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Presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática

“Decir que un dolor es psicosomático provoca rechazo, pero es real y tratable”

“La prevalencia es altísima, en atención primaria la mitad de los pacientes lo tienen; hay vida más allá de la pastilla, no vale para todo”

Fernando Martínez-Pintor.

Bajo la premisa constatada de que la salud engloba, además de los problemas físicos, las inquietudes mentales y emocionales, Fernando Martínez-Pintor, presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, explicó en el Congreso Internacional de Bioética celebrado hasta este miércoles en Gijón la importancia de educar a la sociedad sobre cómo el entorno y los sentimientos pueden provocar enfermedades igual de tangibles que una lesión orgánica.

–¿Seguimos desvinculando las emociones de la salud y exigiendo soluciones farmacológicas?

–Totalmente, y es una pena. En mi charla en Gijón también hablé de eso y de la medicina basada en los valores morales, que son diferentes de los éticos porque responden más a las costumbres y las tradiciones, y hace referencia a lo que usted dice. El valor moral que la gente ha aprendido es que si duermo mal, pues pastilla para dormir. Y si me duele el estómago, Omeprazol. Si me duele la rodilla, Voltaren. Son los valores aprendidos. Pero hay que dar un paso más en el campo enorme que es la bioética y educarnos, entre todos, a cambiarlo. Debemos aprender que tener buena salud va más allá de tomar un medicamento. Hay vida inteligente más allá de la pastilla.

–Es más fácil.

–Sí. La consulta es mucho más rápida con una receta que hablando sobre qué nos está haciendo sufrir o qué nos preocupa. También a la industria farmacéutica no le interesa, aunque es cierto que nos ha ayudado mucho con la pandemia.

–Los sanitarios asturianos ya plantearon varias veces el problema del alto consumo de psicofármacos.

–Estoy totalmente de acuerdo con ellos. España está fuera de órbita en este sentido, consumimos el doble que Francia y que Alemania. Responde a eso de la consulta rápida y de ese tema también hablé en mi charla. Creo que una medicina basada en valores universales es necesaria.

–¿Cómo podemos definir los trastornos psicosomáticos?

–Por hacer un repaso rápido, el padre de la filosofía moderna, Descartes, dijo que el cuerpo y las emociones iban separados, que la mente no tenía nada que ver con lo que pasaba en el cuerpo. Esa fue la dicotomía durante mucho tiempo, hasta que en el siglo XIX, con el Romanticismo, los escritores de la época empezaron a manifestar sus emociones y sentimientos.

–¿Y después?

–Después apareció la figura de Freud, que hablaba constantemente del inconsciente y de las emociones y de cómo los sentimientos, el sufrimiento y el estrés emocional repercutía en las personas. En el siglo pasado Franz Alexander y la Escuela de Heidelberg consideraron que en la enfermedad también aparecían las emociones, que una persona que vive en una casa muy ruidosa o en una ciudad hostil podían desarrollar problemas. Ya en el siglo XX, el último avance fue cuando profesionales de la salud empezaron a hablar del componente espiritual, en este caso ligado a enfermos terminales, definiendo el tercer elemento de este campo, que es amplísimo y está cada vez más estudiado.

–¿Quizás el concepto de lo psicosomático provoca rechazo? Los pacientes pueden sentir que se les acusa de inventarse su dolor.

–Sí, sucede. Se lo dices y te responden: no, mira, es que de verdad que la pierna me duele muchísimo. Y es que eso está fuera de toda duda, claro que le duele, y es tratable. Lo que pasa es que ese dolor no es por artrosis, no es algo orgánico. Pero es real. Y para curarlo hay que trabajar en los componentes que decía al principio, hacer que el paciente hable de sus preocupaciones y que vuelva a sentir ilusión.

–¿Cuál es la prevalencia de estos diagnósticos?

–Altísima. En atención primaria la mitad de los pacientes tienen trastornos funcionales o psicosomáticos. Lo que pasa es que, como el concepto suena antiguo, ahora usamos más el de antropología médica, porque en el trastorno interviene la ecología, la sociología, el ambiente…

–¿Existe un perfil típico?

–No podría decirlo. Vemos hombres con problemas de intestino irritable y acúfenos, a mujeres con picores y cefaleas. Gente cansada o con cualquier otra cosa que acaba resultando invalidante. Es muy serio. Durante la pandemia hubo personas que no quisieron salir a la calle porque, al estar todo cerrado, no había bares y ya no se atrevían a salir sin un lavabo cerca por sus problemas intestinales. Otra gente tiene miedo a salir porque todo le crea ansiedad y se vuelca en los ansiolíticos.

–Pero hemos avanzado bastante.

–Ah, sí. Yo soy muy optimista. Y la gente cada vez acude más a profesionales y reconoce sus emociones. Hay cuestiones claves. Yo en consulta lo veo mucho y lo primero que pregunto es qué tal duerme el paciente. Cuando duerme mal, de seguro que algo le preocupa. Un paciente que le duele todo y duerme bien, pues vale, se le trata el dolor. Pero si duerme mal… Algo le atormenta. Y más allá de la pastilla para dormir hay que averiguar qué es lo que le angustia que impide que pueda dormir sin medicamentos. El futuro tiene que ir a mejor, seguro.

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