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Con Ciencia | Nemo

¿Quién no recuerda la película Buscando a Nemo, una de las maravillas de la productora Pixar que revolucionó lo que eran las obras de dibujos animados convirtiéndolas en aptas para todos los públicos de verdad, es decir, incluyendo a los adultos en la pasión por las historias narradas. Podría decirse que Pixar optó por la estrategia contraria a la del rey absoluto del género, Walt Disney. Y, de paso, en 1995 realizó la primera película animada por computadora, Toy Story. Que con el tiempo Disney terminase comprando Pixar supongo que es algo que responde a la lógica de funcionamiento del mercado: si no puedes vencer a tu enemigo, compras sus acciones y se acabó.

Pero estábamos en la historia de Nemo, el pez payaso infantil que se pierde y termina, después de mil aventuras, preso en el acuario de un dentista hasta que su padre y sus amigos le rescatan. Imagino que la elección de un pez payaso como protagonista de la película tendría que ver con el colorido tan espectacular que tiene, naranja con rayas blancas. Son muchos, en realidad los peces de los arrecifes coralinos que cuentan con una belleza espectacular pero Nemo nos hizo —a mí, al menos— preferir al pez payaso por encima de todos los demás.

Ignoro por completo si Pauline Salis, investigadora del Observatorio Oceanológico de Banyuls-sur-Mer (Francia), perteneciente al CNRS —el equivalente francés de nuestro CSIC— guarda un cariño especial hacia Nemo. Lo que sí sé es que, junto con sus colaboradores, ha publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences un trabajo que pone de manifiesto cuál es el mecanismo de desarrollo que interviene en la aparición de las rayas blancas del pez payaso (Amphiprion percula). Y resulta que le afecta un factor ambiental.

Los peces payaso viven en estrecha asociación con las anémonas de mar de los arrecifes, algo en verdad extraño porque las actinias —el nombre técnico de las anémonas— son animales urticantes, con tentáculos venenosos mediante los que capturan los peces que son su alimento. No obstante, algunos peces logran una simbiosis con las actinias que les permite la inhibición de las toxinas urticantes, encontrando refugio contra los predadores entre los tentáculos. No se sabe qué relación existe entre el colorido de los peces payaso y esa asociación con las anémonas pero Salis y colaboradores han descubierto que el desarrollo de las rayas blancas depende de la especie de actinia en la que se refugia el pez. La hormona tiroidea —uno de los factores de la aparición de las bandas blancas— abunda más en los peces payaso asociados a las anémonas de la especie Stichodactyla gigantea que en los que se refugian en la Heteractis magnifica. No puedo decirles cuál era el hogar de Nemo pero, en realidad, da igual.

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