Las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero, se redujeron el pasado año un 5,8 % en lo que fue el mayor descenso desde la Segunda Guerra Mundial, pero con la recuperación en ciertos países, en diciembre eran ya un 2 % superiores a las de doce meses antes.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE), que publica este martes un análisis de esas cifras, hace notar que esa caída fue muy diferente por regiones en función del parón en la actividad que sufrieron por la crisis de la covid, y que la evolución a lo largo de los meses fue también muy desigual.

En términos absolutos, la rebaja fue de casi 2.000 millones de toneladas, lo que equivale a todas las emisiones generadas en un año por la Unión Europea.

Estados Unidos contribuyó a esa disminución con casi 500 millones de toneladas a causa de una baja del 10 %, un porcentaje equivalente al de la Unión Europea, que emitió unos 250 millones de toneladas menos ya que su economía es de por sí mucho menos contaminante.

En la UE el recurso al carbón para producir electricidad se redujo en más del 20 %, mientras que la cuota de las renovables aumentó en cuatro puntos porcentuales, hasta el 39 %.

Tanto Estados Unidos y más todavía la Unión Europea se mantenían en diciembre en unos volúmenes de emisiones netamente por debajo de los que tenían doce meses antes.

En India, la caída anual fue del 7 % en el conjunto de 2020, pero llegó a ser la más pronunciada de las grandes economías en abril (-40 %) y se recuperó a partir de septiembre.

China, que es el principal país contaminante, se desmarcó del resto con un incremento final de las emisiones en 2020 del 0,8 % (75 millones de toneladas adicionales).

Además, otra de las peculiaridades del gigante chino es que tras el bache experimentado en el primer trimestre, a partir de abril ya generaba más CO2 que un año antes. En diciembre ese ascenso alcanzaba el 7 %.

El director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, considera que el repunte constatado de las emisiones a escala global a finales del año pasado es una advertencia de que "no se está haciendo lo suficiente para acelerar la transición a una energía limpia".

Y eso -añade Birol- pone en peligro "la oportunidad histórica mundial" de hacer de 2019 el pico definitivo.

El recorte en la generación de CO2 en 2020 fue mayor que el experimentado en el consumo de energía (-4 %), lo que se explica por el bajón de los combustibles fósiles, y muy particularmente del petróleo (-8,6 %) mucho más que el carbón (-4 %), que fue compensado en parte por el tirón de la cuota de las energías renovables.

El CO2 provocado por la combustión de petróleo disminuyó en más de 1.100 millones de toneladas, y de esa cantidad un 50 % se debió al retroceso de la actividad en el transporte por carretera y en un 35 % en la aviación.

La aviación como sector sufrió en términos relativos el impacto más profundo. En abril los aviones operaban a un nivel un 70 % inferior al de un año antes y en el conjunto del ejercicio sus emisiones cayeron en un 45 % a 265 millones de toneladas, un nivel que no se veía desde 1999.

En la generación de electricidad se produjo el pasado año un 3,3 % menos de CO2 (equivalente a 450 millones de toneladas) y lo más significativo fue el incremento de la cuota de las renovables (un 29 % del total, frente al 27 % en 2019) en detrimento de las centrales que queman combustibles fósiles.