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La odisea de dar a luz el 23-F, en pleno golpe de Estado: “No venía el médico, creía que nunca más iba a ver a mi marido y a mi madre”

La gijonesa Margarita Montes, que dio a luz a su primera hija, María, el día en que Tejero entró en el Congreso, relata el miedo que pasó en el hospital, sola y sin información

Margarita Montes habla por videoconferencia con su hija María.

Todo era más o menos normal. La gijonesa Margarita Montes y su esposo, Pablo Santamarina, por fin iban a poder verle la cara a su bebé, a la pequeña María, por la que llevaban años esperando. Margarita ingresó en el Hospital de Cabueñes y después de un día largo de contracciones y de dolores que obligaron a provocarle el parto, a las tres de la madrugada nacía la pequeña. Margarita descansó, ya tenía a su bebé. Por la tarde estaba un poco escamada porque el doctor Riesgo, el ginecólogo, no pasaba a verla, ni a ella ni a sus dos compañeras de habitación en la planta de maternidad.

A esas horas era casi de noche y “llegó una enfermera muy alterada, nos explicó que iba a pasar el médico pero que no le dijésemos nada, que estaba muy alterado”, recuerda Margarita. Quisieron saber qué le ocurría al doctor. “Solo nos dijeron que había un golpe de Estado y que Valencia estaba tomada por los tanques”. Era el 23 de febrero de 1981 y España sometía a una prueba de esfuerzo a una también recién nacida democracia con el asalto al Congreso de los Diputados.

Los nervios y la inquietud del médico pasaron a ser compartidos por sus pacientes. Margarita Montes se ponía en lo peor. “Creía que no iba a ver nunca más a mi marido ni a mi madre”. El matrimonio había esperado ocho años para lograr tener una hija y justo el día que nacía María se producía el golpe de Estado de Tejero. “Me veía sola en el Hospital de Cabueñes, con un bebé recién nacido y pensando que íbamos a estar solas el resto de la vida”, confiesa 40 años después esta gijonesa. En 1981 no existía internet, la información no fluía como ahora y en las habitaciones del Hospital de Cabueñes no había televisión. Aquellas mujeres no tenían “ningún tipo de información”, con lo que la inquietud se apoderaba de ellas según pasaban las horas y no sabían lo que estaba ocurriendo en su país.

Margarita con su marido y su hija recién nacida.

Una de las compañeras de habitación de Margarita Montes “debía de estar bastante metida en el Partido Comunista”. Sus familiares fueron los primeros en aparecer por allí, y eso no tranquilizó demasiado a Margarita. “En cuanto entraron en la habitación hubo una revolución”, recuerda.

A la única referencia de que había un golpe de Estado y el Ejército había tomado Valencia se sumaba ahora el revuelo de los comunistas. Más leña al fuego de la incertidumbre. A Margarita se le agolparon en la cabeza “los recuerdos que te contaban tus padres de la Guerra Civil”.

Aquella madre primeriza no se sosegó hasta que llegaron su esposo y su madre. Tampoco le contaron mucho, “pero por lo menos me quedé tranquila y se me quitó de la cabeza aquella idea de que me iba a quedar sola con el bebé”. La familia intentó tranquilizar a la mujer y lo consiguieron en parte. Le decían “que todo estaba bien”, pero ella dudaba, “no sabía si me estaban diciendo la verdad o aquello era mucho más grave y lo estaban ocultando”.

Margarita Montes tiene el vivo recuerdo de “una situación caótica”. Sin información, sin saber a ciencia cierta lo que estaba ocurriendo y sin tener nada claro cómo se iba a encontrar Gijón cuando abandonase el hospital. Al día siguiente, de buena mañana apareció por la habitación el jefe de Ginecología del Hospital. Había tratado a Margarita durante años, había confianza. “Él fue quien nos explicó que por la noche había salido el Rey en televisión y que el golpe había fracasado”.

Margarita y su bebé salieron del hospital el 26 de febrero. Al llegar a casa se puso al día y fue cuando se enteró de todos los detalles. Al final todo quedó en una anécdota que lógicamente caló hondo en la familia y amigos. Tanto que en Villafranca del Bierzo, el pueblo de Pablo Santamarina, hay quien llama a María “la Tejerina”. Ella, María, cumplirá 40 años el martes. No lo podrá celebrar con su familia a causa de la pandemia. Vive y trabaja fuera de Asturias y lo que tenía pensado celebrar a lo grande se quedará en una versión reducida con su marido y sus hijos a varios cientos de kilómetros de Gijón.

Eso sí, lo que tiene claro María es que tendrá muchas felicitaciones. “Habiendo nacido el 23F a nadie se le olvida la fecha de tu cumpleaños”, asegura.

A Carmen Acebal, también gijonesa, el golpe de Estado la pilló en el pediatra. Su hija Elena había nacido solo unos días antes y aquella tarde la mujer fue al pediatra con la bebé y sus dos hermanas. Al salir de la consulta fue a la farmacia a comprar leche infantil. “El farmacéutico era un señor mayor y me dijo que qué hacía en la calle con lo que estaba pasando”, recuerda la mujer. Ella no sabía lo que estaba ocurriendo en Madrid ni en Valencia, pero supuso que algo grave ocurría cuando aquel hombre cogió toda la leche en polvo que tenía en la farmacia, se la dio y le dijo que fuese a encerrarse en casa con las niñas. “Le dije que no tenía dinero para pagar toda la leche de la farmacia y me dijo que daba igual, que la llevase por lo que pudiese pasar y que ya se la pagaría”.

En ese momento Carmen se retrotrajo a la mañana del 20 de diciembre de 1973, cuando nació su otra hija, Susana. Aquel día ingresó en el Hospital del Carmen de Gijón alrededor de las ocho de la mañana. Una vez instalada llamó al Ayuntamiento de Gijón para hablar con su padre y comentarle que estaba en el hospital para dar a luz. Juan Senén Acebal Pezón era árbitro de fútbol, llegó a pitar seis temporadas en Primera y siete en Segunda. Ese trabajo lo compaginaba con el de ordenanza mayor del Ayuntamiento de Gijón, plaza que había sacado con tan solo 13 años de edad. Pues bien. Carmen quiso informar a su padre de que había ingresado y todo estaba bien. Tenía teléfono en la habitación, algo raro en 1973, así que marcó el número del Ayuntamiento. Las líneas no funcionaban. El coche del presidente del Gobierno, el almirante Carrero Blanco, acababa de volar por los aires a las 9.27 horas de la mañana en la calle Claudio Coello de Madrid.

Acebal Pezón se puso en contacto con el hospital horas más tarde y explicó que les habían ordenado que se quedasen encerrados en el Ayuntamiento. Carmen se tranquilizó al saber que su padre estaba bien, dentro de las circunstancias.

Aquel día de incertidumbre por el mayor atentado a la dictadura franquista nació Susana Amez Acebal. Ocho años más tarde su madre la llevaba al pediatra junto a su hermana Elena, de apenas una semana, Tejero entraba en el Congreso a punta de pistola y ellas se iban para casa cargadas de leche en polvo.

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