconocería sus propios errores».

De todos modos, Elena prefiere quedarse con los mensajes de apoyo. «Esos en los que me hablan de un amigo o un familiar que estaba dudando y gracias a la historia de Jorge ha decidido vacunarse. Ayer mismo me escribió una amiga de él para contarme que llevaba tiempo intentando convencer a su hija y por fin se había decidido gracias a su testimonio. Solo por eso ya vale la pena».

Elena gira la vista al ordenador. Está escribiendo un correo a la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco. Hay un ensayo incipiente en el que ella participa sobre regeneración de pulmones muy dañados. Es momento de abrir todas las puertas posibles. Y las casi imposibles. Fármacos experimentales en Israel o investigaciones donde las haya, aunque las informaciones que la familia recibe es que no son para procesos de deterioro pulmonar tan avanzados. En todo caso, «sabemos que está en las mejores manos en La Fe», afirma. La campana no ha sonado. Ese es el título del primer libro de coaching de Jorge. Y no ha sonado, no.

«Lo real puede no ser verdad». Es una cita de Juan Marsé que gusta a todos los que creen en el poder de la literatura. Pero la verdad es dolorosamente real una vez más en este caso. Lo real es Jorge es su cama de la UCI. Lo real es la herida de división y odio que deja también este tiempo extraño y doloroso. Después de una discusión familiar, Jorge escribió a este periodista: «Querido Alfons, no vale la pena enfadarse. En el grupo nos provocamos todos mutuamente y quizás hoy fui más cabrón yo, pero si los post nos separan estaremos haciendo que ganen los malos, las élites (aunque opinemos de forma distinta sobre quiénes son)». Lo real debería ser ese mensaje de abrazo. La campana no ha sonado. Ni para Jorge ni para todos como sociedad.