Can Molinas de Valldemossa, el horno más cinematográfico de Mallorca

El horno de donde se origina la tradicional coca de patata de Valldemossa cumple un siglo convertido en escenario de ‘Pan de limón’, de Benito Zambrano

Can Molinas de Valldemossa, el horno más cinematográfico de Mallorca

Guillem Bosch

Raquel Galán

Raquel Galán

Solo un pueblo en el mundo tiene un carreró, un passatge y un antic carrer de l’Amargura a pocos metros de un horno con dulces tan reconocidos como la coca de patata y el gató de almendra. Es Valldemossa, el establecimiento se llama Can Molinas y en él se ambienta parte importante de la película Pan de limón con semillas de amapola, cuyo rodaje acaba de finalizar esta semana. Con cien años recién cumplidos en 2020, la panadería de la familia Cañellas «está prácticamente igual que hace un siglo, con el horno de leña y la misma máquina con la que se hace la masa de la coca», detalla Miquel Àngel Cañellas, el dueño junto a su hermana, Maria Pilar, ya jubilada. Este es el escenario elegido por el prestigioso cineasta Benito Zambrano (director entre otras de la premiada Solas), que en otoño estrenará la película grabada en la Serra de Tramuntana.

La madre de los propietarios, Antònia Calafat, nació en la calle de l’Amargura, ahora llamada del Pare Castanyeda, y acabó entre dulces tras casarse con Bernat, uno de los siete hijos de Miquel Cañellas y Maria Estrades. Son los fundadores de Can Molinas, él de Bunyola y ella valldemossina. «Pusieron en marcha el horno que estaba en la planta baja de una casa que mi abuela heredó de mis bisabuelos, por lo que me imagino que antes también había una panadería», supone Miquel Àngel. Sin embargo, la típica coca de Valldemossa es originaria del establecimiento fundado en 1920. «Había un letrero antiguo igual que el actual que ponía esa fecha y el nombre de Can Molinas, que deriva del malnom (apodo) de la familia de mi abuelo, los molí de Bunyola», añade.

Una escena del rodaje, con Elia Galera y Eva Martín. | G. BOSH

Los fundadores de Can Molinas y uno de sus nietos en los años 50. / raquel galán. palmar.g.

Un cartel similar, con el mismo topónimo y tipografía, y el pueblo de Valldemossa al fondo (aunque con el añadido de Antic Forn) es el que aparece en el largometraje interpretado por Elia Galera y Eva Martín. El motivo es que las escenas exteriores no se rodaron frente a la pequeña tienda de la calle de la Rosa número 4, sino en una entrada porticada. El interior sí es el mismo, «pero luego en las películas todo parece diferente», dice Miquel Àngel, que no puede contar nada del rodaje. Sí destaca «la amabilidad, espontaneidad y sencillez de Zambrano. Es un hombre encantador y el equipo se portó muy bien con nosotros. Les hemos ayudado en lo que hemos podido, tanto aquí como cuando necesitaban que les prestásemos algo para su estudio durante el tiempo de grabación».

Ajenos al trajín que se vivió en la localidad a finales de 2020, los empleados Pere Joan, Tomeu, Sergi, Gerard e Isabel, que está tras el mostrador, continuaron con su rutina en el horno. A las cinco de la madrugada empieza el trabajo «encendiendo el fuego con tres o cuatro atados de leña que se queman justo encima del adobe. La leña es de ramas de pino, no de troncos, para tardar menos. Cuando acaba de quemar, quedan los rescoldos (caliu) y se dejan reposar», relata Miquel Àngel. Tras retirarlos, comienza la cocción, «primero lo que necesita más calor, como el pan, y luego las ensaimadas y las cocas, además de los robiols, cremadillos y otros productos, que van cambiando en función de la demanda».

«Un centenar de docenas»

El dulce estrella de Can Molinas supone «la mitad o incluso más de la producción total». Los fines de semana «se elaboran un centenar o hasta 150 docenas de cocas» y durante la semana, «unas 20 o 30 docenas», como calcula Miquel, ya que en cada bandeja que mete al horno caben doce cocas. Su abuelo las hacía grandes y había que cortarlas en porciones, pero con la llegada de los visitantes y el aumento de la demanda, su padre «ideó que fuesen individuales». Asegura que la familia no tiene «más secreto que mantener la misma receta que hace un siglo, a base de huevos, azúcar, manteca, harina y patata. La patata no se nota y no es el ingrediente que predomina, pero lleva», asegura. Este dulce se puede encontrar en cualquier panadería tradicional porque, «con los años, al ver que tiene éxito, lo hace más gente, es normal», afirma. Sin embargo, otra peculiaridad de la coca de Valldemossa es la fermentación, «totalmente natural», y el citado horno, donde la leña se quema encima de baldosas de adobe «que se renuevan cada año y se traen de un pueblo de Cataluña, porque aquí ya no las fabrican», señala Miquel Àngel.

Ahí cuecen además las cocas payesas, que llevan anís; el gató de almendra, de una gran calidad debido a que ellos compran y muelen el fruto seco y no añaden harina, a diferencia de otros gatós; y las llamadas panades dulces, ya que «la masa tiene azúcar y en Valldemossa es más común que la salada, aunque dentro también llevan carne». Cuenta el dueño que, «antiguamente, numerosas familias del pueblo hacían sus propias panades dulces en casa y las traían para hornearlas aquí. Todavía vienen algunas, aunque esta tradición se está perdiendo», lamenta. Tal vez se animen más en la próxima Semana Santa, ya que Can Molinas es un horno de cine. Y respecto al pan de limón, aquí no lo venden. «Ya tenemos bastantes productos», sentencia la tercera generación.

Can Molinas, un centenario de película

Una escena del rodaje, con Elia Galera y Eva Martín. / raquel galán. palmar.g.

Termina el rodaje de la película, que se estrenará a finales de año

Tras pasar más de un mes en Valldemossa a finales de 2020, el equipo de rodaje de Pan de limón se trasladó a Canarias para las escenas de la película ambientadas en África y ahora la producción de Filmax acaba de terminar la grabación, según informó ayer en una nota de prensa. Especifica que «el estreno en cines está previsto para el último trimestre del año», por lo que la gran pantalla mostrará la historia dirigida por Benito Zambrano basada en la novela de Cristina Campos. Se inspiró en el horno de Can Molinas y allí, «sentada en un escalón cogiendo notas», pasó toda una jornada, desde las cinco de la madrugada. «Pensé que no vendría a esas horas, pero apareció», recuerda el dueño, Miquel Àngel Cañellas. Cuenta una historia de ficción en la que dos hermanas reciben la misteriosa herencia de una panadería y un molino en el pueblo de la Serra.

Tracking Pixel Contents