Después de 42 años como referente en cocina vegetariana, el restaurante Bon Lloc baja la persiana. Su cierre se produce marcado por las dificultades económicas y sociales generadas por la covid. Pero lo que para muchos sería una fase triste, «es un cambio en positivo, una evolución necesaria que supondrá cambios y nuevas oportunidades», afirma Juanjo Ramírez, propietario de esta emblemática casa de comidas.

Alternativo y actual

Bon Lloc nació en 1978 de la mano de Aina Llucia Clar, Mikel Mantxola y Macià Bibiloni. En aquel entonces se ubicaba en el carrer del Morer de Palma, detrás de la basílica de Sant Francesc. No solo era un restaurante ya que allí se impartían clases de yoga, talleres educativos sobre alimentación... «Era un centro cultural y espiritual, como también lo fue la librería Dual», apunta Ramírez. De hecho, su apertura se produjo en un ambiente en el que se intuían grandes cambios: hacía tres años que el dictador Francisco Franco había muerto y ese mismo año se aprobó la despenalización del uso de la pastilla anticonceptiva. Además, todo un hervidero de movimientos sociales -en aquel entonces llamados alternativos- se daban cita en el restaurante, ante el gran abanico de posibilidades que ofrecía el futuro esperanzador que se avecinaba. «Bon Lloc también era el refugio de colectivos sociales como miembros del Ateneu Llibertari, del movimiento LGTB, del ecologismo en defensa de Cabrera, Dragonera o la Serra de Tramuntana. También fuimos de los primeros restaurantes en tener la carta en catalán, en plena concienciación por la recuperación de la lengua propia; fuimos activistas de derechos a día de hoy consolidados y por los que tuvimos que correr perseguidos por las porras de los grises», recuerda Ramírez.

Con los años, se formó una cooperativa que gestionó el restaurante. La entrada de Juanjo Ramírez se produjo en 1986, junto a Tolo Ferrer, futbolista del RCD Mallorca, y Rafa Bermejo; hasta que en 1990 Ramírez pasó a regentarlo solo. «Ese mismo año, ante la degradación de la zona, decidí trasladarme a la calle de Sant Feliu. Entonces, allí existía un ambiente de barrio, mientras que ahora es una colonia sueco-germánica que no hace vida. Por ejemplo, antes organizábamos una cena con los comercios entre los que había peluquerías, tiendas de vinos o especialistas en fotografía como Manolo Romeu. Por el contrario, ahora solo hay galerías de arte e inmobiliarias y unos precios disparatados».

La última etapa se centró en pasar de restaurante vegetariano a vegano, es decir, sin alimentos de origen animal. Ramírez comenta que están orgullosos de su trayectoria: «Hemos sido referentes: Antes era impensable vivir sin comer carne y ahora es lo más normal del mundo. Además, muchos restaurantes han basado su oferta en la nuestra, fuimos los primeros que no dejamos fumar en el local y que permitimos la entrada de perros. Cerrar es una decisión que llevo tiempo meditando, con la que recupero la ilusión y las fuerzas. Creo que esta crisis es una oportunidad para emprender nuevos retos», confiesa. Su objetivo a partir de ahora es apoyar el proyecto que quieren emprender sus hijos y yerno (Mercè, Paula, Carlos y Àlex), relacionado con la divulgación, el asesoramiento y la gastronomía vegetariana: «Son jóvenes y están cargados de energía», afirma.

Clientes y amigos: su riqueza

Juanjo Ramírez explica que su riqueza no se encuentra en el banco, sino en los amigos y clientes que ha hecho durante estas cuatro décadas. Aunque acaba de cerrar una etapa y es consciente que la situación sanitaria es dramática, lamenta que muchos empresarios del sector se han sentido huérfanos desde el confinamiento total del pasado 14 de marzo: «Se hizo una moratoria del alquiler, que pese a los escasos ingresos tuvimos que hacer frente más adelante. Y así como los trabajadores tienen una cobertura económica con los ERTES, los empresarios no hemos tenido ayudas reales en electricidad, alquiler, créditos, gastos de teléfono e internet... por lo que hemos tirado de ahorros». Señala como medida positiva los 1.500 euros que Govern y Consell han puesto a disposición de este colectivo, pero también relata las dificultades actuales: «Con la reducción de aforo y el cierre del local, solo tuvimos la posibilidad de ofrecer cocina a domicilio y para recoger, de la que no hay una demanda suficiente para mantener el negocio». Comenta que, tal vez, los grandes hoteleros tengan recursos, pero los bares y restaurantes pequeños, que viven al día, lo tendrán complicado, especialmente si los propietarios de locales alquilados no tienen ni una pizca de sensibilidad por sus inquilinos. «En nuestro caso, no hemos tenido ninguna facilidad por su parte, pero nosotros teníamos claro que hay que seguir adelante: donde no te quieren, no te quedes».